La forma más fácil de definir el momento por el que atraviesa el gobierno federal se asemeja a quien se encuentra en el centro de un pantano y, entre más se mueve, más se hunde. Cada paso, cada declaración va sembrando certezas sobre lo que se inició como suposiciones y por lo tanto crece el descontento, se hace patente el rechazo, van cerrándose los caminos que podrían llevar a salir de esta etapa que, sin duda, no conoce registro en la historia del país, ni siquiera en sus momentos de mayor desestabilidad ya que no se ven grupos en disputa por el poder, los partidos políticos han sufrido tal desgaste que no significan alternativa alguna para los ciudadanos.
De ese tamaño es la gravedad del caso y la trampa en la que millones de mexicanos se enfrentan al tener que asumir que su realidad habla de una autoridad que, acostumbrada a la compra de votos, también busca resarcir la falta de justicia, la incapacidad, con dinero. Como una bofetada más recibieron los padres de los 43 normalistas la propuesta de indemnizarlos económicamente, misma que hizo en principio el ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, sobre el que han tendido una de esas acostumbradas cortinas de impunidad, y que ahora ha sido ratificada por la Secretaría de Gobernación.
Ya no solo se trata de engaños sino de humillaciones. Según los padres de estos jóvenes, a quienes les mataron a sus hijos y les fueron entregados los cadáveres, tal vez acepten algún trato de esta naturaleza pero quienes no saben aún cual ha sido el destino de los suyos lanzan rotundas negativas acompañadas de exigencias en las que se advierte que los actos vandálicos también provienen del hartazgo del pueblo. Con conferencias de prensa fallidas como la ofrecida por el procurador Murillo y determinaciones de carácter económico es con lo que presenta la autoridad su estrategia que no parece detener el monstruo que esta despertando,
La insensibilidad demostrada una y otra vez es de la misma dimensión que sus ambiciones y, en ellas, encontramos tanto las de poder como las económicas. No es posible que no se percataran de la situación en las que sobreviven en sus poblados los jóvenes que acuden a las normales rurales. En el caso de la de Ayotzinapa han intentado convertirla en un sepulcro colectivo. El lugar que ocupaban los 43 normalistas permanece intacto, nadie toca nada. Apenas habían salido, hace 6 meses de sus hogares con la ilusión de completar una preparación que les permitiera mejorar por lo menos un poco su nivel de vida, que no salir de esa pobreza que resulta más insultante cuando se habla de las riquezas que alberga un país como el nuestro.
Las ocurrencias gubernamentales iniciaron cuando se intento enlodar a estos jóvenes, convertirlos ante la opiniónpública en guerrilleros, en agitadores. Cada uno de los padres, de las madres, de los familiares, de los maestros, de los amigos, se encargaron de desmentir tales afirmaciones que pretendían enterrar desde el principio este caso. Convertir a las víctimas en los malos, en los criminales, en los agitadores, en parte de la delincuencia organizada ha sido una constante para quienes afirman que están para imponer ley y justicia. Testimonios como el de doña Berta Nava, madre de Julio César Ramírez sirven para apuntalar la forma infame con la que pretenden acallar a los padres. Apenas le habían entregado el cuerpo de su hijo y los del “alto gobierno” de Guerrero ya le estaban ofreciendo dinero. “Yo no tengo precio ni mi hijo tiene precio y voy a seguir apoyando a los compañeros, no voy a darles la espalda porque mi Julio, la última vez que lo escuché me dijo que iba a Iguala, con sus compañeros porque estaban atacando a los normalistas”.
Todas esas acciones han provocado diversas reacciones. De entre ellas está la de Javier Sicilia quien considera que la desaparición de los 43 jóvenes es “un crimen de estado”, advierte que es la punta del iceberg, debajo hay un bloque de hielo de cadáveres desaparecidos, extorsionados y de corrupción, lo cual revela el estado de indefensión y dolor que hay en todo el país. Es un crimen de Estado y negarlo es estar del lado de los criminales. Este asunto no está para seguir con evasivas y declaraciones que tienden a poner la situación en un extremo peligroso, sobre todo cuando empiezan a interesarse y solidarizarse grupos como las FARC.