Por Adriana Morán
En lo que se convirtió en una charla amena, dentro de las conferencias de la Feria alternativa “Brigada para leer en libertad”, Paco Ignacio Taibo II, Eduardo Antonio Parra (Los límites de la noche, Nostalgia de la sombra, Sombras detrás de la ventana. Cuentos reunidos) y Eduardo Monteverde (Los fantasmas de la mente: ensayo sobre creatividad y locura; Lo peor del horror; El naufragio del Cancerbero), contaron anécdotas y dieron algunas claves de lo que, dijo Taibo, es un componente con el que “podemos entender a este país”, pues la mayoría de los libros escritos bajo esta mirada se nutren de los sucesos e historia de México.
Taibo II definió a la novela policiaca como “un género que goza en México de muy buena salud, tiene un montón de lectores y al mismo tiempo hay una parte intelectual que la ningunea (…) pero Dostoievski también la escribía y hay un prejuicio absurdo con ella. La novela ha ganado la batalla donde debe ganarla, con los lectores”. En su turno, Parra señaló que la novela policiaca, negra o criminal, “viene siendo la novela realista en México y la forma de entender a México es leyendo la novela negra realista porque tiene una crítica política y social, característica de la novela realista”.
Para Monteverde, ésta deja de tener una connotación peyorativa cuando se dice que ganó la batalla”. Explicó que Taibo II tiene una literatura policiaca y militante, y que Parra hace novela con tintes filosóficos “aunque de entrada no se vean, no tiene tanta economía de lenguaje como Paco, que no quiere decir escribir mal, hay best sellers muy malos, que engañan a los lectores por su economía de lenguaje”, ejemplificó con Los hombres que no amaban a las mujeres (primera novela de la trilogía de Stieg Larsson) y El código da Vinci (primera novela de la zaga de Dan Brown), que “tienen un investigador, un cadáver y cierta violencia. Yo creo que la novela es un subgénero muy honroso… por ejemplo, la novela caballeresca es un subgénero y Cervantes escribió una tragedia con muchos géneros… de un personaje que está empeñado en cumplir su destino”, aunque “el chiste es la materia no el conflicto”.
En su turno, antes de continuar, Taibo II leyó un papel en el que se informaba al público que un niño se había perdido, respondía al nombre de Gerardo Alberto Álvarez Lazcano, y que su mamá lo esperaba en el árbol navideño instalado en la plazuela de Coyoacán. Luego dijo que la historia de México está plagada de “material para la novela policiaca… la sociedad se ha dedicado a construir enigmas porque la versión oficial no corresponde a la realidad”. Luego dio indicios de ello cuando el juez Ferrer McGregor condenó en el 68 a Luis Gonzales de Alba “por incendiar un tranvía” pero la denuncia tenía tres fallos: a la hora que “incendiaba el tranvía” daba una conferencia, se decía que su acción se había desarrollado en la esquina de Palma y Bolívar “que no hacen esquina” y donde no “pasaba ningún tranvía y por eso lo encerraron 15 años, y es lo mismo que se repitió el 1 de diciembre”, luego dio otros ejemplos.
Taibo II señaló que los casos de paranoia se convierten en leyendas urbanas “que tanto le gustan a Monteverde y se convierten en realidad, vía la repetición y el humor, cuando haces eso pues trabajas con los miedos de la sociedad que bordan el absurdo y la locura. Una sociedad que miente desde el poder crea en la sociedad la necesidad de saber, en la medida que la información de este país sólo es ruido social”, su ejemplo es que en las noticias pueden informar de muertos pero sin decir sus nombres o motivos y seguir con la misma noticia varios días. Por otro lado, dijo, la novela policiaca no pretende dar certezas, “lo que hace es revelar y ordenar” y evocó que escribió novelas que resultaron ser verdad como En algunas nubes y “me dije, en la madre, y luego No habrá final feliz y charros, me llaman para preguntarme, y dije no mames, acerté de nuevo porque la novela corta diagonalmente, no horizontalmente; porque entra en lo subjetivo y rellena los huecos”.
En otra intervención, Parra dijo que estaba escribiendo una novela que finalmente había desechado sobre el asesinato del general Ramón Corona, en Guadalajara, en 1889, “y me fui con la finta, no se supo quién era el asesino, que se llamó Primitivo Ron y creo que ni a García Márquez se le pudo ocurrir ese nombre pero nadie supo quién era el autor intelectual y se supone que Corona era padre de Alfonso XIII”, quien según se había acostado con la reina, pues eran muy parecidos. “Eran vertientes para explotar y la otra suposición es que el autor intelectual era Porfirio Díaz porque podía ser su competencia y con eso nació la nota roja y el diario lo publicó con una mancha”, supuestamente de sangre.
Para Monteverde, un tema recurrente en la novela policiaca no es la corrupción sino la impunidad y es “su trago amargo”. Paco Ignacio señaló que él había empezado a escribir novela policiaca pues quería ver “luz al final del túnel, porque estoy hasta la madre que los políticos se vuelvan ricos”, entre otras y que, en una conferencia, un zacatecano le dio al traste cuando dijo: “Paco, la luz que vez al final es un tranvía que te viene de frente”, entre risas de los presentes y que, por otro lado, escribía novelas con una idea “de reparación de injusticia pero al mismo tiempo uno tiene que rendirle culto al realismo y al happy end que no logras”.
Más adelante explicó que lo interesante de la novela policiaca es “contarla desde la esquina porque contada desde el centro se lo come lo periodístico” y que del narco “te lleva más al periodismo y a un trabajo de reportaje literario y la mayoría lo hacen bien pero necesitas como darle la vuelta… toma cualquier historia y trabajarla desde un ámbito literario”, señaló que lo importante en este caso no es contar cómo nace un narco sino que “empiece con un tipo que era volador de Papantla”, que éste se da cuenta que es complicado, luego se va a EEUU y se hace vendedor de filmes pornográficos y así por el estilo.
Para Parra, aunque se vive en un caos terrible, “hay la oportunidad de hablar acerca de la gente que está inmersa en el medio” de una situación adversa, ejemplificó con alguien que está en la calle y de pronto se encuentra en medio de una balacera o la recopilación de los sueños de las personas, por ejemplo, de Monterrey o cualquier ciudad con altos índice de violencia y entender “qué podrían significar sus sueños, sin alejarnos de la novela de acción”.
Sobre las anécdotas que podrían parecer inverosímiles, que un escritor descubre en el camino, Taibo II contó que una vez se hospedó en un hotel de paso, en Chihuahua, que contaba con 60 cuartos y que él era el único cliente. Que hizo que lo cambiaran tres veces de cuarto porque en cada uno, arriba de las televisiones, había un florero, con una rosa de plástico pero que en el interior llevaban agua y la “reflexión natural de un escritor es (para) qué chingados quieren agua las rosas de plástico”, risas. “Y me dije que era material para una novela, el nivel de absurdo se cerraba con eso. Mi último acto de maldad fue tirar el agua pero estoy seguro que alguien dijo, que chingados, y volvió a llenar el florero”.
Aunque Taibo II le pidió a Monteverde una anécdota así usada en sus novelas, este señaló que entra “una cosa que se llama abducción, lo que no es visible, y es muy importante para la bioquímica pero aquí es para la novela policiaca” y parafraseó ese famoso diálogo de la novela de Conan Doyle, cuando Holmes le dice a Watson que sabe quién es el asesino porque el perro no ladró y eso era porque le conocía” y luego, remató: “Watson es un pésimo medico (risas de la gente) sin embargo es compañero de Holmes pero es el absurdo”. Paco II, ante eso, le interrumpió y cuenta varias anécdotas de las novelas de Monteverde, entre ellas la de un hombre que ahorraba para cambiarse de sexo y el primero le corrigió: “Es sobre un ex judicial que se cambia el sexo, va con un cura y le dice: ‘Padre, acúsome de haberme cambiado de sexo’ y responde el cura: ‘Sí hija, yo también’” (y el público se carcajeó).
Taibo II también habló de los códigos en los géneros en otras culturas, por ejemplo, cuando le publicaron No habrá un final feliz, le llamarón de EEUU para decirle que el personaje principal no podía morir en su tercera novela, de siete, porque no correspondía al género, pero que además, en México, estaban enojados porque había matado al personaje y “ante la rebelión, no hay pedo, lo revivo en la cuarta (risas). Realmente revive en la quinta, porqué el Vaticano va a tener el monopolio de la resurrección”, finalmente, cerraron la conferencia y Paco Ignacio dijo, de colofón: “Mientras no cambiemos el país, pues contémoslo”.
Al final de la conferencia, REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO entrevistó brevemente a Paco Ignacio sobre las brigadas, respondió que es la tercera, pues su esposa, Paloma, había hecho la de la Feria de la Ciudad de México y que la habían despedido “por hacer bien su chamba”. Dijo que decidieron hacerlo desde la sociedad civil y que han realizado tres ferias, con una idea fija: “libros más baratos, menos de superación personal, menos basura y más calidad de calidad”. La feria presenta 150 editoriales, incluyendo independientes, entre libreros, distribuidores y “la lógica es darle un contenido sólido, presentaciones y debates”.
Para él lo complicado ha sido organizarla, pedir permisos, carpas, apoyo de la delegación y hacer convocatoria para hacer una feria de nivel”. Como él es parte de la brigada “Para leer en libertad”, su trabajo y el de otros es hacerla “sin recursos, mientras la Feria de la Ciudad de México tiene entre 8 y 10 millones, nosotros la hacemos con galletas”. La feria, presentada del 12 a 16 de diciembre, está planeada para ir a la periferia. Resaltó que han tenido expositores interesantes y otros que estos días darán pláticas y conferencias como Elena Poniatowska, Juan Villoro, algunos moneros, “Beatriz Gutiérrez que no fue a la FIL de Guadalajara, Sanjuana Martínez, Laura Esquivel o Mónica Lavín y tener conferencias como la de Claudia Guillén, quien habló de los escritores jóvenes”.