Hace unos días exploramos la forma en que las tecnologías han contribuido a disminuir la violencia contra las mujeres en el espacio público, principalmente a través de políticas publicas como los senderos seguros implementados en Iztapalapa y en la Ciudad de México, donde se reportó una disminución de los actos delictivos contra las mujeres hasta en un 70% de 2018 a 2024 en Iztapalapa y un 28.8% de 2018 a 2022 en la Ciudad de México.[1]
Parte del éxito de estas políticas públicas se debe en gran medida a la aplicación de tecnología que permite alertar a las autoridades cuando una mujer o cualquier persona se encuentra en peligro. Esta tecnología va desde los tótems instalados, los botones de auxilio y cámaras de videovigilancia, e incluso actualmente se puede observar que como parte de la modernización del transporte público para algunas ciudades, se ha considerado la compra de kits de videovigilancia para las unidades. Estas tecnologías tienen el objetivo de conectar los espacios a centros de monitoreo que permitan observar en tiempo real lo que sucede tanto en las calles como al interior de las unidades de transporte, según sea el caso. [2]
La tecnología también se localiza en la infraestructura que encontramos en las calles, por dar un ejemplo parte del éxito de los senderos seguros que se implementaron en Ciudad de México se debió a que se colocó alumbrado público bajo criterios que generaban mayor percepción de seguridad en los espacios, impulsando así un cambio en la implementación de este elemento, pues durante décadas este se centraba en el arroyo vehicular, dejando de lado al peatón como el usuario prioritario de la vía.
La evolución de las calles seguras debe pasar por la integración de nuevas tecnologías en el elemento más crucial que es la iluminación, pues los contextos, las calles y el espacio en general es muy diverso dependiendo la zona, e incluso si se trata de zonas rurales o urbanas. Un ejemplo es que en Iztapalapa se adaptaron luminarias con diferentes intensidades de luz, pues aunque la especificación fue colocarlas a máximo 30 m entre una y otra, la luz no alcanzaba a iluminar el espacio, y tampoco era factible considerar la compra de más luminarias, pues se tornaría en un elemento estorboso para peatones, por lo que la solución fue aumentar los luxes y con esto lograr un mayor grado de iluminación en el espacio, con el mismo número de luminarias.
Ejemplos como el anterior, nos indican que es necesario seguir explorando nuevas opciones tecnológicas; en los últimos años han surgido otras tecnologías que se centran en el ahorro de costos, al ser iluminación adaptativa que ajusta la intensidad de la luz en función de las condiciones ambientales, o bien adaptándose a la cantidad de luz natural disponible e incluso con sensores que detectan la presencia de personas para encenderse de manera automática. Algunas otras opciones se encuentran en la iluminación inteligente, que ha mostrado ser efectiva en otros ámbitos más allá de la irradiación al permitir controlar y monitorear las luminarias de manera remota, así como comunicarse con otros dispositivos para recoger datos sobre la calidad del aire, el tráfico y el uso de energía, incluso como puntos de acceso WiFi e incluir cargadores para vehículos eléctricos.
En temas de políticas públicas, a nivel federal, en 2022 la SEDATU publicó la herramienta “Calles Seguras, Caminemos Unidas”[3] que retomó las experiencias de Iztapalapa y de la Ciudad de México para contar con diferentes niveles de intervención urbana, destacando la iluminación como elemento prioritario y brindando opciones de acuerdo con el contexto en el que se quisiera implementar esta estrategia. Parte de los elementos de esta herramienta fueron retomados en el diseño de la NORMA Oficial Mexicana NOM-004-SEDATU-2023, Estructura y diseño para vías urbanas[4], lo cual les hace vinculantes en el diseño de calles. Para ambos instrumentos, el gran reto se encuentra en la ejecución a nivel local. En su momento, la Guía de Calles Seguras Caminemos Unidas, funcionó como orientación para otros municipios del país, con el objetivo de que pudieran llevar a cabo obras públicas, rehabilitar calles con este método y así llegar a alcanzar la elaboración de Normas Técnicas locales[5]. Actualmente, sería imprescindible establecer criterios dentro de programas regionales o bien en instrumentos de planeación, que permitan identificar y priorizar la rehabilitación de calles conectoras entre la vivienda o suelo destinado para esta y las vías de transporte público, sobre todo cuando existe un programa que construirá un millón de viviendas adecuadas, lo que significa contar con cercanía a centros de trabajo, de estudio, actividades recreativas, espacios del cuidado, entre otros elementos.
En todos los niveles de gobierno, al identificar que el alumbrado es el punto neurálgico del éxito de las calles seguras, es indispensable la mejora tecnológica en los sistemas de iluminación, pues no existe un catálogo público que facilite a los municipios, zonas o regiones identificar y discernir entre tipos de luminarias, número de luxes, costo de mantenimiento, entre otros factores que permitan realizar de forma práctica un análisis de costo beneficio de estas tecnologías. La gestión del alumbrado público es un elemento que deberá optimizarse a nivel de infraestructura pero también de gestión. Es crucial buscar acuerdos a escala nacional que posibiliten un acceso más amplio a la energía eléctrica específicamente para estas acciones, donde incluso podrían considerarse estímulos energéticos para los municipios que incluyan estas políticas en sus programas de obras públicas y planeación urbana.
Por último, y haciendo referencia a Jane Jacobs en “Muerte y Vida de las Grandes Ciudades”, es importante que las calles se miren no solo como un espacio de tránsito, sino que también sean un espacio de convivencia, donde se haga hincapié en su activación. El objetivo final debería ser que las calles tengan un dinamismo y vida propia, por lo que es necesario revisar el elemento fundamental del espacio público, que es la participación comunitaria. De qué manera se puede estimular el uso del espacio de forma activa, autogestiva y segura, aprovechando la infraestructura de los senderos seguros e incorporando las nuevas tecnologías en los procesos de colaboración comunitaria, sin duda requiere de un análisis aparte.
[1] Iztapalapa bajó 70% los delitos contra mujeres con caminos seguros – 24 Horas
[2] La tecnología en la disminución de violencia contra las mujeres (I) – Revolución 3.0
[5] Cruz Pérez Cuéllar presenta la estrategia “Calles Seguras, Caminemos Unidas” – El Soberano