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La economía del humanismo mexicano

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La marcha del pueblo del 27 de noviembre desembocó en el acto informe presidencial con motivo del cuarto año de la transformación. Se enlistaron los diferentes logros encaminados a desterrar la corrupción y a sentar las bases económicas y sociales para un nuevo periodo histórico en la vida de nuestro país. La gran sorpresa fue el momento en el que el presidente mencionó que, si bien lo importante es el movimiento real y efectivo de las acciones de transformación, es necesario reconocer también la relevancia de teorizar en torno a la esencia que constituye el modelo global de cambio social que se viene desarrollando desde 2018.

La importancia de este momento teórico no solamente es para el consumo de académicos o filósofos especulativos sino para la sociedad en su conjunto pues permita dar un sentido de unidad y coherencia a los criterios que rigen el principio de “por el bien de todos, primero los pobres”. Se trata de la síntesis o lineamiento general que permitirá que el proceso de transformación se pueda convertir en transexenal.

Esta claridad permite superar el cortoplacismo propio de la democracia liberal y acceder a la democracia económica popular en la que el pueblo, el soberano, pueda identificar la trayectoria y las acciones necesarias, de mediano y largo plazo, para alcanzar la justicia social anhelada desde tiempos inmemoriales. Se puede decir que sin un modelo ideal es imposible comprender la mística necesaria para profundizar en el cambio de raíz que significa la cuarta transformación.

¿A qué se refiere el humanismo mexicano?

En primer lugar, el presidente enunció este concepto como un modelo para armar, es decir, una base a la que se le puede (y debe) dotar de contenido colectivo en un espíritu constructivo para robustecer su significado. En ese tenor es que doy mi interpretación de la visión económica que acompaña este nuevo concepto.

El humanismo proviene del reconocimiento de la esfera de la vida social como resultado de la actividad colectiva histórica de la especie humana en tanto especie y dando cuenta del tipo de metabolismo que genera con la naturaleza. Lejos de la visión egoísta del mercado capitalista, el humanismo económico renuncia a la ganancia como criterio central para poner al centro la cualidad de la vida que se alcanza en común.

Esta perspectiva exige la superación del individualismo anclado en relaciones de interés privado para recobrar una visión dialéctica: el individuo existe, pero no lo hace de forma aislada, su cualidad depende del tipo de relaciones dominantes en la sociedad como un conjunto. Para decirlo de otra manera, la realización del individuo no es mediante el mercado sino a través de la comunidad. Así, por ejemplo, en “por el bien de todos, primero los pobres” se desprende una ética especial en el cual se reconoce que el bienestar del otro es, en última instancia, mi propio bienestar. Mi destino es el destino colectivo.

Por otra parte, lo mexicano de este humanismo tiene que ver con los dos grandes vectores históricos en nuestra raíz, la comunidad ancestral prehispánica, por un lado y la historia política contemporánea, por el otro. En la primera podemos encontrar una visión originaria en la que la vida de los seres humanos se encuentra ligada al ritmo y profundidad de la vida natural y cósmica en constante evolución; en la segunda, queda de manifiesto la voluntad del pueblo mexicano para vencer las relaciones de dominio impuestas por el colonialismo y el imperialismo.

En suma, en el análisis de la economía del humanismo mexicano debe comprenderse que se trata de un cambio cualitativo de la vida para superar la visión del mercado capitalista en el entendido que el respeto del otro y de la otra, pero también el respeto a las diferentes formas de vida natural son la clave medular para llevar a la especie humana a un nuevo nivel civilizatorio.

El planeta está entrando en un periodo de transformaciones de conjunto, estamos pasando de una visión unilateral, anclada en el imperialismo financiero de los Estados Unidos, a una visión multilateral en la que todos los pueblos tengan el derecho a la autodeterminación de luchar y alcanzar sus propias formas de vida ancladas en los principios antes mencionados.

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