La tecnología hace eficiente y más cómoda la vida, ¿también hace felices a las personas?

Por: Karla Alvarado

@Karla3_0

Que se vive en un mundo tecnologizado, es una realidad pero, desde cada realidad se construyen los referentes de lo que se considera bueno, bello y valioso.

El ser humano está buscando siempre ser feliz y, obviamente, lo que considera como “felicidad” se ha modificado conforme a sus condiciones sociales, culturales, ambientales, etc  se han transformado.

Como referente mítico de aquel que abrió paso a los hombres hacia la creación de la técnica se tiene a Prometeo, quien penetró sigilosamente en el taller de Hefeso y Atenea para robar el fuego a los dioses y entregárselo a los hombres. De esta manera, desde la visión de Carmelo Blanco Mayor, Prometeo le proporcionó al ser humano la posibilidad de “inventar instrumentos que completen y suplan la debilidad de su propia constitución; la capacidad y la tarea de prolongar su cuerpo, dotándole de herramientas para construir su morada en un mundo inhóspito”.

Desde la modernidad, los avances tecnológicos han ido marcando un estilo de vida haciéndola más eficiente o más cómoda según sea el caso. Estas características se han vinculado con los parámetros  de lo que se considera como felicidad.

Efectivamente el instrumentalismo tecnológico es una realidad sin embargo, un tanto superficial, en el sentido en que la sensación de felicidad se vuelve obsoleta en un periodo de tiempo muy corto.  Ahora bien, al hablarse de instrumentalismo, éste supondría que el ser humano está en completo control y manipulación de la tecnología y sus implicaciones, lo cual es sólo de manera aparente pues, la felicidad está hasta cierto punto determinada por el uso de los avances tecnológicos.

Estos liberan a los seres humanos, desde la postura de Albert Borgmann  “de las cargas de la realidad y de las demandas de las personas. Un automóvil realiza ambas funciones en una sociedad enriquecida. Nos libera de los límites de tiempo y espacio que constriñen a los peatones, del frío, el calor y la lluvia de las estaciones, y nos libera de las molestias de nuestros compañeros de viaje en un autobús o de los otros peatones en las calles”.

A través de la publicidad se bombardea con mensajes de que sus productos favorecerán a las personas en velocidad, en eficiencia, e incluso en inteligencia  permitiendo que el paradigma de los artefactos invadan las formas de vida social e individual.

En resumen, se venden sensaciones de felicidad a través de innovaciones tecnológicas. El disfrute de los placeres ha sido tecnológicamente refinado por el consumo, “y el curso del consumo es la adaptación. […] Los placeres tecnológicos tienen una vida corta. Después de un mes, mi centelleante y nuevo modelo de auto deportivo me da solamente la mitad de placer que sentí cuando por primera vez me prendí a su volante. Al cabo de un mes más, sólo me otorga la mitad”.

Entonces ¿la felicidad que brindan los artefactos o el acceso a los avances tecnológicos es efímera? Por lo anteriormente expuesto, sí, pero cuando ésta desaparece se requiere de un estímulo más fuerte que el anterior. Así,  de manera constante se tienen que estar sustituyendo dichos artefactos porque esto implica contar con determinado tiempo de felicidad, temporal pero finalmente es la forma de estar siempre llenos y no con aquellos vacíos con los que el ser humano siempre ha existido. Hoy en día, como lo había visualizado Günther Anders, “estamos privados precisamente del sentimiento de estar privados y, de esa manera, somos en apariencia libres”.

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