El martes 6 de junio fue destruida la presa de Jakovka al sur de Ucrania. Un desatre de grandes dimensiones y consecuencias ambientales a largo plazo en la región de Jerson y hasta el Mar Negro. La presa fue construída durante la era soviética como eje de la electrificación de Ucrania y para dotar de agua potable a la península de Crimea. Durante la SGM, Stalin ordenó destruirla para que no fuera aprovechada por las fuerzas invasoras nazis que avanzaban por Ucrania. Reconstruida posteriormente, el agua de la presa se utiliza, además, para enfriar los seis reactores de la central nucleoeléctrica Zaporizya, la más grande de Europa, construida en los años ochenta y ampliada en la década siguiente.
Desde marzo de 2022, tanto la presa como la central quedaron en poder de Rusia y desde entonces ambas instalaciones han sido atacadas por fuerzas ucranianas, que mantienen el control de la ribera norte del Río Dnieper. La presa, en noviembre, lo que fue ampliamente publicitado por el gobierno ucraniano como demostración de capacidad militar. La central, en agosto pasado y en abril de este año, como lo documentó el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), aunque no señaló responsables.
La propaganda occidental culpa, sin dudas y sin pruebas, a Rusia; al fin y al cabo es el invasor. Excelente oportunidad para escalar la guerra desde la propaganda más burda. No sorprende si recordamos algunos momentos estelares de la construcción del demonio ruso, empezando, claro, con la guerra “no provocada”, como dijo Biden y como repitió Greta Thunberg, la activista de la industria verde, industria cuyos partidos llevaron a Alemania de regreso al carbón.
Uno de los primeros momentos memorables fue el corto video del derribo de un caza ruso. En formato vertical como tomado desde un celular, nocturno, el video mostraba el lanzamiento de un misil que da en el blanco y derriba al avión. Se trasmitió en cuanto noticiero existe en el mundo, sobre todo en el hemisferio occidental, como parte de la narrativa de que Rusia no está capacitada para la guerra. En pocos días, las redes mostraron la falacia. El “video” es en realidad el fragmento de un popular videojuego.
De inmediato, y obviamente sin ninguna aclaración ni disculpa, los grandes medios pasaron a la siguiente falacia, igualmente reproducida ad nauseaum: el periplo de una familia ucraniana que huía de la guerra y era acogida por la generosa y pía Europa. Vi la escena en la televisión de la India lo mismo que de Korea; de Alemania que de España; por supuesto, en la de Estados Unidos y México. Y sí, sí era una familia de refugiados, pero se no se refugiaban en Europa; eran refugiados que llegaban a Rusia huyendo de los ataques de las milicias y del ejército ucraniano contra el Donbás. Ataques que iniciaron en 2014 y que han sido silenciados con todo el poder propagandístico del que disponen: la “no provocación” en la que insiste el discurso otanista.
En la construcción de esa narrativa, por ejemplo, varios “periodistas” han sido pillados armando escenas de “guerra”. Es ya legendaria la escenificación del rescate de una joven mujer embarazada de un edificio bombardeado y que también dio la vuelta al mundo en portadas de periódico, noticieros de Tv y hasta mesas de debate. La casa publicitaria europea no tomó en cuenta que había gente común alrededor y que también son comunes los teléfonos celulares, incluso en Ucrania. Rápidamente circularon fotos y videos del montaje: cámaras, luces, directores, actores y actrices, maquillistas, coffee service, etc.
Una de las mayores falacias mediáticas de esta guerra es la de atribuirle a Rusia la voladura de los gasoductos Northstream en el Mar del Norte. Tan artificiosa como las anteriores, no tardó en ser cuestionada por inverosímil. Corrió, entonces la especie de que fueron milicianos ucranianos, para ser acallada rápidamente. Pero como no se trató sólo de una escena montada para alimentar el cuento de la maldad instrínseca de los rusos, sino que dañó los intereses estratégicos de toda Europa, el asunto no ha dejado de ser tema de discusión política en los centros de poder en todo el mundo.
El país más afectado es Alemania, que se convirtió en el peón más débil de Estados Unidos a partir de ese momento. Ciento once instalaciones militares norteamericanas en su territorio se han hecho valer con todo su peso. Al gobierno alemás sólo le queda reprimir cualquier expresión diversa, como lo muestra la detención de una mujer que se manifestó públicamente en contra de Ucrania: 3 meses de cárcel y multa de 8,000 euros. Mientras, permite una manifestación nazi en Sajonia, nunca antes visto desde la SGM.
Sin embargo, como casi todos los cálculos que ha hecho en cuanto este conflicto, no parece que Estados Unidos haya calibrado el impacto que esa manifestación de fuerza contra Rusia y sus propios aliados tendría en el resto del mundo. Por supuesto, nadie cree que Rusia se ataque a sí misma, pero a todos quedó claro que Estados Unidos sí ataca a sus aliados y socios, sin miramiento alguno, para asegurar su posición hegemónica en el mundo.
No cabe duda de que el atentado contra el Northstream aceleró los acercamientos multilaterales en todos los ámbitos. El gas seguía borboteando (1 km de diámetro) cuando Arabia Saudita prácticamente rompió con Estados Unidos, hizo las paces con Irán y anunció reducciones en la producción de petróleo. Poco después de la visita del consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, Antony Blinken, Secretario de Estado, fue recibido en Riad. La nota: no se colocó la bandera de EUA en el salón de protocolo y ambos funcionarios salieron con las manos vacías (aunque lo dudo, varios medios reportaron que Blinken fue trasladado al palacio real en Uber). Arabia anunció que reduciría, aún más, su producción petrolera, lo que los enviados de Biden querían impedir.
Por otro lado, el grupo de naciones BRICS, con su propio banco de desarrollo, ha iniciado ya procesos de incorporación de nuevos integrantes y la desdolarización de su intercambio comercial; las nuevas asociaciones en el mundo árabe, que parecían imposibles hace un par de años, incluso en el ámbito militar, avanzan rápidamente, lo mismo que procesos de integración en África y el fortalecimiento de organismos como la Alianza de Naciones de Asia Suroriental (ASEAN), que también inician el proceso de desdolarización. En términos de población, territorio y economía, la mayor parte del mundo se alinea con Rusia y China.
A Estados Unidos y sus aliados, sobre todo el Reino Unido, se les vino encima una avalancha inesperada y han iniciado una especie de control de daños. A pesar de la férrea censura de cualquier opinión en contra, surgieron nuevas revelaciones sobre el gasoducto que ponen en duda la versión anterior. Ante ello, divulgan ahora la especie de que el atentado fue realizado por un grupo, ya no de milicianos que actuaron por su cuenta, sino de las fuerzas especiales ucranianas que partieron de Polonia. Hasta se adjunta foto de la embarcación. Sorprende que el inmenso aparato propagandístico con que cuentan no haya sido capaz de elaborar una versión un poco más creíble que la anterior, en lugar de otra igualmente absurda. Aunque luego de la declaración de Úrsula von der Leyen de que la “desastrosa” industria rusa recurre a los chips de lavadora para su armamento, cualquier babosada parece aceptable. Sin embargo, hay un elemento disruptivo: Estados Unidos culpa al ejército ucraniano. Sorpresa. ¿Le retirará Estados Unidos su apoyo irrestricto a Ucrania? ¿Comienza el deslinde?
Desesperación criminal
Por lo pronto, mientras EUA trata de escurrir el bulto del gasoducto, se presenta una nueva oportunidad, aún más impactante mediáticamente, que le quita atención y añade un nuevo capítulo propagandístico. La voladura de la presa de Jakovka. De inmediato se acusó a Rusia de ecocidio, con lo que el tema va a dar para más, muchas más falacias, tergiversaciones, medias verdades y mentiras completas.
Como comenté antes, la presa cumple dos funciones fundamentales, ambas de carácter estratégico en terminos de seguridad energética, territorial, económica y hasta de supervivencia de Rusia y la población ruso-ucraniana: alimenta las albercas de enfriamiento de la central nuclear (actualmente funciona un solo reactor) y proporciona agua potable a Crimea. De nuevo parece insensato que Rusia destruya una instalación bajo su control con funciones tan trascendentes para millones de rusos.
En términos militares, es todavía más inverosímil. Desde que el área baja del Dnieper está bajo su control, el ejército ruso ha construido concienzudamente cinco líneas de defensa: kilómetros de trincheras, puestos de observación, minado de campos, túneles y refugios antiaéreos. Por la importancia que Ucrania le ha dado a la recuperación de Crimea, era muy probable que su contraofensiva, anunciada una y otra vez, tuviera como escenario el flanco sur, de Zaporitzya hasta Jerson y de ahí hacia Odessa. Toda esa infraestructura militar quedó bajo el agua, pues, salvo Jerson, la mayor inundación se dio en la ribera sur, ocupada por Rusia. La única ventaja rusa es que Ucrania no podrá avanzar por ahí, por lo menos durante unos meses. Ventaja que, por otro lado, también la tiene Ucrania.
Todo indica que el ataque fue llevado a cabo por Ucrania, con el apoyo de las fuerzas especiales del Reino Unido, reconocidas expertas en atentados de este tipo. La contraofensiva, pospuesta una y otra vez, había iniciado días antes con resultados desastrosos para Ucrania y para la OTAN. Para Ucrania, en pérdida de vidas y la evidencia palmaria de la atroz indiferencia de sus mandos y estrategas ante el sacrificio de miles de ucranianos. Los han enviado en columnas a campo abierto sin ningún apoyo aéreo, de artillería mayor o protección alguna contra las defensas rusas. Una estrategia suicida, dirigida por mandos militares y políticos a quienes conviene la guerra y que siguen pensando y diciendo que los rusos usan chips de lavadora en sus armas de tan atrasados tecnológicamente.
Pero la OTAN ha pasado de la soberbia al ridículo palmario y parece que empieza a recular. Las imágenes de la filas y filas de tanques y vehículos blindados, entre ellos los famosos Leopardos, la joya de la tecnología militar alemana, destruidos sin haber disparado siquiera, al lado de otros tantos franceses, ingleses y norteamericanos han dado la vuelta al mundo, inevitablemente. En tres días perdieron la mitad de sus fuerzas en la zona de Zaporizya. A este desastre hay que añadir que Rusia ha realizado una serie de ataques de precisión a instalaciones militares estratégicas destruyendo grandes depósitos de armamento y equipos militares, centros de mando y comunicaciones, así como equipos e infraestructura de defensa antiárea, mermando considerablemente sus recursos logísticas, de comunicación, despliegue y dotación de insumos a sus fuerzas en campo y por supuesto, sus capacidades operativas en el terreno. Aún así, Ucrania inició la contraofensiva. Sus logros en poco más de una semana: tres puebluchos ocupados durante dos días. Costo: más de mil soldados caídos, 2 aviones, más de 50 tanques y cientos de vehículos y artillería destruidos.
Tal parece que volar la presa e inundar las defensas rusas fue la medida desesperada de Ucrania y la OTAN ante la debacle militar y que les redunda en dos ventajas, al menos. Por un lado, le permite reagrupar fuerzas y fortalecer otros frentes en su contraofensiva. Así, reconcentraron tropas y equipos hacia el norte y lograron pequeños avances, tomando algunas poblaciones. Sin embargo, el costo ha sido muy alto y difícilmente sostenible. Por otro lado, les permite enfocar la atención mediática al desastre ecológico que representa la destrucción de la presa y desviarla del evidente fracaso de la multianunciada contraofensiva. De paso, parar la caída acelerada del valor de la acciones de las grandes empresas armamentísticas de occidente, puntal de su fracturada economía.
Por cuanto al manejo del atentado a la presa y sus consecuencias, culpar a Rusia sin más prueba que sus dichos, resulta un gran nuevo frente propagandístico. A los crímenes de guerra le pueden achacar a Putin crímenes ecológicos, es el malo. Se suma así un nuevo frente de la guerra mediática que ha ido acompañando a la guerra pura y dura. No en balde, a la batalla se suma Greta Thunberg, la estrella mediática más exitosa de la industria “verde”, quien, por supuesto, no dijo nada de la voladura por Ucrania de un ducto de amoniaco, esencial en la producción de fertilizantes. Atentado que costó la vida de civiles y perjudicó la producción de cereales; su preció aumentó inmediatamente en Europa, elevando aún más la inflación alimentaria en el continente.
Por cierto, vale recordar que fue Rusia quien abrió los puertos del Mar Negro al transporte de cereales y quien donó 20 millones de toneladas de trigo a países africanos afectados por la escasez. Apenas entraron al Mediterráneo, Europa confiscó los barcos y se robó el trigo; lo mismo había hecho, por cierto, con cargamentos de vacunas e insumos médicos donados por Rusia a África y a Latinoamérica. Trudeau acaba de regalar a Zelensky un avión en el que Ruasia envió a Canadá vacunas e insumos médicos durante la pandemia. La guerra de la OTAN contra Rusia es también contra Europa y el resto del mundo.
La agonía del hegemón
Está ampliamente documentado el esfuerzo político realizado por Rusia desde hace cuando menos 25 años para que Ucrania se mantuviera como país independiente y neutral. Están ampliamente documentadas, también, las intenciones de EUA y la OTAN de destruir a Rusia y a su gobierno. En 2008, Lavrov dejaba en claro al embajador Burns del peligro para la paz del mundo si EUA seguía alimentando una guerra civil en Ucrania con su apoyo a los ultranacionalistas, a los que ya había llevado al poder en 2005 con su “revolución naranja”. Si continúan, Rusia tendrá que intervenir, le advirtió. No importó, Estados Unidos continuó en su propósito. Cuando la sociedad ucraniana los botó del poder, Estados Unidos organizó el golpe de Estado y comenzó la guerra en 2014. Aún así, Putin firmó con Zelensky en 2019 un acuerdo de suministro de gas, no sólo a Ucrania, sino también para mantener el suministro al sureste de Europa. El acuerdo sigue vigente y el gas ruso sigue fluyendo a los europeos. Zelensky recibe de Rusia siete mil millones de dólares por ese acuerdo. Fue Putin, con Alemania y Francia, quien alentó los acuerdos de Minsk entre Ucrania y las repúblicas autonómicas. Fueron éstos quienes los violaron.
¿Qué hizo Ucrania apenas firmados los acuerdos? Bombardear el edificio del Ayuntamiento de Luhansk. ¿Qué hicieron Alemania y Francia junto con la OTAN? Crear un ejército de 500 mil hombres, armar a más de 100 mil milicianos neonazis y lanzarlos contra el este ucraniano. Según el New York Times, nada más la milicia del oligarca Kolomoisky, patrón de Zelensky, contaba en 2021 con 20 mil milicianos. El portal Desclassfied UK documentó que los gobiernos de Canadá y Reino Unido entrenaron y armaron al Batallón Azov, famoso por sus masacres brutales, sus ataques selectivos a hospitales y escuelas y el uso sistemático de civiles como escudos humanos (los videos que ellos mismos difundieron de los sótanos de la siderúrgica Azov en Mariupol son espeluznantes). La “no provocación” costó en 8 años, 3 millones de desplazados y más de 15 mil muertos, civiles ucranianos de origen ruso.
Cuando Rusia inició la operación especial aclaró que no pretendía ocupar Ucrania y que su propósito era desnaficiar y desmilitarizar el país, generar condiciones para retomar los acuerdos de Minsk y garantizar la supervivencia de más de 20 millones de ruso-ucranianos. En abril de 2022, estuvo a punto de llevarse a cabo un acuerdo de cese al fuego y el inicio de conversaciones de paz. El esfuerzo de Putin y Zelensky fue parado en seco por la OTAN. Su jefe militar declaró que si Ucrania queria negociar, “no se lo permitiremos”. A pesar de acumular más de cien mil millones de dólares en armas, 350 mil muertos, un ejército destruido y sus milicias dizmadas, la OTAN sigue escalando la guerra, promoviendo la entrada en batalla de Moldavia, ahora que en Polonia crece el descontento y sus autoridades se han replegado. Polonia ya no parece tan interesado en entrar en la guerra, pero sí Finlandia, Rumania y los países bálticos, recién incorporados a la OTAN.
En resumen, estamos ante una guerra total en la que se utilizan todos los medios, hasta crímenes de lesa humanidad, como la voladura de la presa, para combatir a un “enemigo” creado artificialmente para justificar la expansión de la OTAN al este y garantizar la hegemonía mundial de EUA (expansión que ya llegó a Asia: Japón ha iniciado ya el proceso para incorporarse; la guerra contra China va). Todos sus esfuerzos han sido en vano y el costo humano, inmenso. Aún así, desde ayer se llevan a cabo en Alemania los mayores ejercicios militares occidentales desde la SGM, enfocados a la defensa aérea. Cientos de aviones de 25 países vuelan hoy por los cielos alemanes simulando batallas aéreas y bombardeos de precisión. Mientras tanto, sus líderes siguen haciendo alarde de sus esfuerzos para boicotear la iniciativa de paz china. Ante el pasmo de sus sociedades, adormecidas en su abundancia artificial y su “superioridad moral” sobre la “selva” exterior, Europa se suicida.
Sin embargo, no todo está perdido. Hay indicios de que en los círculos de poder de Estados Unidos se cocina el abandono de Zelensky y su gobierno. La difusión de los papeles del Pentágono, el señalamiento de que Zelensky se ha robado más de 400 millones de dólares, la acusación al ejército ucraniano de sabotear el Northstream (absurda, por lo demás) podría indicar que se explora la posibilidad de “arrojar a Zelensky debajo del camión”, expresión al uso en la inteligencia gringa cuando se trata de acabar con un aliado incómodo.
Otro indicio, tímido pero significativo, es que Estados Unidos haya modificado su inicial postura sobre la presa de Javovka. Aunque se niegan a aceptar una investigación independiente, exigida por Rusia ante el Consejo de Seguridad de la ONU, la difusión del hecho ya no hace hincapié en la responsabilidad rusa. El periódico alemán Bild eliminó de su primer encabezado de la noticia la frase que culpaba a Rusia, para dejar como incógnita la autoría del atentado. Como dije, lo más probable es que haya sido una operación dirigida por la inteligencia británica para permitirle a Ucrania fortalecer otras posiciones.
De abrirse la posibilidad de la retirada de Estados Unidos, dejaría en manos de Europa la solución del conflicto. De nuevo hay indicios de que se camina en esa dirección. Por ejemplo, los intentos de Olaf Scholz de hablar personalmente con Putin y los acercamientos de Macron para evitar que China retire su iniciativa de paz y se alinée completamente con Rusia. Hasta ahora, parece que estos esfuerzos se han topado con pared. Putin no tomó la llamada de Scholz y Xi Ping advirtió que si la OTAN escala el conflicto, China defenderá a Rusia, máxime que Estados Unidos calienta día a día el conflicto en el Mar de China. Su flota nuclear avanza lentamente y ya ha habido, al menos, dos escaramuzas peligrosas entre embarcaciones de uno y otro bando, así como de la aviación defensiva de China ante la violación de su espacio aéreo por EUA. Ayer mismo, fue detectado y expulsado un avión espía norteamericano de las costas de China frente a Taiwán. Parece que la guerra en Ucrania dejará el paso a la guerra contra China. Estados Unidos es un Estado terrorista y en su agonía pretende llevar al mundo al desastre absoluto.