Joanna Rubio / @joannarubioa
(7 de agosto, 2014).- Cuando la Reforma Energética fue anunciada, no podíamos evitar la susceptibilidad ante lo que el PRI prometía como la reforma vertebral de los necesarios cambios para nuestro país, tras cada comercial que invocaba a Cárdenas, una sensación de desconfianza renacía con nuestro dicho mexicano “más vale malo conocido que bueno por conocer”, es decir siempre hay algo detrás de la política priísta y esa historia ya nos la sabemos de memoria.
Alrededor de Pemex y CFE se ha creado el argumento por el cual el gobierno federal justifica toda la reforma: estas paraestatles son improductivas, simplemente el año pasado CFE cerró sus ventas en 318 mil millones de pesos, nivel de ventas que muy pocas empresas pueden alcanzar, para el caso de Pemex, podríamos decir que la diferencia entre una empresa eficiente y una empresa obsoleta es directamente proporcional al nivel de corrupción en sus esferas administrativas.
Las dos falacias de la reforma peñista se centran en la incertidumbre resultante al no garantizar la seguridad energética del país ya que no asegura precios accesibles para las familias ni un abasto de combustibles e insumos para Pemex, y el segundo punto es con los cambios realizados por el Senado, las nuevas leyes fragmentan la integración industrial en las actividades como refinación, petroquímica, transporte entre otras, esto significa que se cambia la estructura de las paraestatales como organismos descentralizados con personalidad jurídica y pasan a ser empresas privadas pero con una ligera incidencia en el Estado.
A esto podemos sumarle el riesgo de quiebra de la CFE, ya que se limitará su venta al grueso del sector empresarial mismo que representa el 60% de sus ingresos, teniendo entonces una pérdida de 185 mil millones de pesos.
La cereza del pastel es pasar los activos de estas dos empresas a la deuda pública, es verdad que sus pasivos laborales ya constituyen una deuda gubernamental, porque ambas son empresa del Estado, pero no es lo mismo una deuda soberana a una deuda perpetua.
La deuda de las ex paraestatales podría ser una deuda a largo plazo ya que esta contempla un vencimiento de la misma en 2080; a partir de 2008 los trabajadores de nuevo ingreso están dentro del régimen de pensiones individuales, los trabajadores bajo el régimen anterior comenzarán a jubilarse hasta el año 2040 y de acuerdo a un estudio actuarial de la Auditoria Superior de la Federación, sus pensiones terminarán de pagarse en el año 2080.
El endeudamiento es la política monetaria de Peña Nieto, ya que con esta absorción a la deuda pública, México pasaría del 30.7 a 49.6 por ciento del Producto Interno Bruto, cabe recordar que finalmente el monto de los pasivos crece cada trimestre, por lo que el total de la duda que todos vamos a pagar sería de 164 mil millones de pesos teniendo en cuenta el pasivo laboral de Pemex y los 507 mil millones de pesos de la CFE.
Los acuerdos a los que llegaron los senadores no son más que un rescate, ya que todos los mexicanos tendremos que pagar las consecuencias de los errores y fracasos de la dictadura somnolienta en la hemos vivido 70 años y contando.