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La selección mexicana: de la chiripa a la chilena

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Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam

(14 de octubre, 2013).- El partido de fútbol entre la selección mexicana y la panameña, llevado a cabo el 11 de octubre, dio un respiro al equipo mexicano. El gol de Oribe Peralta hizo vibrar a la tribuna, incluso a los narradores, quienes comenzaron a sentir que el sueño de ir a Brasil a disputar el mundial de fútbol era al fin posible. Después, el gol de chilena de Raúl Jiménez, un golazo en efecto, consolidó la esperanza.

Conforme avanzaba el partido “la afición se volcó para apoyar a México y se mantuvo fiel a pesar de las fallas de la selección en los constantes centros al área en los primeros 45 minutos y dos fallas de Javier Aquino que pudieron causar mayor peligro”, a lo que hay que agregar el penalty fallado por Javier Hernández, el “Chicharito”.

Nada logró desalentar a los aficionados, ni siquiera el único gol de Panamá anotado al minuto 82 y que por unos minutos hizo empatar a ambas selecciones. Al contrario, aumentó el entusiasmo, en el estadio se pasó del “Cielito lindo” al “Sí se puede”, grito ya clásico para animar a los jugadores en momentos cruciales.

Las playeras de la selección colorearon el estadio, en las gradas los rostros de angustia, emoción, alegría, narraban uno a uno los intentos por mantener viva la ilusión que despierta el fútbol. Las competencias deportivas, en especial ésta, han logrado sublimar los instintos guerreros de una parte importante de la humanidad, así como trasladar una serie de valores nacionalistas a lo ocurrido en la cancha.

Correr tras un balón y hacerlo entrar en la portería adquiere una dimensión épica, se vuelve de pronto un asunto de vida o muerte; no faltan las apuestas, los festejos, los enojos, las peleas, los suicidios, es mucho lo que “se juega” en un evento de esta naturaleza.

El “ser mexicano” se demuestra al portar la camiseta del equipo, al pintarse la cara de verde, blanco y rojo, al corear el “Cielito lindo”, al ir al Ángel a celebrar. Pero es justo aquí donde comienzan los cuestionamientos, ¿a celebrar qué?

¿La realización de un partido aburrido, sin una estrategia clara y bien definida por parte de ninguno de los dos equipos, sin jugadas brillantes, sin lucimiento por parte de los jugadores, con excepción de los dos momentos en que cayeron los goles de México?, los cuales ciertamente no fueron resultado de jugadas bien planeadas y ensayadas, ni del trabajo en equipo, sino de la enorme visión de dos jugadores que casi de chiripa tuvieron la oportunidad de hacer entrar ese balón a la portería. El mérito fue personal, no del equipo ni del entrenador.

¿La vergüenza nacional de enviar al mundial a una selección que en lugar de poner en alto el nombre de México lo va a arrastrar por el suelo, todavía un poco más? O sea, no basta con exportar narcos, droga, mujeres y niñas robadas, exhibir una enorme y desbordada violencia, ahora también se va a llevar un espectáculo llanero.

Las críticas aquí expresadas no tienen como propósito denostar al fútbol como deporte, ni siquiera como espectáculo, ni muchos menos a quienes lo practican o admiran, sino poner el acento en una faceta poco analizada por la afición.

El fútbol per se no es malo, al contrario, toda competencia deportiva debería educar en la actividad física, en el perfeccionamiento de la mente y el cuerpo, en la voluntad de ganar para ser mejores cada día. Pero en México sucede justo lo contrario, el fútbol no es visto como un deporte en encamine a la perfección, sino como un gran negocio que genera millones de dólares al año y que permite socializar a la población para convertirla en una masa informe, a-crítica, a-política, adoradora de la mediocridad, del casi casi, del ya merito.

¿Cómo entonces puede interpretarse que las dos grandes televisoras, Televisa y TV Azteca, y aun el gobierno federal, inyecten esperanza en la gente sobre la base de una selección mediocre, perdedora, que si logra ir a Brasil lo hará sólo para hacer el ridículo, para jugar el peor fútbol de su historia, para turistear? La aspiración de estas empresas es que México llegue al quinto partido o a cuartos de final, nunca van por todo; esto es, el campeonato mundial. Su gran preocupación son los 600 millones de dólares en patrocinios que se perderían en caso de no ir al mundial.

Darle oxígeno a una selección cuyo desempeño durante toda la eliminatoria ha sido más que cuestionable, gracias a un partido que dejó mucho que desear, sólo prolonga la agonía, que ojala sólo fuera futbolera.

¿Cuándo en México se van a superar las nefastas frases “lo importante no es ganar sino competir” y “el sólo hecho de participar ya los hace ganadores”? ¿Cuándo el incontable talento que existe en este país, en todos los campos del quehacer humano, incluyendo al fútbol por supuesto, será apoyado para que ocupe el lugar que le corresponde en el mundo globalizado? ¿Cuándo a nivel nacional serán elegidos los mejores para el gobierno, para la academia, para las artes, para los deportes, en lugar de conformarse con el “menos peor”? ¿Cuándo se va a dejar de ser un país tercermundista, sobre todo, en la mente de las y los mexicanos?

Dentro de todo resulta positivo que sólo alrededor de 100 despistados acudieran al Ángel de la Independencia a festejar tan pírrica victoria, en la que la chiripa de una chilena pudo hacer la diferencia, por ahora.

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