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La reforma que necesitamos

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Si en este momento la CFE no generara electricidad y el 100 por ciento de la generación estuviera en manos de privados, un hogar mexicano podría pagar hasta 60 veces más de lo que paga ahora. Como en Europa.

Y aunque algunos cabilderos repiten y repiten que nada tienen que ver los mercados europeos y, en particular, el español, con el mexicano, y que por lo tanto no es válida la comparación, lo cierto es que si toda la generación estuviera en manos de empresas privadas, el mero aumento en los combustibles, como el gas natural e incluso el carbón, elevarían el costo de generar electricidad y, para seguir siendo “rentables”, deberían vender la electricidad más cara.

Con la generación completamente privatizada, solo se tendrían dos opciones para que las tarifas de los hogares no aumentaran: que el gobierno subsidie las tarifas de los hogares y pequeños negocios, mientras las empresas privadas cobran su costo de producción, con sus respectivas ganancias; o fortalecer a la CFE como órgano del Estado, diversificando la generación de electricidad en varias tecnologías (renovables y tradicionales) y modalidades (pública y privada), consolidando nuestra seguridad energética para garantizar un suministro de electricidad continuo y a precios estables a largo plazo.

En resumen, hay de dos: o se crea un marco institucional que beneficie las utilidades de unas cuantas empresas, o uno a favor de los hogares mexicanos.

La reforma de Peña, en 2013, hizo lo primero. Impulsó un solo tipo de tecnología con beneficios económicos extraordinarios, destazando, de paso, a la empresa estatal para que las privadas pudieran apropiarse sin obstáculos del mercado nacional.

Por el contrario, la iniciativa que propuso al Congreso el presidente Andrés Manuel López Obrador apuesta por lo segundo: fortalecer a la CFE, diversificar la generación y fortalecer la seguridad energética.

Para que pueda entenderse lo que está en juego con la votación de esta reforma histórica, es importante analizar el conflicto en Ucrania y sus consecuencias económicas a nivel mundial.

Si, como decía Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios; y, por su parte, Lenin nos recordaba que pocas cosas son tan políticas como la economía, lo que estamos viviendo hoy es el uso de la economía y el comercio como arma de guerra.

Mientras las potencias se disputan y reparten el mundo, o se pelean y amedrentan por territorios y recursos, los países de la periferia o “el tercer mundo” recibimos el rebote de sus decisiones y errores, tratando de atajar el golpe lo mejor que se pueda.

Y es aquí donde se vuelve conveniente y oportuno hablar de soberanía nacional y, particularmente, energética. Ahora, más que nunca, se confirma lo que advirtió el presidente López Obrador desde que anunció la reforma: “La energía es una cuestión de seguridad nacional”.

Así lo entendió el General Lázaro Cárdenas, por ejemplo, y justo en un contexto similar, donde la guerra mundial ya tocaba a la puerta, como ahora. La Expropiación Petrolera fue el as bajo la manga para que México sobreviviera económicamente a la guerra, e incluso despuntara y se sentaran las bases para un Estado fuerte, con un aparato institucional potente, que, en su momento, sí se encargó de procurar el bienestar social. Sí tuvimos, por un breve instante, un Estado de bienestar en México, como el que ahora trata de reconstruir AMLO.

En este sentido, ¿cómo debería votarse la Reforma Eléctrica?

El conflicto en Ucrania está demostrando que esto ya ni siquiera se trata de ideologías o partidos; lo que está en juego, sin miedo a exagerar, es el futuro del país. La Reforma Eléctrica debe ser aprobada si realmente queremos blindar nuestra economía.

Como ciudadanos, debemos ser vigilantes de lo que pase en la Cámara de Diputados, pues sabemos que hay legisladores de ciertos partidos que, en lugar de asumirse como representantes populares, trabajan como cabilderos de empresas transnacionales que quieren apoderarse del sector eléctrico mexicano.

Las y los diputados de México están frente a una encrucijada. Y deben tener claro que, tanto el pueblo, como la Historia, e incluso sus hijas e hijos, van a juzgar cómo votaron esta Reforma Eléctrica, sean del partido que sean.

En unos años, todas y todos sabremos quién votó a favor del pueblo, y quien votó en contra de México y a favor de empresarios extranjeros; quién votó por el bolsillo de las familias mexicanas, y quién por las cuentas de banco de sus amigos millonarios.

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