El país entra a la recta final del primer sexenio de la cuarta transformación. El cambio en el modelo económico ha sido difícil pero también nítido. Pasamos de una captura total del Estado en manos de una oligarquía a una recuperación del interés público, social y colectivo. La economía neoliberal fue sucedida por una economía mixta en la que se combinan el sector público, el sector privado y el sector social, sin olvidar que este último elemento es esencial, no por un asunto de asistencia sino porque no tiene sentido el crecimiento si este no se ve reflejado en el bienestar sostenido del pueblo.
Este primer sexenio ha delineado con claridad la corresponsabilidad que debe asumir el sector empresarial en materia de justicia fiscal, es decir, que no se olvide que la riqueza privada se construye gracias a la infraestructura pública y con la participación medular del trabajo colectivo, por lo que la retribución en materia de impuestos debe ser clara y proporcional; el sector público, de igual manera, ahora no puede dejar de perseguir la eficiencia y la austeridad para cumplir con sus funciones moduladoras en materia administrativa pero, sobre todo, en tanto planificador de nuevas potencias económicas que llevan al país a un nuevo estadio evolutivo.
Los análisis neoliberales siguen hablando de que el país apenas crecerá en 2023 pero esto lo hacen sobre la negativa a reconocer que la cuarta transformación significa un cambio cualitativo en la forma económica de México. Los programas prioritarios de infraestructura comenzarán a madurar en 2023 ofreciendo nueva energía para asegurarle al país autosuficiencia energética y una nueva dinámica del mercado interno. Esto se reflejará indudablemente en tasas de crecimiento por encima de lo esperado.
De hecho, la inflación ha permitido que se avance en la recuperación de la intervención del Estado en materia de política económica, no solo aumentando sistemáticamente el salario mínimo sino también enfocando los programas gubernamentales para intervenir en el sistema de precios o interviniendo para aumentar el grado de autosuficiencia alimenticia. Estos ejemplos nos han permitido vacunarnos de una de las más grandes mentiras de los economistas neoliberales: la existencia de un mercado divino que castiga cada vez que se beneficia a la población y no al capital.
Es por ello por lo que considero que este primer sexenio significará un cambio fuerte y sólido en la subjetividad de la población mexicana. No hay nada más efectivo para el cambio de mentalidad que la experiencia propia en la que se observa que los recursos públicos pueden transformarse en mejoras de condiciones estructurales para la vida, muy distinto a las noticias cotidianas durante el neoliberalismo en la que se descubrían grandes montos de dinero guardados en paraísos fiscales.
En suma, el 2023 vamos a ver un desempeño sólido de la economía mexicana, aún a pesar del convulso escenario mundial de guerra e inflación. Pero también es necesario que reflexionemos en torno a las nuevas acciones de corresponsabilidad que tenemos como sector social, puesto que los presidentes son temporales pero el pueblo permanece, por lo que tenemos que avocarnos activamente a identificar las diferencias de modelos económicos, esto para evitar que en el futuro quieran volver a vendernos espejitos.
El sector social, por tanto, debe constituirse como una población cada vez más consciente de la potencia colectiva que tiene nuestro país e internalizar que las políticas económicas deben ser discutidas ampliamente para explicar cómo es que dichas medidas traerán beneficios efectivos a los hogares.
¡Nunca más crecimiento privatizado para las oligarquías! ¡bienestar colectivo para todas y todos! ¡Feliz y combativo 2023!