Un importante sector de simpatizantes del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, movimiento que pretende realizar la cuarta transformación de la vida pública del México y el primero que podría lograrlo de forma pacífica, manifestó su extrañamiento por la “severidad” de AMLO al aceptar la renuncia de Santiago Nieto a la Unidad de Inteligencia Financiera.
Esa opinión fue compartida por un sector también de los detractores de la 4T, sin embargo, la reacción del presidente no es para nada una sorpresa. Vale la pena el contexto.
Durante la etapa en la que López Obrador fue el dirigente de la oposición fue determinante su insistencia en la importancia de las que él ha llamado las tres grandes transformaciones de México, su capacidad de síntesis y su estrategia de comunicación pudo lograr que un importante segmento de la población interiorizara la importancia de esos períodos históricos y lograra caracterizarlo de forma asequible. La primera, la etapa de la independencia de la corona española y la abolición de la esclavitud con Hidalgo y Morelos como protagonistas; la segunda transformación encabezada por Juárez y que significó la separación del Estado de la Iglesia y la tercera transformación materializada en la Revolución Mexicana, con el anhelo de democracia y con Madero como principal figura.
El objetivo del presidente es que el movimiento que hoy encabeza logre separar en nuestro país el poder económico del poder político, el segundo había sido sometido al primero desde hace al menos treinta años, ese sometimiento es resultado de la implementación de un sistema político y económico. El neoliberalismo. Por eso todo lo que tenga que ver con un señalamiento que involucre a su gobierno con el incumplimiento de ese objetivo recibe una respuesta fulminante.
No es casualidad que el 15 de julio de 2018 a penas catorce días después del triunfo en las urnas AMLO diera a conocer el plan de austeridad para erradicar la corrupción, y anunció que ese plan regiría todos los proyectos y acciones de su sexenio. Prácticamente todo el movimiento celebró la implementación de esas medidas, incluso quienes hoy ponen en tela de juicio la decisión de aceptar la renuncia de Santiago Nieto, un funcionario eficiente sin duda, de quien no está en controversia su actividad profesional pero que como todos conoció los 50 puntos que planteaba el documento, en particular el punto 30 “Los funcionarios de Hacienda, Comunicaciones, de Energía y de otras dependencias, no podrán convivir en fiestas, comidas, juegos deportivos, o viajar con contratistas, grandes contribuyentes, proveedores o inversionistas vinculados a la función pública”. Lo sabía él en ese entonces y lo saben todos quienes hoy hacen una inexplicable defensa.
Es lamentable perder un funcionario como Nieto, su formación, su determinación, su energía, pero el presidente cumplió con su promesa. En ese evento “privado” no sólo había personas socializando, en ese espacio convivía el poder económico con el poder político, de distintos orígenes y con agendas incluso supuestamente opuestas. Es paradójico que donde se celebraba una unión AMLO haya decidido materializar esa separación, como un mensaje a todo el mundo de que no pretende claudicar ni moverse un centímetro del su planteamiento original. Cuántos de quienes critican la aceptación de la renuncia pueden decir lo mismo, cuántos pueden decir que han resistido las fiestas patrocinadas por proveedores, los viajes de placer al extranjero o en aviones privados, la asistencia a eventos sociales o deportivos en secciones VIP. Hacer lo correcto no siempre es lo más popular, la dimensión histórica en ocasiones trastoca la emotividad. AMLO perdió a un cercano y un amigo por una boda, ahora por un evento del mismo tipo pierde un eficaz funcionario, pero ha ganado la autoridad política que no había tenido nadie en su encargo después del general Cárdenas. La separación del poder económico del poder político sigue siendo el objetivo y el presidente es el protagonista.
