La pregunta pertinente en este momento es: ¿cómo lograr volver a dormir al México bronco que ya despertó el grupo en el poder con su voracidad y cinismo? La respuesta es sencilla de hacer pero muy complicada de llevar a la práctica: con una elemental justicia social que empiece a curar las heridas de tantos millones de mexicanos vilipendiados, humillados y ofendidos por una élite ensoberbecida que sólo vive para disfrutar de sus riquezas mal habidas. Sin embargo, eso es lo que menos quieren hacer los privilegiados por un sistema podrido, cuyo motor es precisamente la injusticia y la burla cotidiana del Estado de derecho.
Así lo demuestra con creces la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el brazo legaloide del grupo en el poder, cuyos magistrados acaban de hacer un dictamen que demuestra su compromiso con quienes han hecho de su vida una constante violación a los legítimos derechos de la población más humilde, la mayoritaria en este país, la cual sólo aspira a tener los suficiente para sobrevivir. En el momento más inoportuno dio un fallo absolutorio en favor de tres de los asesinos materiales de los 45 indígenas de la comunidad de Las Abejas, crimen de Estado ocurrido el 22 de diciembre de 1997.
Ahora sólo quedan en prisión dos de los 75 que inicialmente fueron puestos tras las rejas de un total de 102 procesados. La sentencia se redujo de 36 a 18 años,por lo que no es de dudarse que pronto estos dos presosrecobren su libertad. Lo dramático del caso es que quienes jalaron el gatillo también son indígenas, pero al servicio de los autores intelectuales del homicidio múltiple, quienes nunca fueron molestados ni siquiera con una invitación a declarar. Ernesto Zedillo, entonces presidente de la República, gozó y sigue gozando de fuero, como también Carlos Salinas de Gortari, en cuyo sexenio hubo incontables crímenes que comenzaron en plena campaña, como el de los primeros mártires de un PRD entonces todavía no infiltrado por el gobierno federal.
El mensaje que envían los magistrados de la Suprema Corte es muy claro: no se preocupen (los autores intelectuales de tanto crimen de Estado en la actualidad), mientras nos aseguren nuestros privilegios seguirán contando con nuestro apoyo. El prestigio de la última instancia de la ley en el país queda por los suelos, pero eso no parece importar a los magistrados. Suponen, al igual que la burocracia dorada, que las cosas seguirán como están, al fin que el pueblo es muy fácil de controlar. Eso siguen pensando, porque no tienen una pizca de conocimiento del México real, ese que ya está despertando de su letargo de tantos años, por tanto abuso de una oligarquía que también supone que es muy fácil seguir por el rumbo que le fue trazado al régimen hace ya tres décadas.
Sin embargo, no es así como nos lo demuestran los cambios de pensamiento en un mundo que también empieza a preocuparse por los resultados tan dramáticos de un modelo global, inhumano y empobrecedor en grado extremo. ¿Acaso no se encuentra al frente del Vaticano un papa comprometido con el Evangelio, no más con los poderosos como sus antecesores? ¿Acaso no hay organizaciones internacionales defensoras de derechos humanos con un gran poder de convocatoria? Ciertamente, no es mucho en comparación con el poder hegemónico de los grandes intereses globales, empeñados en seguir por la ruta del neoliberalismo depredador. Pero tampoco es poco en un mundo que también empieza a perder el miedo a los fantasmas creados por los poderes fácticos para inmovilizar a las masas.
Muy pronto, aquí también quedará sin razón de ser el fantasma de la terrorífica delincuencia organizada, a la que se quiere culpar de todos los males ocasionados por un Estado secuestrado por la oligarquía. Así lo hace ver que nadie cree la versión de que sólo un grupo delincuencial guerrerense es el culpable de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En todas las marchas, plantones y protestas ciudadanas sobresale la consigna: “¡Fue un crimen de Estado!” Pero de ello no se da cuenta la SCJN, como nos lo deja ver su inoportuno e innoble fallo que insulta a las familias de los indígenas muertos en Las Abejas.