Según el dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Ochoa Reza, los diputados fueron los responsables de los incrementos a las gasolinas. En cualquier otro país tal declaración tendría sentido, no aquí donde la división de poderes es inexistente. La sociedad en su conjunto, afectada por esta antidemocrática decisión, está consciente de que el Ejecutivo y nadie más es el culpable de que los problemas económicos del país se estén agravando. Decir lo contrario, como con enorme cinismo lo hizo el dirigente nacional del partido en el poder, es una burla más al pueblo.
Lo que llama la atención es que la derecha siga en el mando de las instituciones del Estado, cuando en otro país medianamente democrático estaría enfrentando una crisis terminal, por tanta mentira y abusos en el ejercicio del gobierno. ¿Por qué se da esta situación aberrante? Por la sencilla razón de que las clases mayoritarias están desorganizadas, sin voluntad manifiesta de organizarse y sin una izquierda capaz de liderarlas y conducir su lucha reivindicadora. El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es el partido llamado a cumplir esa tarea histórica, pero primero debe depurar sus filas y tener una estrategia clara y concreta sobre los objetivos a lograr.
En el 2018 la izquierda verdadera tendrá la oportunidad de patentizar su capacidad para construir un Estado democrático y progresista; entonces deberá contar con una organización interna capaz de enfrentar la perversidad y animosidad de una derecha reaccionaria y decidida a todo con tal de mantenerse en el poder. El reto es mayúsculo, debido a que la izquierda está muy desdibujada, controlada por grupúsculos que no tienen interés en llegar al poder sino sólo medrar al cobijo de una “oposición” acomodaticia que deja buenos dividendos.
Por su parte, Morena está bajo acecho de las fuerzas al servicio de la mafia en el poder, con escasas posibilidades hasta ahora de avanzar de manera independiente. Sus cuadros de valía, politizados y conscientes de su papel en el cambio que urge impulsar, se ven minimizados por tanto infiltrado, oportunista y farsante que está en sus filas con una finalidad perversa. De aquí al 2018 está el gran reto de depurar su nómina de militantes y afianzar un partido con viabilidad de contender por el cambio verdadero que urge implantar para que México aspire a un futuro progresista y democrático.
Aun cuando el sistema político de la derecha neofascista está en una crisis terminal, su permanencia puede prolongarse si así lo deciden tanto la élite oligárquica local como las fuerzas ultra conservadoras de Estados Unidos. Por eso se muestran tan confiados los emisarios de la mafia mexiquense, como el “dirigente” nacional del PRI, Ochoa Reza. Esta mafia le apuesta al apoyo de las grandes trasnacionales, las principales beneficiarias de las políticas públicas vigentes que fueron reforzadas en este sexenio.
Lo asombroso en las actuales condiciones es que el PRI aun tenga capacidad de maniobrabilidad política, lo que deja ver la incapacidad de la izquierda para actuar de manera congruente. Es obvio el avance de la clase política reaccionaria, luego de las confabulaciones con la “izquierda” bien portada y decidida a corromperse, como sucedió a partir de que “Los Chuchos” demostraron su proclividad por imitar el estilo de vida de la élite oligárquica. De ahí el imperativo de que la nueva izquierda tenga principios y convicciones, pues de otro modo no se podrá avanzar en la construcción de una democracia verdaderamente participativa.
Este es el gran reto, que tendrá que alcanzarse de aquí al 2018, so pena de perder la última oportunidad de los mexicanos de acceder a un sistema político progresista y con justicia y equidad, donde impere el Estado de derecho y la solidaridad social. Por lo pronto, puede afirmarse que no toda la culpa de la terrible situación que enfrentamos los mexicanos es de la derecha nazifascista en el poder. No, por supuesto, porque si puede actuar como lo está haciendo es por omisión o complicidad de la “izquierda” y la desorganización del pueblo.
Esto es lo que urge corregir para evitar que la vida nacional siga su curso de dramática descomposición social. El cinismo de las élites ha llegado a niveles insospechados porque ha encontrado terreno propicio. Tal realidad no se observa ni siquiera en América Central, donde las clases en el gobierno tienen límites que no pueden ni deben sobrepasar. Toca a la izquierda verdadera, depurada por una dirigencia con principios, afianzar la marcha hacia un Estado democrático donde no tengan cabida los corruptos ni los farsantes.
Mientras tanto, no queda de otra que seguir soportando la demagogia y la desfachatez de una clase política sin principios, que disfruta burlarse de la sociedad, tal como lo está haciendo el grupo mexiquense en el poder, con absoluto cinismo e impunidad. Por eso no es absurdo que el ex director general de Pemex, el tecnócrata Ochoa Reza, esté ahora al frente del PRI. Tal movimiento es congruente con los planes depredadores de la mafia en el poder.
(guillermo.favela@hotmail.com)