(06 de septiembre, 2019. Revolución TRESPUNTOCERO).- De la mano de las desapariciones surgieron las fosas clandestinas, sitios donde enterraban los cuerpos para ocultar el crimen o para que no se revelará la ubicación de la persona. De hecho, lo peor de la desaparición forzada o cometida por particulares es la incertidumbre, el no saber si estás vivo o muerto, el no saber dónde está su cuerpo. La mayoría de las madres de los colectivos, que llevan años rastreando sus familiares, busca un cadáver.
Las cosas son a consecuencia de la desaparición. En la noche más oscura de Veracruz, ya ni hablamos de entierros clandestinos, sino de hogueras o molinos para reducir los huesos o cenizas triturarlos hasta hacerlos polvo.
Junto al fenómeno de las desapariciones, los hallazgos de fosas clandestinas tuvieron una aumento tras el arribo de Javier Duarte al poder: en 2010 hubo 1 una fosa; en 2011 aumentó 31; en 2012, 37; en 2013, 26; en 2014, 48; en 2015, 39 y sólo el 2016 disminuyeron a nueve, aunque ese año se reveló el caso del rancho “El limón”, un cementerio clandestino.
En Veracruz la realidad supera cualquier ficción: hay más fosas que municipios y eso que el estado tiene 212. Hay fosas pequeñas, masivas, desapercibidas y famosas. Se han exhumado cuerpos putrefactos, momificados, huesos y hasta fragmentos óseos reducidos en Molinos de caña o incinerados antes de ser enterrados. Así terminan los desaparecidos en Veracruz.
Desde hace varios lustros Veracruz dejó de ser una tierra festiva para convertirse en un estado del país con los males sociales más demoledores: huachicoleo, secuestro, narcofosas, levantones capitaneados por policías y sicarios, complicidad de políticos y asesinos, desapariciones forzadas, narra en Guerracruz(Random House/Aguilar 2019), la periodista Violeta Santiago.
De acuerdo con el libro de la periodista, la policía de Veracruz, en los años de Duarte y Bermúdez, se convirtió en símbolo de desaparición forzada. Cualquier detención de rutina podía terminar en una visita extrajudicial a las delegaciones o cuarteles regionales o, en el peor de las casos, en una barranca entre Xalapa y Cardel, donde miembros de colectivos llegaron a exponer que hubo cuerpos que tal vez se arrojaron desde un helicóptero porque estaban entre los árboles.
Uno de los episodios más oscuros de la policía estatal fue cuando se vio involucrada en la tortura y el asesinato de sus propios compañeros. Las desapariciones y los asesinatos de los agentes los habría cometido la misma SSP en un intento de callar a elementos que tenía información de las actuaciones extrajudiciales e ilícitas y la corporación.
Sobre el gobierno de Yunes, la autora remarca que el saldo que el panista dejó en Veracruz en términos de seguridad fue desastroso. El último año del bienio estuvo salpicado de demostraciones cada vez más fuertes de una confrontación entre el CJNG y el gobierno del estado que declaró la guerra al grupo delictivo desde 2016.
Mientras esto sucedía, la cuenta oficial del gobierno del Estado casi no se utilizó más que para compartir las publicaciones del gobernador, pues desde la página oficial del ejecutivo se hicieron las transmisiones en vivo, publicaciones oficiales y difusión de actividades. Es decir, Veracruz pago por la promoción personal del político panista.
Miguel Angel Yunes explotó su imagen personal y la de un gobierno con aspiraciones monárquicas a través de su cuenta de Facebook, pero sin transparentar quién pagó esa publicidad.
Guerracruzofrece un recuento de los daños que es, al mismo tiempo, una denuncia, un relato de la pesadilla política y social que hoy padece Veracruz y todo México.
La investigación exhibe la indolencia de gobernadores, agentes ministeriales, presidentes municipales y policías ante las madres rastreadoras en busca de sus hijos, las denuncias por desaparición de estudiantes, obreras, trabajadores o activistas.
La periodista Violeta Santiago devela el legado macabro de los gobiernos de Javier Duarte de Ochoa y Miguel Ángel Yunes Linares con sus políticos cínicos, siniestros; el asesinato impune a cientos de víctimas, incluso niños y el pesar de los ciudadanos ante la ola creciente de asaltos violentos y extorsiones.
Entrevistas a numerosas víctimas, crónicas escritas con la angustia por no saber si serás el siguiente corresponsal asesinado, análisis político y datos duros conforman este libro esencial para entender el presente de México; un reclamo audaz para señalar que, a pesar del abandono ciudadano por parte de gobiernos y autoridades, hay colectivos fervientes, activistas y periodistas cuya respuesta ante la injusticia es la solidaridad, alzar la voz y dar nombre a los desaparecidos, a los muertos del -quizá- cementerio clandestino más grande del mundo que hoy también es Veracruz.