Más que ninguna otra, ni siquiera la Energética, la Reforma Educativa se ha vuelto una prueba de fuego para el régimen de Enrique Peña Nieto y para algunos de los posibles “presidenciables” como Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño Mayer, secretarios de Gobernación y Educación, respectivamente.
Ante la dificultad para planear y ejecutar una estrategia eficaz para llevar a cabo la Reforma Educativa sin tropiezos, el gobierno de Peña se ha visto rebasado una y otra vez por la toma de calles y plazas, plantones, suspensión de clases, bloqueos a carreteras, etcétera. Nunca como ahora se ha hecho evidente la falta de un proyecto claro, pero sobre todo la falta de liderazgo para llevar a buen puerto lo que a los ojos de todos es necesario: reformar la educación en México.
La resistencia de las y los profesores de la CNTE, Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, ha complicado la ejecución de lo que a todas luces era una reforma laboral que de educativa no tenía nada. Se buscó modificar la forma de evaluar a los docentes, los procedimientos de contratación, ascenso, estímulos, etc. Se establecieron estrategias para “quitarles” el control sobre los procesos educativos, plazas, recursos y privilegios que indebidamente gobiernos anteriores, priistas primero y panistas después, le habían dado al SNTE, Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, en especial a su lideresa Elba Esther Gordillo, hasta hoy presa y, a nivel local, a sus secciones y líderes regionales.
De esta manera, la supuesta Reforma Educativa contenía de todo menos un proyecto para modificar el modelo educativo y los planes de estudio, el perfil de las y los docentes, el perfil de ingreso y egreso de sus educandos, para mejorar no sólo los métodos educativos, sino las condiciones materiales de las escuelas en toda la República, muchas de las cuales no cuentan con sanitarios, luz eléctrica, bueno ni siquiera aulas.
Más aún, no sólo no era una reforma educativa, sino que todo se planeó sin contar con los actores principales, las y los maestros, y ni que decir de los mismos estudiantes y de quienes los apoyan en casa para lograr los objetivos de toda preparación formal, sus madres y padres.
No es de extrañar entonces que las y los docentes, primero, y estudiantes, madres y padres después, se movilizaran ante lo que amenaza no sólo al estado de cosas propiciado por la relación corporativo-clientelar que el “viejo” PRI construyó en torno al sindicato de maestros y en la cual los privilegios a ciertos líderes y grupos dentro del mismo eran la regla, sino a los derechos laborales y al estatus mismo de la educación laica y gratuita, ante lo que se percibe como una intención privatizadora. Idea no descabellada bajo un régimen político y económico en el que las privatizaciones han estado a la orden del día y cuya última prenda, el petróleo, un recurso estratégico para toda nación, no ha quedado fuera.
A más de 3 años de conflictos y jaloneos entre el gobierno federal y la CNTE, finalmente, hace unos días, el secretario de Educación presentó el Nuevo Modelo Educativo 2016, que supuestamente entrará en vigor en el ciclo 2018-2019. El secretario, dando muestras de un “alto espíritu democrático”, convocó, después de “imponer” dicha reforma y asegurar que no se modificará, a distintos sectores de la sociedad para que participen en una serie de análisis y debates, a través de consejos técnicos, en los que, ahora sí, participarán las madres y padres de familia, expertos, organizaciones de la sociedad civil, autoridades educativas, el Congreso de la Unión, los gobernadores de los estados, y ¡claro! todo el magisterio, aún la CNTE, cuya postura bien podría diluirse entre tantas opiniones.
El anuncio se hizo a la par con las negociaciones que el secretario de Gobernación sostiene con representantes de la CNTE y mientras permanecen los bloqueos y las movilizaciones de la Coordinadora y los grupos que se les han sumado con la exigencia de derogar dicha reforma.
El último movimiento de la CNTE, en respuesta a la convocatoria del secretario Nuño, ha sido un plantón en el Zócalo de la Ciudad de México, pese al cerco policial establecido por el gobierno de Miguel Ángel Mancera, en el que miembros de las secciones 9 y 10 del magisterio fijaron su posición “Los docentes exigimos la reinstalación inmediata de los maestros cesados, despedidos o removidos injusta y arbitrariamente de sus centros de trabajo. Esta reforma administrativa que hacen pasar por educativa, sólo violenta los derechos laborales de los maestros, pues se pierden las plazas de base, los estímulos y logros alcanzados; además, es el inicio de la privatización de la educación en México”, como expresara en entrevista un docente de Michoacán.
Eso en materia administrativa, pues en torno al tema educativo también han planteado que “Nosotros proponemos una gran consulta nacional y no como propuesta de la CNTE, sino sentarnos a discutir cómo se debe construir un proyecto educativo.” Esto lo dijo a Revolución TRESPUNTOCERO el líder magisterial de la sección 9, Enrique Enríquez.
Hasta aquí, el conflicto persiste, por lo que cabe preguntarse ¿qué le ha faltado o sobrado a la estrategia de Enrique Peña Nieto y sus secretarios de Estado, Osorio y Nuño, para hacer realidad “su” Reforma Educativa?
En primer lugar, seguramente se pensó que lo primero era quitar del camino a quien se había convertido en un elemento real de poder, la lideresa Elba Esther Gordillo, quien fue útil para contener y manipular las demandas de las y los maestros, para movilizarlos en favor de los diversos gobiernos, para sumar votos, incluso se dice, para frenar a candidatos “peligrosos” el mero día de las elecciones, con pequeños trucos como colocar a “sus maestros” como presidentes de casilla, muy útiles a la hora de contar los votos, o sacarlos a votar en masa por este o aquel candidato. Esta Gordillo, muy útil la mayoría de las veces, se volvió un lastre gracias a las acusaciones de corrupción que pesaban en su contra, pero, sobre todo, cuando perdió piso y se creyó invencible definiéndose a sí misma como “una guerrera” que no dejaría la dirigencia del sindicato a menos que los maestros se lo pidieran.
En segundo lugar, había que subordinar al SNTE, una vez encarcelada la Gordillo, poniendo al frente un líder a modo, de esos que el PRI siempre colocó a la cabeza de los diversos sindicatos y confederaciones. La balanza se inclinó por alguien colocado a la sombra de Gordillo, Juan Díaz de la Torre.
En tercer lugar, había que restarle poder a la CNTE, ya que esta no se sometió de la misma manera que el sindicato. He aquí la razón de que la Reforma Educativa fuera administrativa y no hiciera honor a su nombre. Esta estrategia se unió a una más, hacer a un lado al anterior secretario de Educación, Emilio Chiauffet Chemor, dado su evidente fracaso, y posicionar a otro de los miembros del gabinete, a Aurelio Nuño, antes Jefe de la Oficina de la Presidencia, a quien se sirvió en bandeja de planta dicha reforma y a quien se dieron todos los apoyos políticos y mediáticos para lograrla. Se le dio luz verde para “mostrarse fuerte” y presionar a los maestros disidentes a través de medidas administrativas como despedir a los que no cumplieran con la asistencia a las aulas por más de 4 días acumulables de manera injustificada en un mes y para que a otros se les hicieran los descuentos correspondientes.
Todo parecía marchar bien para el secretario Nuño, quien por meses disfruto de tiempo en los diversos espacios informativos y que comenzaba a perfilarse como el “hombre rudo” del gobierno, aquel que no cedía ante las demandas “improcedentes” de la CNTE y que era capaz de “doblegar” al movimiento magisterial.
Todo ocurría según lo planeado para debilitar al magisterio disidente y para colocar al secretario de Educación en el gusto del público, hasta que dos malas decisiones devolvieron fuerza a la CNTE y el caso a la Secretaría de Gobernación desplazando a Nuño, quien ahora es cuestionado sobre su capacidad para enfrentar los retos que conlleva el movimiento magisterial y sobre si es la persona idónea para encabezar el nuevo Modelo Educativo: la represión en Nochixtlán, con 9 pobladores, que no docentes, muertos en su haber, y la poco pensada decisión, acordada al parecer entre Nuño y Díaz, el líder del SNTE, para modificar la manera en que se otorgan los aumentos salariales a los maestros al dejar fuera los estímulos por Carrera Magisterial (CM), a partir de la cual se tomaba en cuenta el aprovechamiento de los alumnos, la preparación profesional del docente, medida vía un examen, así como su formación continua, misma que se calificaba con los cursos aprobados.
Claramente una medida incongruente cuando el secretario en cuestión ha dicho hasta el cansancio que la evaluación a los maestros iría acompañada de los estímulos salariales correspondientes, y poco estratégica cuando dicha medida perjudica también a los profesores del SNTE. Sólo le faltaba a este conflicto con la CNTE que el SNTE se le uniera. De hecho, esta última decisión provocó que otras secciones del SNTE se unieran a las protestas de la CNTE, por lo que dicha medida ha entrado a revisión.
Como ya se ha visto, “meter al orden” a la parte disidente del magisterio no ha sido fácil como se pensó desde algunos escritorios del gobierno federal. Ni dejar que el movimiento con el correr del tiempo se desgastara por sí mismo -pues la teoría y los hechos han demostrado que no hay movilización que resista grandes periodos de tiempo ya por la falta de recursos, ya por el desgaste físico que eso implica, ya porque la gente tiene que trabajar y hacer su vida y no puede estar permanentemente movilizada-; ni las amenazas administrativas de la SEP, ni aquellas proferidas en Gobernación, como aquella de que “el tiempo de los bloqueos se acabó”, dicho por Osorio Chong; ni los cercos policiales, ni el encarcelamiento de los líderes, ni la represión, ni el bono prometido a policías federales para “quitar los bloqueos de la CNTE” ; ni la intervención de algunos medios de comunicación que han reproducido, ad nauseam, el estereotipo del pseudo maestro y la descalificación de los miembros de la CNTE, sin darles la oportunidad de plantear el fondo de sus demandas o invitarlos a una mesa de debate, junto con expertos y analistas, para expresar su punto de vista, han podido disminuir la resistencia del movimiento social de la CNTE, al contrario, cada mala decisión actúa como gasolina que aviva el fuego de la inconformidad y suma grupos, no ligados a dicha reforma, al de por sí ya crecido movimiento magisterial.
La CNTE ha mostrado una resistencia y una sólida capacidad de movilización y habrá que decir, en honor a la verdad, que las medidas tomadas por el gobierno federal, con la intención de ejecutar “su” Reforma Educativa, no necesariamente han sido meditadas cuidadosamente en cuanto a sus efectos, por lo que es posible esperar que los dos años y medio que restan de este sexenio no sean suficientes para llevarla a cabo, además de que nadie puede garantizar que el próximo gobierno se comprometa con su implementación y resista la tentación de proponer su propia reforma.
Visto así, parece que esta administración no pasará la prueba de fuego en materia educativa.