Comienza el último mes del año y ya ha transcurrido casi una semana desde que tuvo lugar la multitudinaria marcha del 27 de noviembre en la que se festejó el cuarto año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y se demostró, con contundencia, la enorme fuerza e ímpetu de la gran mayoría del pueblo que hoy respalda la gestión del tabasqueño, así como ayer luchó durante varios años para que el tabasqueño pudiera alcanzar la presidencia y aplicar su proyecto desde el máximo cargo político del país.
Las reacciones, reflexiones y análisis desencadenados por este histórico acontecimiento político-social no han cesado. Aunque no es posible leer todo lo que se ha escrito al respecto, estos días me han permitido asimilar un poco más tanto lo que viví personalmente ese domingo memorable como los textos y las experiencias de gente diversa. Las siguientes impresiones son el resultado.
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- Si pudiera resumir en dos palabras lo que se respiraba en el ambiente esa mañana (que se fue alargando hasta la tarde), serían: alegría y agradecimiento. En el festivo ambiente pululaban los cantos, los bailes, los gritos (“¡Presidente!, ¡Presidente!”; “Es un honor estar con Obrador¡; “No estás solo, no estás solo”), los colores (porque quienes acudieron no fueron todos uniformados de un único matiz como el negro o el blanco, ni siquiera el guinda y, mucho menos, el rosa, cada quien se vistió como quiso, incluso con disfraces o con los trajes típicos del lugar del que provenían) y las pancartas hechas a mano sobre cartulina u otros materiales en las que se leía una y otra vez el vocablo “GRACIAS”…gracias al candidato que prometió: “Por el bien de todos, primero los pobres” y que como presidente ha cumplido cabalmente; gracias al político que no traicionó sino que, muy por el contrario, ha rebasado incluso las expectativas de sus más fervientes simpatizantes; gracias al líder social con el que marchamos tantas veces y con el que volvemos a marchar hoy que ya es el mandatario de la nación. Hay personas a las que les es muy difícil agradecer algo y, mucho menos, a alguien que consideran que tiene la obligación de actuar de cierta manera. No comprendo esta reticencia. Y parece que quienes asistieron a la masiva concentración del domingo, tampoco. Cumplir las promesas de campaña no ha sido la regla en la historia política de nuestro país y que AMLO haya roto esa infame tradición es inédito. Cómo no agradecérselo.
- Antes, durante y después de la marcha, no faltaron analistas, políticos, locutores y periodistas que criticaron la convocatoria de Obrador acusándola de tratarse de una “loa al ego”, una conducta impropia de un presidente, un innecesario llamado “machista”, “patriarcal” para “mostrar músculo” y medir fuerzas con la oposición debido a la marcha a favor de INE corrupto que se realizó un par de semanas antes. Escudándose en argumentos feministas o supuestos protocolos de etiqueta política, pretendieron descalificar esta decisión de AMLO, quien sólo respondió a la insistencia de salir de nuevo a las calles por parte de muchos de sus simpatizantes, los cuales desde hacía tiempo en redes y en otros foros lo exigían a la dirigencia de MORENA y a otros actores políticos. Por otra parte, resulta desconcertante que haya mujeres a las que les parezca machista “mostrar músculo y fuerza”, como si ellas carecieran de ese músculo y esa fuerza para parir, para cuidar y sí, también, para festejar y defender un proyecto político. Han luchado siempre precisamente porque se reconozca en el ámbito público la fuerza y el músculo femeninos, como para que ahora pretendan usar o permitan que los hombres usen ese argumento falaz por intereses políticos nada inocentes. Ceñirse a los estrechos corsés políticos de los regímenes pripanistas nunca ha sido una característica de López Obrador. Distanciarse de estas formas hipócritas es una de las razones de la enorme aprobación popular de la que disfruta, y que le permitió marchar junto a ese pueblo que lo acompañó durante varias horas en su trayecto del Ángel de la Independencia al corazón de la capital del país, para luego escuchar con atención su discurso casi dos horas, tanto en la explanada del zócalo como en las distintas pantallas que se colocaron sobre Reforma o la calle de Madero. Y hay que enfatizar: marchó JUNTO a su pueblo, no presidió ni saludó desde las alturas como otros líderes políticos ni fue cargado sobre los hombros de nadie. Convocó, marchó y pronunció su discurso…sin necesidad de fragmentación o propaganda millonaria en los medios de comunicación dominantes, ni disfraces de “sociedad civil” en los que se enmascaran poderes empresariales a cargo de mover los hilos de partidos políticos y dar órdenes a “ciudadanos independientes”.
- Niños, jóvenes, adultos, ancianos, hombres, mujeres, gays, lesbianas, blancos, morenos, capitalinos, nayaritas, sonorenses, veracruzanos, guerrerenses, campesinos, profesionistas, maestros, empresarios, obreros, militantes, no militantes, en silla de ruedas, con muletas o andadera, en patín del diablo, etcétera…todo el espectro demográfico estaba representado ahí…todo. Ni siquiera faltaron quienes plantean reclamos al gobierno, como familiares de desaparecidos o maestros de la CNTE. No fueron desalojados a la fuerza ni se les dio por su lado para que se retiraran, aunque luego no les cumplieran lo prometido, como sucedía en los gobiernos pripanistas. Sus cartelones podían ser leídos libremente por quienes marchaban. Aunque portales informativos, como Animal Político, afirmaron que recibieron insultos, la realidad es que, en todo caso, pudo haberse tratado de algún incidente aislado, pero nada grave ni la regla.
- Abrumados por la enorme cantidad de personas que inundaron las calles de la ciudad para marchar con su presidente e incapaces ya de negar -aunque lo intentaron- la dimensión de lo que presenciaron en las pantallas de televisión, en las fotografías enviadas a través de redes sociales y publicadas en los sitios periodísticos de Internet, así como en las tomas aéreas de drones, tuvieron que apelar al clásico recurso de denostar a los asistentes negándoles, con un chocante tufo clasista, cualquier capacidad de raciocinio. Tanto opinadores de derecha -en virtud de los ya consabidos intereses económicos- como de esa ala de izquierda mezquina y resentida -debido a que la izquierda que llegó al poder, contra todos los pronósticos y a pesar de los obstáculos que trataron de impedirlo, no se sujetó a dogmas teóricos ni a sus recomendaciones expertas- desde sus cubículos académicos en el extranjero, cafés de Internet, mesas de debate en radio y TV o columnas periodísticas, utilizaron de manera más o menos sofisticada los mismos argumentos: ´”la popularidad de AMLO no significa un buen gobierno ni ningún logro destacable”, o “un frutsi y una torta fueron las zanahorias que atrajeron a tanta gente”. Una doctora en historia residente en el extranjero, quien alguna vez consideró fuerza insurgente de izquierda(???) a los Misteriosos desaparecedores que “secuestraron” a Diego Fernández de Cevallos; un experto en redes que se aterroriza y goza aterrorizando a la gente por cualquier fenómeno que tenga lugar con herramientas digitales como los guacamayaleaks y que pretendió “documentar la realidad” de la marcha sin estar presente en la marcha; un politólogo de la comunidad LGBT y colaborador del Reforma y Tercer Grado, son algunos ejemplos de quienes minimizaron, cuantitativa y cualitativamente, la participación política del 27 de noviembre. No toman en cuenta que las políticas sociales y redistributivas de este gobierno han incidido en los bolsillos de los beneficiados sin distingo alguno por estar consagradas en ley: la pensión universal para adultos mayores la recibe tanto la señora que llama indio de Macuspana patarrajada a López Obrador como la anciana que, durante la marcha, a pregunta expresa de que si era acarreada responde: “yo estoy con él desde que empezó, no era presidente, ¿eh?, ya no vamos a tener a otro presidente igual…me dan ganas de llorar, de gritar, ya no vamos a tener a otro como él…el pobre siempre abajo, siempre abajo, el rico arriba…con él, no…para mí el presidente ha hecho bien todo, la ayuda a la gente mayor, que soy yo…ellos dicen que todo está mal para que a uno se le grabe, pero, no…ya no va a haber otro como él”. Esta transferencia directa de efectivo no sólo tiene consecuencias materiales, sino también psicológicas: ya no sentirse “estar siempre abajo, siempre abajo”. Así de sencillo, pero también así de profundo. Son razones reales, sólidas y válidas que generan emociones y esas emociones racionales son las que impulsan la voluntad, el afecto, la aprobación sentida y pensada a un gobierno que ha ayudado a descubrir, reconocer y fortalecer su dignidad y autoevaluación a tantos humillados y ofendidos durante décadas. Cómo no valorarlo y agradecerlo, no desde la inferioridad ni la sumisión, sino desde la horizontalidad.