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La clase media en México: de más a menos y de menos a más o menos

Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam

(17 de junio, 2013).- Mucha tinta ha corrido en el último medio siglo en torno a temas relacionados con los ricos y su contraparte, los pobres. Se analiza, teoriza y reseña sus modos de vida, sus oportunidades, sus sueños, los disfrutes de los primeros y los sufrimientos de los segundos, las estrategias de sobrevivencia de éstos y los lujos excesivos de aquellos. De los ricos se analiza su sentido de la oportunidad, su egoísmo, su facilidad para dejar a un lado valores como el amor y la solidaridad, privilegiando la rapacidad y la ambición desmedida. Los pobres, en cambio, aparecen siempre como personas buenas que luchan día a día tratando de superar la condición desventajosa en que los coloca su pobreza.

Menos atención ha merecido el sector intermedio, la llamada “clase media” que aparece en una especie de limbo, pues se sitúa en medio de las dos clases antagónicas por antonomasia; para algunos analistas, incluso, es una clase reaccionaria, conservadora, pasiva, incapaz de iniciar una revolución o de aliarse a los menos favorecidos en su lucha por lograr un mejor nivel de vida, a pesar de que de sus filas han salido los ideólogos y líderes de más de un movimiento social.

A diferencia de las clases ubicadas en los extremos de la distribución de los recursos, poco se habla de los esfuerzos que la clase media hace para mantener el nivel de vida que alcanzó durante las décadas del conocido “milagro mexicano” (1940-1970), durante las cuales creció al amparo del Estado benefactor, para luego ver disminuido su tamaño debido a un nuevo modelo económico, llamado neoliberal o de capitalismo salvaje, gracias al cual se han reducido sus oportunidades para alcanzar el bienestar de generaciones anteriores.

En este contexto, es notable la atención que se le presta hoy a esta clase para afirmar que por fin México se perfila como un país de clase media. De acuerdo con información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), –publicada, entre otros medios, por El Economista América el 12 de junio de 2013–, durante la década transcurrida entre los años 2000 y 2010 la clase media pasó del 35.2 al 39.2 por ciento de la población total del país, siendo que hace 13 años ésta habitaba en el 38.4 por ciento de los hogares y en el 2010 en el 42.4 por ciento de éstos. Varias son las reflexiones que este estudio concita, vayan aquí algunas de ellas.

Primero, es notorio cómo algunos medios se esfuerzan por hacer aparecer este avance como más importante de lo que el mismo INEGI ha dicho, al mencionar no la cifra que hace referencia a la población, 39.2 por ciento, sino al porcentaje de hogares a los que dicha población pertenece, en este caso, se afirma que el 42.4 por ciento de la gente en México es clase media. Este tratamiento de la nota da a pensar en una cifra mayor de crecimiento además de minimizar otros datos tan importantes como que 2.5 por ciento de los hogares son de clase alta, viviendo en ellos el 1.7 por ciento de la población del país, mientras que, en el otro lado del espectro social, se tiene al 55.1 por ciento de los hogares donde desarrolla su vida el 59.1 por ciento de la población mexicana. Presentado así resalta el hecho de que la diferencia entre la llamada clase media y las clases menos favorecidas es de casi 20 puntos porcentuales, lo cual sitúa a México más como un país de clase baja que de media.

Segundo, hablar del crecimiento de la clase media, como se hace en el estudio presentado por el INEGI parece incompleto toda vez que no se hace un comparativo en cuanto al movimiento de las otras dos clases sociales, la baja y la alta, de manera que permitiera saber si el aumento en la concentración de la riqueza ha provocado que un segmento de la población que antes era considerada clase alta ahora sea media. Si fuera el caso, el crecimiento de la clase media no sería un avance sino un retroceso. Este ejercicio no es ocioso si se considera que en el mundo la tendencia observada en las últimas décadas en cuanto a una altísima concentración de la riqueza en poco menos del 2% de la población total, se ha visto traducida no sólo en una reducción de la clase media, sino en un menor nivel de vida tanto para ésta como para la clase baja. En este sentido México no es la excepción, además de que la situación se agrava al considerar problemas de inseguridad y violencia que sumados a los de desempleo y educación colocan a la población en un escenario de mayor vulnerabilidad.

Tercero, asumiendo que el aumento de la clase media es un avance, México se encuentra rezagado en relación con otros países de América Latina, región en la que a decir de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la clase media va en aumento. (http://goo.gl/8RXfG) En comparación con otros países latinoamericanos, México tiene un crecimiento económico menos vigoroso, según afirma el economista para la región del Banco Mundial, Augusto de la Torre.

Cuarto, para cualquier país el aumento de la clase media supone una serie de ventajas toda vez que en ella se recargan el crecimiento y estabilidad del mercado interno, así como la recaudación fiscal. Esto no tendría mayor problema si la clase media de economías emergentes, como la mexicana, tuviera suficientes oportunidades de elevar su nivel de vida y contribuir adecuadamente al desarrollo del país; sin embargo, la tendencia actual es sobrecargar los hombros de dicha clase a partir de un cobro inequitativo de impuestos; una estructura ocupacional que no alcanza a ofrecer un número suficiente de empleos a sus cada vez más preparados miembros; los topes salariales y el alza continua en los precios de productos básicos y no perecederos, así como en rubros como vivienda, educación, salud, recreación, etcétera.

Lo anterior lleva a cuestionar dos hechos: el achicamiento de la clase media al pasar de un modelo económico a otro, en la década de los ochenta; y su posterior aumento sin que se analicen seriamente las condiciones de desventaja en las que lo hace. Es así que la clase media mexicana pasó de más a menos y de menos a “más o menos”.

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