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La poesía concreta crítica y revolucionaria

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Por: Armando Escobar G.

Tw: @Escarman

 

Tiene más de cincuenta años (1958) que el grupo de Noigandres —integrado por Haroldo y Augusto de Campos, y Décio Pignatari — publicó, en el número 4 de la revista del mismo nombre, el «Plano Piloto de Poesía Concreta». En este manifiesto colectivo de carácter fundacional (por la clara referencia paralela al Plano piloto para la construcción de la ciudad de Brasilia de Óscar Niemeyer) los tres autores sintetizan en algunas cuantas páginas los fundamentos del nuevo movimiento poético que denominarían «poesía concreta».

Poesía concreta: una responsabilidad integral frente al lenguaje. realismo total. contra una poesía de expresión, subjetiva y hedonística. crear problema exactos y resolverlos en términos de lenguaje sensible. un arte general de la palabra. el poema-objeto: objeto útil.

La poesía concreta se propone hacer del papel un lienzo y de la palabra una imagen que no sólo se lee, también se observa en su movimiento. El concretismo, entonces, no sólo plantea una ruptura con las formas literarias (poéticas) tradicionales, sino que establece de fondo una devoración crítica de los caminos planteados por la estética canónica internacional; presenta una actitud antropofágica, generadora de un arte original, de exportación y partícipe de las innovaciones técnicas por las que está apostando el Brasil de su momento histórico.

Si bien el movimiento surge ante la necesidad de otorgar a la sociedad industrial una poesía ad hoc a su propia naturaleza vertiginosa, ha sido severamente cuestionado por sus detractores, ya que para el momento en el que surgen los concretistas (1a Exposición de Arte Concreto en el Museo de Arte Moderno de São Paulo, 1956), Brasil no se caracterizaba por ser una potencia industrial y muchos menos tecnológica. En diversas ocasiones, los autores del movimiento fueron llamados a responder por su inclusión en el momento histórico. A menudo se les tachó de “defensores del desarrollismo y alienados del proceso histórico”. Como respuesta a esta serie de críticas, los autores del movimiento concreto apelaron a una poesía de transición que pusiera al modelo de importación de tecnología de los países del tercer mundo frente a un modelo de exportación de poesía, de creatividad y, por lo tanto, una poesía que cambie, que siga cambiando, que no tenga posibilidad alguna de instituirse en un ismo.

El compromiso social de la poesía concreta es visible en diferentes poemas, por ejemplo en «Beba Coca-Cola» de Décio Pignatari y en «Lixo» (basura) de Haroldo de Campos, vistos como una anti-propaganda, una crítica condensada a la sociedad de consumo. En el ensayo «Teoría de la guerrilla artística», Pignatari llega a la conclusión de que en la guerrilla todo es vanguardia y todos los guerrilleros son vanguardistas al introducir en el statu quo del sistema un agente caótico. La vanguardia es antiartística. La poesía concreta no es literatura, es clandestina, es gratuita, invasiva, es prototipo y no tipo: es, ante todo, significación del lenguaje; intuición; el objetivo en el tiro al blanco, «la concreción de una serie-tentativa de tiros»; es azar, posible y probable, y el tirar de los dados de Mallarmé; es arbitrario: y el poema es creativo, móvil e inteligente.

 

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