(22 de febrero, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- El peculiar golpeteo del cuchillo contra la tabla de madera, la carne crujiendo en el aceite, el aroma desprendido de los chiles secos en el comal o la seductora esencia del chocolate fundido en agua o leche… La comida está hecha de sonidos y olores, pero además, de historias, muchas de ellas de mujeres que han dedicado su vida a la cálida actividad de cocinar para el resto de la familia, para la clientela, o para las y los viajeros o invitadas.
En el municipio de Ocotlán de Morelos, a 30 minutos de la ciudad de Oaxaca, se encuentra una peculiar mujer de nombre Beatriz Vázquez Gómez, y digo peculiar por el entrañable parecido físico que guarda con la pintora mexicana Frida Kahlo, cuya cocina se encuentra en el tradicional Mercado Morelos y lleva el nombre de la artista.
“La Cocina de Frida” debe su nombre a los clientes “y a algunos amigos pintores de aquí de Oaxaca”, expresa Beatriz, además de que la gente “venía a buscarme como Frida”, un buen día hace 14 años, una de sus sobrinas la animó a bautizar el mesón con el nombre de la famosa pintora.
“Una de mis sobrinas me dice: ‘Tía tienes unos ahorros. –Si, –Entonces vamos a emplearlos bien’. Y ahí fue donde ella hizo esta figura (el letrero que se erige sobre la fonda). Me dijo ‘yo voy a hacer un cuadrito y cuando lo vi dije yo: ‘Está enooorme’. Así fue como se logró”, expone Beatriz con una amplia sonrisa.
“La Cocina de Frida” es uno de lugares más recurridos por lugareños y extranjeros, algunas personas se acercan por curiosidad, la mayoría llega por la comida que todos los días prepara Beatriz.
“Aquí”, narra la dueña del mesón, “la verdad que se me vende muchísimo el mole de almendra, lo ha probado gente de muchísimos lugares del mundo; igual los chiles rellenos, la guías espesadas (sopa) que hago los sábados, el coloradito que no me puede faltar o el platillo número uno que son las enchiladas de mole. Gracias a Dios que sí se vende”.
Pero puntualiza que estos años son de vacas flacas, porque la economía familiar se ha visto lesionada, “la gente no tiene para venir a comprar un almuerzo (de alrededor de 40 pesos) o una comida, prefieren comprar una empanada o una memela, algo más económico. Pero ahí vamos, el negocio se va manteniendo con la divina gracia de Dios y aquí estamos viviendo los momentos difíciles también, pero con mucho ánimo también, porque como decía mi madre: ‘Al mal tiempo, buena cara’”.
Doña Ana María Gómez Pacheco, su madre, fue quien fundó la esta cocina en el mercado de Ocotlán hace 65 años, pero luego de su muerte, Beatriz es quien mantiene a flote el negocio familiar que le dio de comer a ella y a sus 11 hermanas y hermanos.
Todas las hijas ayudaban a su madre en la cocina, pero Beatriz, la menor de las hermanas, prefería estar con su padre, Don Maurilio Vázquez Morales, sembrando el campo, “yo casi no venía al mercado –como sobreviven 10 hermanos–, pues nos íbamos turnando las hermanas (para ayudarle a su madre en la cocina), pero muere mi padre y ya yo vine a ayudar todo el tiempo a mi mamá”.
Así fue como la gente empezó a conocerla y se corrió el rumor de su parecido con la pintora mexicana, pero Beatriz en ese entonces era una mujer “muy tímida, no salía, ya la verdad soy diferente, tengo más contacto con la gente, ya no me dan miedo las cámaras”, de todos esos comensales que no resisten capturar su imagen.
Sin embargo, Beatriz advierte que no siempre tuvo este parecido con Frida Kahlo, pero después de que naciera su hija, perdió peso, cambió de número de calzado, se le perfiló el rostro y ahora: “estoy aquí, muchos me han venido a grabar de muchos lugares, acaban de venir de Francia y también de acá de Chile, infinidad de cosas me pasan todos los días y bien bonitas. Para mí es un regalo de Dios esta metamorfosis que me pasó”.
Como todas las mañanas, Beatriz dedica “18 minutos” en su arreglo, se delinea la ceja, usa un poco de polvo facial y lápiz labial, como no le gusta peinarse, sólo recoge su plateada cabellera en un chongo que adorna con flores tal como lo hace desde que era pequeña como complacencia a su padre quien le regalaba, rosas, claveles o crisantemos con las que ataviaba su cabeza.
Quizá por ello es que se si la vida no la hubiera puesto en este sitio, Beatriz se hubiera dedicado “a sembrar hortalizas, me encantan las plantas hubiera tenido un vivero, o sino a bordar, me gusta diseñar, coser, hacer adornos”, pero sin duda su pasión es la cocina, sobre todo, la preparación de los moles:
“Me encanta tostar el chile, que se me impregne ese aroma, tostar el maíz, el cacao, para hacer los moles, eso lo disfruto mucho”. En cuanto a los hombres de su vida, sólo a su padre le ofrece sus recuerdos, unos años vivió con el papá de su hija “pero como dicen acá, ‘Más vale sola que mal acompañada’”, expresa Beatriz con una amplia carcajada que impregna el aire de alegría, además de los olores a chocolate, orégano, canela; de los ajos, los chiles y los tomates.
Fotos: Érika Paz