(30 de mayo, 2020. Revolución TRESPUNTOCERO).- “El DF tiene su cultura y bien fuerte, y la música, el folklor de México DF es la cumbia sonidera, ¿qué más importancia y qué género tan fuerte para representar una riqueza cultural de un lugar, de una sociedad, que en algún momento fue quizá la cumbia de Rigo Tovar o de Chico Che…? Los bailes populares, ese es el folklor de ahora de la Ciudad de México”, cuenta la vocalista de La China Sonidera, Georgina Saldaña Wonchee, quien, a 20 años de haberse mudado a Oaxaca, se resiste a dejar de decirle DF a la capital, de donde es originaria.
En entrevista para Revolución TRESPUNTOCERO, la cantante también comenta: “Oaxaca es tan rico culturalmente y en cuanto a tropicalidad también: están las chilenas, están los sones istmeños, está toda la música de la costa, en fin, hay tanta riqueza y tanto folklor, que está muy bien especificada y denominada, bien definida… y aceptada también culturalmente, pero en el DF está un poco perdida, un poco menospreciada”.
Origen de La China Sonidera
Georgina es hija de Jorge Saldaña, periodista, comunicador y compositor que se volvió un ícono de la nostalgia y la añoranza musical en México, y de Leticia Wonchee, de ascendencia directa china, lo que valdría para apodar a Georgina como “La China” entre sus amigos y seres queridos.
Hace ya dos décadas abandonó la capital para mudarse a Oaxaca, como restauradora en Ocotlán de Morelos. “Ahí me encontré con una vida cultural muy rica en la parte festiva, en la parte de música mexicana y también latina”, describe.
“La China”, que en su equipaje musical llevaba la vida nocturna chilanga de los salones de baile, como el Gran Forum, el Tropicana, Los Ángeles o el California Dancing Club, se topó con una expresión de la fiesta diferente en Oaxaca: las fiestas patronales.
Después, Georgina llegaría a la capital oaxaqueña, donde “conocí a Alfonso Barrera, que es el guitarrista de la banda; él era rockero, en realidad, también chilango y vino siguiendo al maestro (Francisco) Toledo, porque él tambien pinta y quería desarrollar su carrera en las artes plásticas —relata—, pero también como músico y como guitarrista, pues empezó a tener ganas de esta parte de la fiesta y de la tropicalidad que existe en la Ciudad de México”.
El Café Central
Saldaña recuerda cuando ambos descubrieron el extinto Café Central, que se ubicaba en Miguel Hidalgo 302, en el centro de Oaxaca; el cual, en palabras de la cumbiera, era un lugar emblemático de encuentro para toda la gente que se dedicaba a las artes.
“Era interesante porque traían grupos de fuera, innovaban mucho en la música; no necesariamente grupos muy conocidos, sino gente independiente que tenía propuestas interesantes. Y además, también se podían bailar tropicales, no todo el tiempo, pero sí de repente ponían música tropical y eso era muy alentador para nosotros chilangos, que veníamos del DF y buscábamos la cumbia”, relata.
En dicho espacio, se empaparon de referentes que les daban pistas sobre cómo se podían fusionar distintas tradiciones musicales, como Kumbia Queers, de Argentina, con quienes los que se volverían el guitarrista y el baterista de La China Sonidera se fascinaron ante la combinación de “la cumbia villera y el rock y el punk que ellos sabían estaba ya en sus venas”.
“El baterista se denomina que hacía ‘rock ranchero’, él es del Istmo de Tehuantepec, Kleiber Toledo. Él y Alfonso dijeron: ‘no, pues sí se puede’”, rememora Georgina. “Yo más bien era más cumbiambera, yo era más de la Sonora Dinamita para atrás o pa delante, pero en esos géneros”, pues ya había participado en grupos de música versátil en Ocotlán, aunque también de son jarocho en la ciudad de Oaxaca.
“Con mi papá siempre fue el bolero y el son cubano, pero la cumbia era ya algo más nuevo, digamos; para mi papá todo lo que no fuera bolero era rock & roll o era rock”, dice entre risas. “La cumbia era algo mucho más contemporáneo para esos estándares de la nostalgia”, subraya, justo con la añoranza tan característica de su padre.
Un estilo propio
El plan original era hacer covers, “pero distintos a los que tocaban los grupos versátiles, queríamos hacer covers de cumbia colombiana, etcétera… algo muy sabroso, algo muy para bailar”.
No obstante, resultó inevitable para sus colegas “echarle su sentimiento y todos sus antecedentes de rock, de lo que ellos traían en sus oídos como músicos. Y pues salió este híbrido, esta cumbia que es medio fusión”.
Asimismo, el eventual contacto con un argentino funkero aportaría más elementos para nutrir su estilo. “La cumbia tiene ese saborcito así medio sucio del funk, que es lo que significa funk: así como medio cochinón (…) la verdad que embonaba muy bien todo su sabor de funk con la cumbia, era muy agradable”, narra “La China”.
De esta manera fueron estructurando un estilo muy peculiar, grabaron dos discos, empezaron a viajar, a presentarse en el extranjero y “bueno, con el tiempo pues la música independiente es difícil de sostener, un proyecto independiente es como un marido, es muy fácil enamorarte y casarte, ¿verdad? Pero a ver, aguanta con el marido 10 años o más”, bromea Georgina para contextualizar la deserción de algunos integrantes y las modificaciones que ha sufrido la agrupación.
El nombre se decidió a partir de una mezcla entre el apodo de Saldaña, el juego de que por tocar covers harían “música pirata” y la cercanía con la cumbia de la calle, para la gente de a pie.
“La cumbia sonidera es la cumbia mexicana que inició en el DF, entonces quisimos usar ese término porque era más o menos lo que iba a representarnos, aunque no hiciéramos cumbia sonidera, porque no estamos en el DF, no nacimos en el DF (como grupo). Musicalmente es un proyecto oaxaqueño, pero pues era la música para salir a la calle”, explica. “Ya finalmente no hicimos covers casi, finalmente decidimos empezar a componer y a ver qué salía”.
Lo que terminó de brindar el sello oaxaqueño a La China Sonidera, según detalla Georgina, fue la llegada de una anhelada sección de metales, con elementos del Istmo de Tehuantepec, de los valles centrales y de la Sierra Mixe.
“Son músicos que ya son de tradición oaxaqueña de varias generaciones y ellos le han inyectado un sabor distinto a esta cumbia, sí se puede interpretar como algo más oaxaqueño, como una cumbia oaxaqueña”.
“Presente”
Dos años después decidieron grabar su tercer disco, acompañados de un productor, “alguien que le echara mano a nuestras creaciones, que enriqueciera, que nos enseñara a nivel musical (…) y fue nada más y nada menos que con Andrés Levin, que es un músico excepcional y pues que los sonidos latinos son lo suyo”.
Ante la contingencia por COVID-19, el álbum “Presente” tuvo que presentarse en un concierto streaming, con músicos invitados de la talla de Olinka y Lila Downs. “Es un disco de esperanza (…) grabado justo en un momento en el que estaba a punto de cambiar el gobierno aquí en México, en el 2018, y era pues un momento de muchísima esperanza, de mucha emoción”.
A la pregunta explícita sobre si sigue latente dicha esperanza, Georgina responde: “Claro, yo creo que sí, ahora más, porque estamos viendo resultados y estamos viendo que hay cambios y que obviamente hay mucho que caminar, pero sí, ahora con más razón, ahora hay mas esperanza todavía porque ya vimos que sí se están haciendo las cosas diferente. Sé que socialmente está muy polarizado (…) pero a mi modo de ver, sí hay muchísimo cambio.”
“La China” reconoce la influencia del panameño Rubén Blades en cuanto a la conjugación entre el baile y el pensamiento. “Al escucharla (una cumbia) no nada más te dan ganas de bailar y te mueve las entrañas, también te mueve cosas en el intelecto, también te hace click de ciertas cosas que está diciendo y que tú te relacionas”.
Así como en el 2017, en su disco anterior ya habían realizado una crítica contra la “casa blanca” de Angélica Rivera, en ese entonces esposa de Enrique Peña Nieto, con la canción “Señores Telenovela”, en su nuevo material tocan temas sociales como la reivindicación de los pueblos indígenas, la migración, entre otros.
“Hay también canciones de amor y de cómo uno la riega en una relación de pareja, no es que seamos un grupo político, pero sí creo que la política es algo que toca a todos los sectores de esta sociedad y en lo que nosotros hacemos como músicos pues sale algo siempre (…) Quizá usamos un lenguaje colorido y de humor, no nos ponemos intensos tampoco, porque pues no somos gente intensa de política y de música de protesta, eso no es nuestro proyecto, pero tampoco es que no manifestemos una postura con nuestro idioma y con nuestro lenguaje”, concluye Saldaña.