El 24 de febrero de 2022 Vladimir Putin anunció que la Federación Rusa daba inicio a la Operación Especial en Ucrania. Comenzó haciendo referencia a la expansión militar de la OTAN como razón de fondo. Así lo dijo: “Esta es una amenaza real no solo para nuestros intereses, sino también para la existencia misma de nuestro Estado, para su soberanía. Esta es la línea roja de la que se ha hablado muchas veces. La han cruzado.” Más adelante añadió:
“Su objetivo es proteger a las personas que han sido objeto de intimidación y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años. Y para ello lucharemos por la desmilitarización y desnazificación de Ucrania, así como por llevar ante la justicia a quienes cometieron numerosos y sangrientos crímenes contra civiles, incluidos ciudadanos de la Federación Rusa.”
“Nuestros planes no incluyen la ocupación de territorios ucranianos.”
Fijaba así los dos frentes del conflicto: EUA y OTAN, por un lado, y Ucrania por otro. Frente a la primera, expuso la razón de fondo que ha estado sobre la mesa desde la disolución de la URSS: la amenaza nuclear en toda su frontera occidental y el Mar Negro. Por otra parte, en relación con Ucrania, estableció un objetivo inmediato: proteger a la población de origen ruso con la desnazificación de las repúblicas autónomas. Hizo hincapié en que no pretendía ocupar el país y su disposición a negociar, reconociendo la independencia de Ucrania como país neutral.
De inmediato, Joe Biden condenó el ataque y prometió que habría una respuesta de Estados Unidos y sus aliados. Recalcó: “Los militares rusos han comenzado un brutal asalto contra el pueblo de Ucrania. Sin provocación, sin justificación, sin necesidad. Este es un ataque premeditado. Vladimir Putin ha estado planeando esto durante meses, como hemos venido diciendo todo el tiempo.”
“Rechazó todos los esfuerzos de buena fe que hicimos Estados Unidos y nuestros aliados y socios para abordar nuestras preocupaciones mutuas en materia de seguridad mediante el diálogo, para evitar un conflicto innecesario y evitar el sufrimiento humano.”
Días antes, Biden había anunciado sanciones contra instituciones financieras rusas, como el banco VEB y el banco militar, contra su deuda soberana y miembros de sus élites. Recalcó: “Y debido a las acciones de Rusia, hemos trabajado con Alemania para cerciorarnos de que no haya avances con respecto a Nord Stream 2, como lo prometí.” A partir de entonces las sanciones para hundir la economía rusa han aumentado a infinidad de sectores, desde el agrícola hasta la industria aeroespacial y de semiconductores. Incluyendo, claro, volar el NS2. A estas sanciones hay que sumar las que impuso Obama en 2016 por la supuesta intervención rusa en las elecciones, intervención que hoy se reconoce como falaz.
El discurso dominante en Occidente con relación al conflicto hace énfasis el carácter no provocado e injustificado de la invasión rusa y en la demonización de Putin y de lo ruso en general. Por otro, en la buena fe de Occidente, fundada en los valores de democracia y libertad; en el respeto a las reglas de convivencia internacional. La frase Biden se repetirá miles de veces en infinidad de variantes desde Finlandia hasta Argentina. Él mismo, en su sorpresiva visita a Polonia este año, volvió a repetirla casi de manera literal. La incorporación de Ucrania a la OTAN, presentada como organización “defensiva”, es una “decisión civilizatoria”, según lo expresó su Secretario General. Ergo, Rusia es la barbarie. Así el maniqueísmo.
Las posturas son claras pero los discursos son muy divergentes: Putin ha expresado sus razones y propósitos y su propaganda prácticamente ha mantenido los ejes de ese discurso. Los principales medios rusos en Occidente como RT o Sputnik dan una amplia cobertura a tres figuras principales: Putin, su canciller Sergei Lavrov y la vocera del Kremlin, María Sajarova. Ambas partes despliegan una guerra informativa y propagandística tan intensa como la guerra en trincheras. El contraste, sin embargo, es muy notorio. Mientras Occidente tiene el control casi absoluto de los medios tradicionales en el hemisferio y gran parte de las plataformas digitales de información, Rusia lo tiene en el campo de batalla y en el diplomático. Muy poco frente al cerco informativo sobre Ucrania que se ha impuesto como nunca antes en un conflicto armado.
El discurso dominante en Occidente es muy similar al que se utilizó en torno a la guerra de Irak. Durante meses Estados Unidos sostuvo la inminencia de la invasión rusa, mientras ocultaba la concentración de fuerzas ucranianas en el Donbás. Una y otra vez, desde la presidencia, el Congreso, el Pentágono, la CIA se anunciaba insistentemente casi como un hecho, como se hizo con aquellas armas de destrucción masiva con las que Bush justificó destruir Irak. Todo el aparato mediático se volcó a presentar la guerra como algo inminente e inevitable. La maldad rusa y la propensión imperialista de Putin eran el leit motiv mediático que preparó el terreno para mostrar al mundo la “irracionalidad” de Rusia. La guerra fría renació en el discurso hegemónico ominosamente.
Fuera del hemisferio occidental es otra historia; en medios de la India, China o Japón es posible encontrar información y análisis que no se encuentran en medios occidentales. Por supuesto, son las plataformas de medios, periodistas y analistas independientes los recursos más útiles para acceder a información no tamizada por las partes, contrastar datos y afirmaciones de medios y analistas. Incluso en el seguimiento de la guerra, sitios de analistas militares o canales de veteranos permiten cotejar, por ejemplo, información día a día tanto del ejército ucraniano como del ruso, o acceder a fuentes directas en el terreno de batalla así como a análisis de su evolución. Por ejemplo, algunas de las “sorpresas” sobre el ejército y las milicias ucranianas reveladas por los Papeles del Pentágono en marzo, ya se discutían en esos espacios desde finales del año pasado, como la escasez de armas y municiones, la falta de preparación de los reclutas, el reclutamiento forzado, deserciones masivas y hasta crímenes de guerra.
A lo largo de esta serie he presentado elementos que permiten afirmar que la postura de Putin y la Federación Rusa tiene sustento y su propaganda se centra en las razones y motivos que expresó desde el principio. Sus afirmaciones están documentadas incluso por fuentes que no forman parte de su control propagandístico. Como mencioné, son tres puntos principales: la amenaza a su existencia como Nación confederada; la defensa de la población de origen ruso y la desnazificación de Ucrania. Los tres puntos tienen asideros sólidos en la historia. Los tres han sido sistemáticamente negados o minimizados en la propaganda occidental.
Por el contrario, ni la buena fe y la defensa de los valores democráticos por parte de Estados Unidos y aliados son demostrables, ni con respecto a Rusia ni con el resto del mundo. Occidente ha violado los acuerdos tomados entre las potencias desde la SGM; a partir de 1990 se expandió al este y colocó armas nucleares en fronteras con Rusia. Desde Condolezza Rice, la orgullosa promotora de la guerra en Irak, hasta el jefe militar de la OTAN, han expresado públicamente su intensión de destruir la unidad de la Federación Rusa. Por supuesto, el respeto a las “reglas” es una falacia; EUA es el principal violador del derecho internacional. Tan sólo en Siria ocupa ilegalmente un territorio mayor que el que Rusia ocupa hoy en Ucrania. Además, EUA se roba el petróleo sirio, con el que surte a las milicias yihadistas que luchan contra el gobierno de Assad.
También está documentado cómo Estados Unidos organizó la revolución naranja en 2004 e impuso un gobierno nacionalista radical con miembros de la CIA en puestos clave, desde la propia Presidencia hasta el Ministro de Justicia. Sabemos que Victoria Nuland y el aparato de inteligencia occidental organizó el sangriento golpe de Estado en 2014, contra el gobierno electo por una sociedad que rechazó la confrontación étnica y la separación de Rusia. La guerra que el gobierno espurio y sus milicias nazis iniciaron se mismo año contra la población rusa de las repúblicas populares de Donietsk y Luhansk, pero también contra Odessa y Crimea, está documentada, como lo están las violaciones a Minsk. Y ha sido brutal. He incluido en esta serie las ligas a un amplio número documentos escritos y audiovisuales que respaldan lo dicho.
La insistencia en lo injustificado de la invasión, en la perversidad de Putin, en la buena fé de Occidente no se sostiene por donde se vea. Lo que queda claro después de casi dos años de investigación, es que la guerra en Ucrania es resultado de una estrategia de largo plazo para fraccionar a Rusia. A Estados Unidos Unidos y la sumisa Europa no le preocupan la integridad ni el pueblo de Ucrania. Su interés es el control del territorio y sus recursos, debilitar a Rusia y dividirla. Con ello, ampliaría su influencia y su radio de acción en toda Asia. Como también lo han afirmado en altas esferas del gobierno, el enemigo mayor es China. Controlar las fronteras de las repúblicas federadas rusas con China es el objetivo estratégico de largo plazo. Con una federación Rusia integrada y robusta eso no sería posible. La guerra entre Azerbayán y Armenia es un claro ejemplo de la intervención occidental bajo el consabido guión de las revoluciones de colores y la imposición de gobiernos afines a occidente, como lo fue en Georgia y Kirguistán, cuando menos.
El caldero del diablo
Hay otros elementos a considerar para analizar y valorar el conflicto y su devenir. Desde el principio, Putin hizo hincapié en que no pretendía una ocupación del territorio. Esto es importante y va más allá de una declaración para cubrir otras intenciones. Analistas militares, como Jaques Baud, Douglas MacGregor, Scott Ritter y otros, han mostrado cómo la estrategia militar rusa difiere de manera fundamental a la norteamericana y occidental en general. La doctrina de guerra rusa no se basa en arrasar poblaciones enteras, sino en debilitar las posiciones estratégicas del enemigo. 10 años de guerra en Afganistán no dejaron a un país completamente destruido como sí lo dejó Estados Unidos en su intervención.
Esta consideración podría explicar por qué Rusia inicia su acción militar con una fuerza de alrededor de 200 mil hombres, muy pequeña para invadir un país como Ucrania. Rápidamente avanzó ocupando la franja oriental y sur oriental del territorio y destruyó instalaciones estratégicas en diferentes zonas de Ucrania. Inmediatamente comenzaron negociaciones entre Rusia y el gobierno ucraniano al punto de que el 1 de abril de 2022 había ya un principio de acuerdo para el cese de hostilidades y el establecimiento de las condiciones para terminar la guerra. Inmediatamente, también, se hizo sentir la presión norteamericana. La presencia de los principales halcones del gobierno norteamericano, de la Unión Europea, del FMI y de la OTAN fue incesante. Bloquearon el acuerdo.
Comenzó entonces la contraofensiva ucraniana y el repliegue de Rusia. Esto ha sido considerado en Occidente como un triunfo ucraniano, un error estratégico de Putin y una derrota a su ejército. Por desgracia para Ucrania y su gente, esto resultó un engaño. El objetivo de Rusia de avanzar sobre el territorio del Dombás y obligar a Ucrania a negociar resultó infructuoso gracias a la intervención occidental. Como lo hizo en Afganistán, se trata de empujar a Rusia a una guerra prolongada que la desgaste hasta la inanición, dañar su economía y generar condiciones para la caída de Putin. Objetivos manifestados abertamente por altos dirigentes occidentales, como el Secretario General de la OTAN. Es decir, no podía permitirse un “triunfo” ruso en el campo de batalla.
A partir de entonces, la guerra ha sido un infierno para ambos bandos. Ucrania desplegó una gran parte de su fuerza militar que ha sido destruida implacablemente. De acuerdo con analistas militares, Ucrania ha sufrido ya más de 300 mil bajas sin contra heridos. La desesperación del gobierno de Zelenski ha llegado a un grado de locura. Hace unos días, sostuvo una reunión con grandes empresarios y banqueros occidentales. Ha ofrecido territorio, bienes, recursos por 400 mil millones de dólares a cambio de armas. A Polonia le ofreció ¡territorio! a cambio de armas y tropas. La visita sorpresa de Biden a Polonia envalentonó a su gobierno, que expresó estar listo para entrar a la batalla, lo mismo que Rumania. El Reino Unido ya proporcionó munición nuclear al ejército ucraniano. Occidente no quiere detener la guerra; es un hecho.
Tan es así, que el primer acuerdo con Finlandia, recién incorporada a la OTAN, es para la instalación de bases militares de Estados Unidos, incluyendo condiciones extralegales para los soldados y personal norteamericano. Por ejemplo, si un militar comete un delito, aún en sus días libres (como civil), no podrá ser juzgado en Finlandia. Así la cesión de soberanía europea abre otro flanco de hostilidades.
La paz china
En este contexto, destacan las posturas de varios países en favor de la paz. México entre ellos. De hecho la primer propuesta para avanzar en un proceso de paz la expresó México en el seño de las Naciones Unidas. De la misma manera lo ha hecho el presidente de Brasil, Lula da Silva y, sobre todo, China. Estados Unidos y sus aliados se han negado a considerar, siquiera, la posibilidad de iniciar negociaciones. Para EUA es vital que China no saque más ventajas del conflicto. Recordemos que un objetivo de Estados Unidos en Ucrania es frenar el proyecto chino de la Ruta de la Seda, proyecto estratégico para el gigante asiático, al que ya ha invertido 300 mil millones de dólares y conectaría China, Asia y Europa.
El conflicto pues parece estar entrampado, mientras la masacre contonúa en el campo de batalla. Es claro que Rusia aún no utiliza su poderío militar y que la mayor parte de su ejército está aún de pie. En días pasados, Ucrania lanzó un ataque a Crimea, logrando destruir un depósito de combustible. Un daño menor que ha sido promocionado como el inicio de la caída rusa. Sin embargo, Rusia respondió con un bombardeo a instalaciones estratégicas ucranianas con una fuerza no vista hasta ahora. Desde su flota en el Mar Negro, por un lado, y de sus bases en el Mar del Norte, por otro, lanzó misiles termobáricos que destruyeron uno de los mayores depósitos de armas y municiones ucranianos cerca de Kiev. La contraofensiva ucraniana, tan anunciada en últimas fechas, pierde así toda oportunidad de llevarse a cabo y sólo una acción suicida hará que Ucrania intente avanzar al este.
Por su parte, los esfuerzos chinos por impulsar una negociación de paz avanzan lentamente. El presidente Macron, después de su visita a Beijing, podría ayudar a destrabar el asunto. Sin embargo, Estados Unidos se niega siquiera a considerar la posibilidad. En este escenario, parece que sólo la opinión pública en Estados Unidos y Europa podrán empujar un proceso de paz. Es significativo que comienzan a surgir voces que se manifiestan abiertamente en esa dirección. El cerco mediático es aún casi absoluto, pero en voz de figuras relevantes de la política se ha expresado la necesidad de parar la guerra. Una de esas voces es la de John F. Kennedy, sobrino del presidente asesinado y senador demócrata, que, además, ya se postulo como candidato a la Presidencia. La expulsión del comentarista de derecha Tucker Carlson, por dar voz a críticos de la postura occidental, es un síntoma de la censura mediática que predomina. Aún así, junto con Kennedy han comenzado a expresarse en la misma línea otras figuras, sobre todo las relacionadas con la fracción republicana afines a Trump, como el mismo Carlson. Analistas como Douglas McGregor o Scott Ritter empiezan a tener mayores espacios fuera de sus propias plataformas, pero aún de manera incipiente.
Por otra parte, es posible que la filtración de documentos ultra secretos, los llamados Papeles del Pentágono, que desdicen la propaganda de éxito ucraniano, podrían ser más que un golpe contra la administración Biden, una manera de “aterrizar” la postura oficial y comenzar el retiro del apoyo irrestricto a Ucrania. Llama la atención que los medios más directamente ligados al complejo militar-mediático, líderes de la propaganda antirusa, como el New York Times o el Washington Post, hayan sido los que dieran a conocer las corrupción de Zelensky y sus grupo compacto. Lo acusan de robarse 400 millones de dólares de la “ayuda” brindada a Ucrania. Si está línea discursiva gana presencia mediática será el signo de una posible “retirada” norteamericana.
Al mismo tiempo, en el frente de guerra, también es cada vez más frecuente encontrar testimonios de soldados ucranianos que acusan a Zelensky de dejarlos morir; lo acusan de genocida e, incluso, lo amenazan de muerte. Hay un video en el que un comandante confronta a Zelensky; se hacen de palabras y Zelensky, furioso, lo amenaza. Algo impensable dentro de un ejército. Parece que en el ejército cada vez es más difícil mantener la disciplina y el orden.
El otro frente que puede empujar hacia una solución negociada es la población europea, castigada por las sanciones y situada en medio de un conflicto que no deseaba ni esperaba. Las protestas en diferentes países, incluida Francia (con el tema pensionario), cada vez son más numerosas exigiendo el fin de la guerra. Incluso la exigencia de salirse de la OTAN es cada vez más insistente. Habrá que ver cómo se desarrollan estas movilizaciones y si los partidos políticos son capaces de capitalizar estas demandas y ejercer la suficiente presión hacia sus gobiernos para impulsar la paz.
Mientras tanto, el horror de la guerra continua. El sufrimiento del pueblo ucraniano es brutal, un pueblo traicionado por Occidente y utilizado como carne de cañón en el juego geopolítico que perfilará el resto del siglo XXI. Esperemos que la política logre hacer que se detenga esta cruel masacre y la paz deje de escurrirse de entre los dedos.
Referencias.
En esta entrega, solo añado dos ligas que considero importantes para entender el conflicto. Son dos conferencias de Stephen Cohen, uno de los académicos más reconocidos en EUA como experto en asuntos rusos. Fuera del mainstream, era una de las voces más destacadas que ya alertaba de los riesgos para el mundo de una confrontación en Ucrania. En las entregas anteriores hay abundantes referencias que vale la pena consultar.
- Stephen Cohen. “Unasked Questions About US-Ukrainian Relations Is US national security being trumped by loathing for Trump?” The Nation. 3 de octubre de 2019. https://www.thenation.com/article/archive/unasked-questions-about-us-ukrainian-relations/.
Stephen Cohen. “The Ukranian Crisis. Its not all Putin´s fault”. The Commonwealth Club. 18 de noviembre de 2015. https://www.commonwealthclub.org/events/archive/video/stephen-f-cohen-ukrainian-crisis-its-not-all-putins-fault.