La derecha mexicana, cuyo proyecto jamás ha incluido, la igualdad, la justicia social, el control democrático del poder y la participación ciudadana, ha vuelto a calificar como ‘populismo’ y ‘populistas’, a quienes mantienen como base de una ideología dichos elementos.
Las derechas han vuelto a unirse (en forma abiertamente cínica), para intentar diluir el rechazo social a su programa neo-oligárquico, falseando que todo aquel bienestar que pueda recibir el pueblo, son engaños dañinos e incluso nocivos para la sociedad.
Paradójico, la derecha en el poder se hace llamar representante de los intereses de todo el país, (independientemente de la clase social, etnia y género), cuando ha hecho recortes a servicios esenciales, privatizaciones, violado incontable número de veces los derechos humanos, promovido y otorgado contratos basura, finge desconocer los casos de miles de desaparecidos y torturados, aumenta impuestos al pobre y se los elimina a los grandes consorcios, indulta a corruptos, persigue a los migrantes, aumenta la edad de la jubilación y financia el crecimiento de la pobreza, porque bajo el burdo sello de “defensores de la patria”, todo les ha sido permitido.
En Palacio Nacional, en días pasados se dio muestra de una demagogia en estado puro, como salida desesperada, para quienes no conciben una política sensata, dirigida al bien social; la ya muy fragmentada derecha en el poder viéndose nuevamente superada por el hartazgo de millones que cada vez más voltean a ver un proyecto alternativo, con un modelo de desarrollo propio que mantiene viabilidad económica, política y social, usó el ya tan gastado argumento de desconfiar del “populismo”, en referencia a las ideologías que tienden a contraponer intereses muy distintos, integrándolos en un mismo bien común, además de enmendar la compleja y deteriorada estructura social, producto de la ineptitud, nepotismo e impunidad con la que hasta hoy ha gobernado el PRI.
