A diario y durante un mes cientos de medios de comunicación y organismos no gubernamentales nacionales e internacionales han narrado y descrito, con imágenes, videos y palabras distintas versiones de lo que sucedió el 19 de junio pasado en Nochixtlán, Oaxaca, pero ninguno ha logrado reflejar el dolor, coraje y sufrimiento que ha penetrado en la vida de un pueblo que tiene heridos y caídos producto de una masacre, que sigue siendo cuestionada por el culpable.
El Estado nuevamente se niega incluso con pruebas a resarcir los asesinatos y daños cometidos, su ayuda se refleja en migajas condicionadas y a cuentagotas sin que en ningún momento se comprometa a aceptar su culpabilidad. Así la tercera masacre durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, es nuevamente un derrumbe silencioso por parte del gobierno federal y sus fuerzas de seguridad pública.
“Ocho muertos y todos los heridos dados de alta”, fueron las cuentas que entregó el gobierno de Gabino Cué a la Comisión encargada de darle seguimiento a la masacre del 19 de junio de 2016 en Nochixtlán, esto incluso cuando las familias de por lo menos 11 fallecidos se han hecho presentes para exigir justicia, sobre los heridos, Revolución TRESPUNTOCERO, durante los días de investigación en la región tuvo contacto con por lo menos 10 personas heridas de bala que necesitarán intervenciones quirúrgicas y cambios de vida en lo laboral y la alimentación para poder sobrevivir, siendo necesario seguimiento médico frecuente.
A un mes de los hechos hay huérfanos, heridos de gravedad, que no son 100 sino más de 300 y muchos permanecen escondidos por el miedo a ser asesinados de ser localizados por las fuerzas de seguridad pública. También hay desaparecidos, que se encontraban en la lucha o atravesando la zona de violencia y fueron levantados.
La furia fue implacable, incluso llevó a violar los estatutos de las fuerzas de seguridad -donde se pide evitar en todo momento la violencia-. En un escenario conformado por granaderos que lanzaban a diestra y siniestra bombas de gas lacrimógeno, francotiradores en azoteas, armamento de alto calibre manipulado por la gendarmería y en donde la gran mayoría de los disparos fueron por la espalda, el gobierno niega haberlo hecho y culpa a quienes tenían piedras y palos de ser los ‘provocadores’.
Lo anterior es solamente una réplica de lo vivido durante más de 80 años en un México manipulado por la derecha prianista, con la poderosa colaboración de los medios de propaganda capitalistas que buscan imponer el terror en aquella parte de la población aún ciega y crédula.
Sin embargo, a un mes de librar una constante batalla entre maestros y gobierno violento y represor, en medio de disparos y golpes mediáticos, mientras niños han estado a punto de morir por las bombas lanzadas por tierra y desde helicópteros, en una de las regiones más laceradas del país por su lucha constante y donde se aplica con mano de hierro las acciones sanguinarias, un pueblo se levanta para homogenizar una lucha que no es magisterial, sino social.
Así la lucha social de la región mixteca ha logrado ser vista desde distintos puntos a nivel mundial para detener la asunción de la versión del poderoso, que desde siempre ha buscado que las victimas sean convertidas en delincuentes, mientras las bombas, las violaciones y la muerte los siguen destruyendo salvajemente cada día.
La lucha social de la región mixteca enarbolada por el tema del derrumbe de la reforma ‘educativa’ no debe ser visto como un tema político, ni un ‘capricho magisterial’, sino como una historia humana , sobre un pueblo que fue masacrado, y aún así se levanta a diario para seguir confrontando a un gobierno que usa el falso mecanismo de ‘diálogo’, para simular apagar tempestades.