Los orígenes de ISIS, anteriormente Al-Qaeda en Irak, y recientemente renombrado “Estado Islámico”, como las guerras en el mundo árabe, son circunstancias altamente complicadas, que lo son más cuando lo observamos desde el punto de vista de occidente y generalmente se resume a “fanatismo islámico”, sin ir más allá, sin arriesgar un poco más, para encontrar, con mayor lógica, que existen intereses políticos y económicos invertidos para generar poder hegemónico o conservarlo.
Resulta fácil (y conveniente para potencias occidentales aliadas) creer que quien se autoinmola o hace explotar una bomba en uno o varios atentados es un despiadado, fanático y asesino, que busca completar una misión única y completamente religiosa, cuyo fin principal es imponer el islam.
Independientemente de las creencias, los poderes fácticos podrían estar mayormente relacionados con los atentados, que lo religioso (¿acaso no fue Estados Unidos quien entrenó a Osama bin Laden?). Vladimir Putin ha asegurado lo que es evidente, pero peligroso de expresar: “Entre los 40 países que financian al grupo Estado Islámico se encuentran varios miembros del G20”.
Isis no es más que el ejército robot de Estados Unidos y posiblemente de sus aliados. Ya que el primero ha entrado a bombardear Siria bajo la ‘excusa’, que combate al Estado Islámico, sin embargo no ha pedido opinión alguna del presidente al Assad, quien también asegura querer erradicar al grupo terrorista, curiosamente el país norteamericano lucha mayormente contra el ejército sirio e incendia zonas con alta afluencia de sociedad civil, como si la guerra fuera para debilitar al pueblo y derrocar a su mandatario, actos que han retomado sus aliados, entre ellos Francia.
Posiblemente la Tercera Guerra Mundial sí esté tocando las puertas del mundo y la nueva arma diseñada sea ISIS, una construida por Estados Unidos y la OTAN, cuyo fin último sea la apropiación del abundante petróleo que posee Oriente Medio, al mismo tiempo debilitar países que funcionan como ‘murallas’ (el caso de Irán e Iraq) y así golpear a Rusia e incluso a China.
Aunado a esto el odio religioso y racial se extendería, como ya está sucediendo, a todo occidente y países periféricos. Estados Unidos mantiene la hegemonía y la extiende a sus aliados, porque incluso tiene el poder de manipular a las sociedades, a quienes les ordena por quienes sentir pena y lamentar su muerte y a quienes odiar, a quienes llorarles y a quienes hacer invisibles. Tenemos a millones lamentando (hasta el absoluto odio) la muerte de sociedad civil inocente, que no demandó a su presidente detener los bombardeos sobre las casas y refugiados inocentes que suplicaban, tras varios años de ataques, tras cientos de días de atentados, paz y un cese al fuego sobre quienes no les habían causado daño alguno a las superpotencias y su población.
Las muertes de civiles a los mandatarios que financian el terrorismo en nada les importa, porque pelean por intereses no por personas. La estrategia es simple, las potencias occidentales crean un caos constructivo. Han pasado años contrayéndolo, porque las pruebas están en todas las invasiones (disfrazadas de defensa de derechos humanos y creación de paz), el fin es la desestabilización de todos los países de Medio, próximo y lejano oriente que no están dispuestos a supeditarse a la manipulación de Estados Unidos.
Con violencia y caos se podrá debilitar a Líbano, Palestina, Siria e Iraq, tomar el Golfo Pérsico, Irán y resguardar las fronteras de Afganistán, hoy vigiladas por la OTAN. Lo cual significaría victoria para Estados Unidos y sus aliados, incluido Israel, quienes teniendo dichas zonas bajo su control, podrán imponer su ley, al obtener el poder que defina sus necesidades y objetivos geopolíticos. Lo que Putin ha dicho no ha sido un dato nuevo o una hipótesis descabellada, lo que el mandatario ruso ha externado es parte del proyecto de un grupo de países cuyo principal método de manutención siempre ha sido la guerra y el robo de la soberanía.