Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(18 de diciembre, 2013).- Gustavo Madero, líder del Partido Acción Nacional (PAN), pidió a la periodista Carmen Aristegui la oportunidad para aclarar una frase dicha por él en una entrevista que le realizara días antes y a partir de la cual ella escribió su columna titulada “Para bien o para mal”, publicada el día 13 de diciembre en el periódico Reforma, y en la que a decir del panista se le citó de manera incompleta, cambiando el sentido de lo dicho por él.
El asunto no tendría mayor trascendencia que el de una entrevista en la que el “aclarante” terminó aceptando más de lo que quería decir, gracias a la habilidad de una periodista experimentada y sagaz y al apoyo de un actor, Daniel Jiménez Cacho, quien pidió ser incluido en la conversación para plantear su punto de vista y que, junto con la conductora de la emisión de radio matutina, comprometió al político a aceptar nada menos que su acuerdo para la realización de una consulta popular en torno a la Reforma Energética.
Desde la academia, en el contexto de la investigación cualitativa, se dice que las entrevistas más difíciles son las que se hacen a los políticos, toda vez que estos personajes cuentan con discursos sumamente estructurados que no permiten abrir espacios de reflexión diferentes a aquellos delimitados de antemano. Esto ha dado lugar para que desde diversos ámbitos del quehacer humano se parodie la forma de hablar de los políticos, que dicen mucho y al final no dicen nada, en un juego de palabras mediante el cual evaden su responsabilidad y obligación de dar a la ciudadanía cuenta de sus actos. El actor Héctor Suárez retrata perfectamente bien este uso rebuscado del lenguaje en su programa satírico-humorístico “¿Qué nos pasa?”, producido entre 1985 y 1987.
Una entrevista digna de ser recordada y que va en este mismo sentido es la hecha por Denise Maerker al ex presidente Carlos Salinas de Gortari, en la que además de no dejar a la periodista conducir la entrevista como ella hubiera querido, a todo cuestionamiento incómodo éste respondía con la ya famosa frase “política ficción”.
No ocurrió así en el caso de la conversación entre Aristegui y Madero, en la que éste último, después de aclarar su punto y ante la presión de la conductora, se fue enredando hasta decir más de lo que, con seguridad, pretendía decir al inicio de la entrevista.
Madero pidió a Aristegui la oportunidad para rebatir los argumentos que ella expresó en su columna a partir de la cita de una frase incompleta –“Le vamos a cambiar el rostro a México… para bien o para mal”– y que dio pie a Carmen para suponer que él “sabe de los riesgos, de las acechanzas, de los peligros por no haber hecho lo primero: tratar de fortalecer a Pemex”, antes de abrirlo a una competencia descarnada con las enormes compañías petroleras.
Más aún, afirmó Carmen en la columna citada, “Madero dejó, con sólo 13 palabras matutinas, espacio para las dudas, supongo, de sus propios correligionarios. Fue el reconocimiento de lo que puede significar para México esta puerta que invita a trasnacionales y miembros de la oligarquía nacional a tomar parte del más importante negocio en el país y explotar un bien estratégico nacional […] Con una frase, Madero dejó ver su flanco débil. Se mostró atrapado por dudas de conciencia. No es para menos. Lo que ha sucedido cambiará a México. Para bien o para mal. Como una moneda en el aire”.
Por supuesto, la reacción de Madero no se hizo esperar y el 18 de diciembre aclaró, al aire, que la frase pronunciada por él fue “Le vamos a cambiar el rostro a México… para bien o para mal. Algunos creemos que para bien, y otros dirán que para mal y la sociedad debe de estar informada”, tratando de echar por tierra lo expresado por Aristegui en los párrafos citados arriba.
Sin embargo, lo interesante aquí no es la aclaración de Madero ni la aceptación de Aristegui en cuanto a que pudo haberse excedido en su interpretación, sino los intentos de Madero por evadir las preguntas directas que Carmen le lanzaba, “aprovechando su aclaración”, y a partir de las cuales lo conminaba a tomar una postura concreta, como presidente de un partido de “oposición”, en relación con una reforma que en realidad sí cambiará el rostro de México “para bien o para mal”.
Ante los embates de Carmen, Madero intentó hacer lo que los políticos saben hacer muy bien, “salirse por la tangente” dando la imagen de un “gran demócrata” preocupado porque la “sociedad está ausente de la discusión […] que es como un autismo, la sociedad está viendo eso como si fuera una película en la que no es un actor. No es alguien que va a participar de sus beneficios o sus posibles, eventuales consecuencias negativas, si las llegara a tener, a los ojos de algunos. Y ésta es mi preocupación más grande”. En este punto es imposible no abonar a la visión de Carmen cuando de nuevo el inconsciente de Madero parece traicionarlo.
Y todavía se hunde más cuando afirma “a mi juicio, Carmen, éste ha sido un año de grandes transformaciones silenciosas, tienen silenciador […] cuando estamos firmando el Pacto, Carmen, cuando estaba siendo y ponía temas sobre la mesa […] se van sumando una a otra, es una cadena, una reacción en cadena que va a estremecer a la sociedad y no lo vi, Carmen”, para luego corregir y decir “no la vi, no la sentí, [a la sociedad] […] Hay un desentendimiento social, hay un alejamiento político, no es tema para los ciudadanos, les vale madres, es un tema que lo sienten muy lejano y esto es preocupante […]”.
Carmen le pregunta el porqué de este alejamiento, a lo que Madero responde: “Esto se ha ido cultivando, esto se ha ido generando una… yo creo que los medios de comunicación son…desinforman, eh, desmotivan, confunden”. ¿Deliberadamente? pregunta Carmen, a lo que contesta “Eh, pues sistemáticamente”, ante la insistencia de Carmen, Madero comenzó a trastabillar para tratar de evadir el tema que él mismo había puesto sobre la mesa.
En fin, la conversación sigue en ese tono y de momento Carmen pregunta a Madero si tiene inconveniente en que se sume Daniel Giménez Cacho, quien está siguiendo la transmisión y quiere intervenir, a lo que Madero accede. Retomando su preocupación por la no participación social en el tema de las reformas, Giménez Cacho le hace ver a Madero la otra cara del argumento al rechazar su visión sobre que no tenemos una ciudadanía a la altura y sostener que “pues sí me parece muy preocupante, porque esto sucede, la no participación de la ciudadanía sucede en gran medida porque el sistema político está blindado, porque no nos dejan participar, porque no hay mecanismos, no se han preocupado por diseñar mecanismos de participación. Esto tiene que ver con la Reforma Política y esto tiene que ver con un sistema que hemos heredado por muchas décadas donde al ciudadano se la ha excluido. Si a eso sumamos el avasallamiento mediático del que somos víctimas pues obviamente la ciudadanía se queda inerme, sin canales de participación y sin voz“.
Dicho esto, Giménez Cacho le lanzó un reto a Madero al afirmar “Yo creo que lo más derecho, lo más honesto es que Gustavo Madero dijera ‘tenemos este problema de participación, vamos a resolverlo […] para que la ciudadanía por primera vez en la historia de México sea consultada en un tema de trascendencia nacional”.
La conversación continuó en esos términos hasta que ante la presión de Carmen y Daniel, y después de muchas volteretas verbales, Madero aceptó que se haga la consulta popular aunque, y puso mucho énfasis en esto, no alcance para revertir la modificación constitucional. A lo cual Giménez Cacho respondió “ya veremos si alcanza o no”. Al final, Daniel, ni tardo ni perezoso, cerró diciendo que “me parece un gran paso el que da Madero, lo celebro, lo haremos público, me da muchísimo gusto”, cerrando la pinza que Carmen colocó al cuello de Madero.
Finalmente, esta entrevista bien merece estar en los libros de texto del periodismo académico, como ejemplo claro de cómo romper los alegatos de un experimentado político cuyos recursos discursivos están más que decantados, pero que hoy no le alcanzaron para librarse del profesionalismo mordaz de Aristegui ni del interés de un ciudadano que como Giménez Cacho supo aprovechar la oportunidad para hacerlo comprometerse con la exigencia de una consulta popular, aunque por supuesto, ya encontrará Madero la forma de faltar a su palabra y refrendar en los hechos una reforma que aprobó de antemano en lo “oscurito”.
Pero al menos en esta ocasión, Madero “fue por lana y salió trasquilado”, al aceptar no sólo su acuerdo para la realización de una consulta en la que la ciudadanía decida la conveniencia o no de abrir el sector energético a la inversión privada y la posibilidad de compartir con las enormes compañías petroleras las ganancias de un recurso estratégico que debería ser de todos y todas, sino por sus afirmaciones en torno al papel que los grandes medios de comunicación desempeñan para desinformar y desmovilizar a la ciudadanía en relación con temas de interés general, en el silencioso caminar de las reformas, casi de puntitas para que sólo unos pocos se enteren y su aceptación inconsciente de las consecuencias negativas que esta reforma podría tener.