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Hacia una efectiva justicia económica

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El secreto del modo de producción capitalista se puede resumir en producir y reproducir la fuerza de trabajo, de forma tal que cueste menos que el valor que ella produce. Esto que Carlos Marx denominó plusvalía, es el origen de la riqueza capitalista. 

Esto que a simple vista parece difícil de comprender, cobra sentido cuando se explica que la expresión mercantil del valor de la fuerza de trabajo no es otra cosa que el salario. De ahí que el salario nominal sea entendido como el precio del trabajo o, dicho en otras palabras, la suma de dinero por la que el trabajador vende su fuerza de trabajo en el mercado. Existen también otras formas de medir el salario, el salario real, que grosso modo refiere a la cantidad de mercancías que el trabajador puede comprar con su salario nominal; es decir, la relación del precio de la fuerza de trabajo, con respecto a otras mercancías. Y el salario relativo, que refiere a la parte que se concede al trabajador por los valores que éste produce, como proporción de la parte que el empleador se apropia, bajo la forma de capital; es decir, el salario determinado por la relación que éste presenta con la ganancia.

De acuerdo con los datos más recientes publicados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en nuestro país existen 57.4 millones de personas ocupadas, de las cuales 37 millones (el 65 por ciento) son trabajadoras y trabajadores asalariados que, como tal, desarrollan diversas tareas productivas bajo este esquema organizativo. El resto se divide en empleadores, trabajadores independientes y trabajadores subordinados con percepciones no salariales. 

En un sistema que ha naturalizado que el segmento más amplio de la población reciba por ingreso un salario y el ingreso del segmento más pequeño se denomine ganancia, la política salarial debe ser de la mayor atención. Tal y como se nos mostró la semana pasada en la conferencia mañanera del Presidente de México, en la que representantes de los sectores obrero y patronal, en compañía de la Secretaria del Trabajo, presentaron los resultados de sus negociaciones en la materia. Destacando la aprobación de un incremento salarial del orden del 20 por ciento sobre el salario mínimo en el país. Después de que la propuesta original de la cámara empresarial fuera aumentar el salario en apenas un 15 por ciento y la propuesta inicial de un Estado garante de los derechos laborales fuera del 25 por ciento.

Durante el evento antes señalado se afirmó que dicho incremento impacta de manera directa a 6.4 millones de trabajadoras y trabajadores en el país. Para quienes el intercambio de su mercancía fuerza de trabajo por otras mercancías, a partir del día 1 de enero del año 2023 se tasará en 207 pesos diarios (o 6,210 pesos al mes) y en 312 pesos diarios (o 9,360 pesos al mes) en la zona fronteriza con Estados Unidos. Así, estos trabajadores recibirán a cambio de su jornada laboral una mayor cantidad de mercancías (como tortilla, huevo, vestido, transporte, luz… y todo lo necesario para su reproducción), apreciando con ello el precio de su fuerza de trabajo. Que en lo que va del actual sexenio se ha incrementado en más del 80 por ciento. Tendencia no vista desde hace al menos 40 años; es decir, desde la implementación de políticas neoliberales.

Con esta medida no solo se avanza en el propósito de crear las bases para una efectiva justicia económica en favor de los que menos tienen, también se combaten dos brechas alarmantes: la que presentábamos en el comparativo con otros países (al pasar del lugar 85 al 50 en la lista de 135 países ordenados según sus registros de nivel salarial) y la brecha salarial por condición de género. Pues con esta medida se da una mejor distribución salarial en favor de las mujeres, tomando en cuenta que existe una mayor proporción de mujeres que ganan el salario mínimo en comparación con los hombres. 

Por último, para quienes se preguntan porqué el salario en la zona fronteriza es mayor que en el resto del país, la respuesta es sencilla: en todos los territorios fronterizos existen ciertas particularidades, y el caso de nuestra frontera norte, compartimos con nada más ni nada menos que con un país cuyo PIB es 18 veces más grande que el nuestro, por lo que es natural que exista un régimen diferenciado en precios, incluido el de la fuerza de trabajo.

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