Censura y nula libertad de expresión, fueron los argumentos que dio la periodista Karen Cota, con respecto a su renuncia al medio de comunicación Milenio, luego que tiempo después de publicar un reportaje seriamente sustentado, sobre el programa social Cruzada contra el Hambre y su “falso” éxito, fuera personal de SEDATU quienes pisaron las instalaciones de dicho medio nacional para confrontarla, mientras Rosario Robles Berlanga, entraba a la oficina de Carlos Marín, motivo derivado de la misma situación.
Se desconoce qué se dijo, qué se pidió, qué se condicionó en aquella reunión entre Marín y Robles, pero apegados a los hechos que siguieron después de ésta, como una ‘réplica’ en primera plana, datos de INEGI, sin que se constatara la veracidad de su participación y la ‘edición’ del reportaje, podrían dar una lectura que el estilo del “no pago para que me peguen”, impuesto por el priista José López Portillo, sigue siendo una divisa vigente.
La segunda llegada al poder del priismo, constató que dicha frase continúa siendo moneda corriente en la relación gobierno – prensa, la cual ha cobrado mayor fuerza en el sexenio presente, donde un gran número de medios (de los cuales muchos eran contestatarios al oficialismo), hoy se han alineado a lo que “mande el gobierno”, aún siguen habiendo excepciones, pero cada vez más han ido disminuyendo.
Sin embargo, aún cuando los cambios en el tipo de noticias y opiniones, son pruebas evidentes que un medio de comunicación ha sido sometido por el oficialismo, aún la sociedad sigue sin querer plantearse el problema de saber cómo funciona la censura por la vía financiera, omitiendo el principio que la censura es lo propio del poder (de todo poder).
Aunque hoy la censura sigue operando por medio de la violencia, que en gran cantidad de casos deriva en muerte o cárcel, pareciera que funciona de manera más eficaz la asfixia u oxigenación financiera, según sea la situación del medio. En México la “eliminación”, “edición” y el “ocultamiento” de información sucede a diario, en prensa local, estatal o nacional y es que aunque los casos más sobresalientes sean los de comunicadores altamente reconocidos, lo cual es directamente proporcional al apoyo ciudadano, muchos periodistas padecen la frustración de ver como sus verdades fundamentadas son ‘guardadas’, por los directores editoriales.
¿Dónde está la verdad? si los medios de comunicación están ocultándola, si la prensa no está cumpliendo con la misión de imparcialidad, sino con el boletín del gobierno, y la garantía de veracidad, objetividad y credibilidad dependen de haber o no pautado con el oficialismo. Dicho planteamiento es otra de las graves problemáticas que acosa al país, porque nos enfrentamos a un Estado de inseguridad informacional.