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La nueva era de la SEGOB: los cambios del medio tiempo…

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Me contaba alguna vez un ingeniero en informática que, según se había enterado de fuentes confiables,  por allá de los años 70`s y 80`s el Departamento de Estado de E.U. elogiaba y hasta admiraba la estructura de control de población que los gobiernos de México habían implementado. Esto, como ya dije, no lo sé de cierto, ya que es bien conocido que la CIA asesoró a la “continuidad” priísta en contrainsurgencia y represión. Pero dados los  hechos de la historia negra de los “sótanos” del Palacio Nacional, no me sorprendería que los coachers gringos de la macana hayan calificado con un 10 a sus alumnos mexicanos quienes, igual y sí, hasta llegaron a superarlos en algunas cosas… y es que nuestro sistema gubernamental contaba con una instancia que ha sido digna de estudios politológicos: la Secretaría de Gobernación.

Esta privilegiada área del gabinete hacía de Big Brother tanto hacia adentro como hacia afuera de los pasillos del poder. Su técnica era un hábil ejercicio de la violencia simbólica, psicológica y -por supuesto- física, que consiguió un refinamiento a destacar. Si formabas parte de la alta gestión estatal, del trato con “El Secretario” y lo que este pensara de ti, dependían desde tu trabajo hasta tu integridad corporal o, ya en puntos delicados, tu vida… El Secretario era los ojos y oídos del Presidente, la sustancia del orden en el Ejecutivo y, con frecuencia, el “destapable” inminente. Tenía guantes de hule para no batirse de toda la sangre que requiriera una medida “correctiva”, aplicada a todas las disidencias y activismos – urbanos o rurales- que insistieran en cambiar algo, a periodistas rijosos e incluso a elementos “sospechosos” o poco convincentes de la propia burocracia elevada…

El último espécimen de este tipo ha sido, hasta la fecha, el siniestro Osorio Chong, heredero de estirpe hidalguense del garrote sofisticado. Con la caída del prianato, Andrés Manuel López Obrador decidió que uno de los grandes signos de la transformación de este apaleado país fuera un giro en la naturaleza de esta institución dentro de las instituciones llamada SEGOB. Su primer paso fue elegir a una mujer de credenciales formidables en lo que a  formación, pensamiento y actuar jurídico-legales se refiere. La nueva tarea de Olga Sánchez Cordero y su Secretaría a cargo estaría orientada, sí: al orden y la estabilidad gubernamental, pero no desde la agresión vigilante y el temor como condicionamiento, sino de plantar el rostro del Ejecutivo con firmeza en el difícil campo de la negociación de alto nivel con los múltiples frentes que integran las tensiones políticas de la nación: partidos aliados y opositores, la legislación, los gobernadores afines y enemigos, acciones colectivas organizadas -o bien personales- para el reclamo de justicia y desagravio, y hasta, cuando las rutas de su trabajo no pudieran evitarlo, con el Poder Judicial. A ello se agrega una agenda de perfil progresista en lo social sin precedentes. Pasamos de custodios de lujo que protegían a un establishment plagado de prescripciones obsoletas, machistas e intolerantes, a la puesta sobre la mesa de discusión de temas como el género, la inclusión, el feminismo y la despenalización del aborto y la canabis.

La congruencia y honestidad de Sánchez – en las antípodas de la ralea gangsteril de sus predecesores- resultó  tal que incluso hizo toparse con pared a aquel intento de la derecha ultraneoliberal de crearle un escándalo de dimensiones “antes y después”, basado en un video filtrado durante el affaire Bonilla de Baja California. Pese a muchos esfuerzos reaccionarios de desprestigio, el mitote se desinfló más rápido que el Hindenburg: es decir todo un “Loretazo”. Cabe destacar que, si uno revisa la prensa “opositora”, hasta en esta la rectitud de Olga ha generado manifestaciones de respeto en un@ que otr@ columnista -sobre todo mujeres, lo cual es admirable- con motivo de su cambio a la Presidencia del Senado.

Sin embargo, las elecciones intermedias modificaron las expectativas de la 4T. Si bien Morena incrementó sus porcentajes de voto, los partidos aliados se dieron con los dientes en el piso y el Congreso se reconfiguró, dejando atrás el escenario de la “megabancada” que proporcionaría al Ejecutivo una tersa aprobación de las reformas estructurales progresistas. La geografía de esta entrante legislatura es mucho más rocosa y la negociación demanda otra clase de figura en la SEGOB. Olga Sánchez estuvo a punto de culminar positivamente el estira y afloja en torno a la ley secundaria para la revocación de mandato, pero la traición de un legislador en forma de “fuego amigo” le impidió “completar” el nivel, dirían los gamers. Esto era indicador de que la extraordinaria y extenuante labor de la Secretaria había llegado a una situación límite y se hacía necesario una maniobra  de piezas en el tablero para AMLO. La exigencia de vérselas con los príístas – e incluso moviciudadaneístas- descontentos para sacarles los votos de la mayoría calificada, es una encomienda que rebasa en algunos aspectos las habilidades de Sánchez, quien aparte se veía ya proclive a pedir esquina y pasar la estafeta del cargo, lo cual es perfectamente comprensible, pues suficiente había logrado en un campo que, de entrada, no es su selva natural. Su selva natural es el terreno de los combates y polémicas legislativos y jurisprudenciales, en las cuales es una velociraptor que va a poner a sudar frío las manos de Lorenzo Córdova, pero sobre todo, de Ciro Murayama, ese arrogante porro del antiguo régimen que considera su expertise manipular a grandes audiencias con lenguaje hiper-especializado, y ahora tendrá una interlocutora que no le dará tregua a sus patrañas.

 

Los medios hegemónicos no pierden la oportunidad de presentar ante la opinión pública cada movimiento en este  gabinete como una muestra de ineficacia, disfuncionalidad, o hartazgo ante el “despotismo” del Presidente. Dicen que quien permanezca en ese gobierno carece de dignidad. El cómic de las “deserciones por dignidad”, o las permanencias por “falta de ella”, lo ha tejido el aparato informativo de la reacción, tratando de proyectar una imagen semejante a la de aquella secuencia -magistralmente creada por Bruno Ganz- de la película  Der Untergang: un Hitler esquizo-paranoide dando órdenes de movilizar tropas inexistentes a una camarilla de oficiales que lo miran con una mezcla de temor, lástima, indignación y pena ajena. Como bien apuntaban en una gran conversación el día de hoy Carlos Portillo, Fabrizio Mejía y el director de REVOLUCIÓN TRES PUNTO CERO, está fuera de las coordenadas mentales de estos “informadores” la posibilidad de variantes en el gabinete que obedezcan a la dinámica eficaz de un gobierno que se adapta a las jugadas de sus enemigos y a la compleja realidad con la que trata, pues tienen arraigadas sin remedio las prácticas autoritarias y unilaterales del ADN prianista, cuyo mayor incentivo era la permanencia e imposición arbitraria de intereses particulares – individuales o grupales- alejados del bien público. Eso, en el “mejor” de los casos; en el peor, los voceros del periodismo cupular saben perfectamente que mienten, pero siguen interpretando hechos para embarrar a la 4T en las prácticas de la vieja usanza.

 

Simplemente ya han comenzado a dirigir los misiles contra Adán Augusto López, acudiendo a su estrecha cercanía personal con el Presidente, y un supuesto historial de amagues de legislación represiva durante su gobernatura en Tabasco. En la lógica a la que quieren someter a la población, el mandatario sólo sería un verdadero demócrata si incorpora a sus filas a sujetos que, aunque sean de dudosa o nula lealtad, le “funcionen de contrapeso, de voces y visiones distintas”; claro está, mientras esas visiones “diversas” provengan del Pensamiento Único imperante, impuesto a rajatabla por los economistas del poder financiero. ¿Paradójico no?

AMLO está confeccionando un grupo compacto frente al complicado horizonte del segundo tiempo del partido. Mal haría con reclutar a personas que no fueran de su absoluta confianza. Aún si el nuevo Secretario de Gobernación arrastrase una cola de tentativas y filias represivas, tendrá que abandonarlas, y lo hará. El mandatario no lo quiere para eso; lo quiere como el sólido operador político que sabe puede ser, apto y habilitado para el rudo pero finamente táctico trato con gángsters de las bancadas derechistas. Aún así, los poderes fácticos darán batalla para engañar a la gente con la narración del tirano amargado, esquizoide y abandonado, porque le temen a la realidad del estadista consolidado que hace movimientos de ajedrez y amenaza con arrebatarles sus canonjías excesivas hasta lo obsceno.

El segundo tiempo del partido comienza. La banca(da) se agita, y Jano, el dios latino asociado a la política, da el silbatazo inicial

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