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La trampa del mercado XI

Impuesto a los pobres: el plan antinflacionario

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Para entender el proceso de inflación es necesario recordar que el mercado mundial (en el que se encuentran todos los mercados nacionales interconectados) tiene dos esferas que, aunque estructuralmente unidas, pueden ser diferenciadas: producción y distribución. Además, es necesario distinguir entre dos grandes factores que impulsan la inflación: el energético y el alimentario. Este primero ha sido controlado, su componente representa apenas el 7% de la inflación alcanzada. El reto sigue siendo el segundo pues explica alrededor del 40% de la tasa alcanzada de 8.75%.

En materia de producción, cuando un mercado interno tiene la capacidad de producir lo que su consumo local demanda se encontrará, por regla general, exento de las presiones inflacionarias del mercado mundial. Es decir, si la capacidad productiva es suficiente entonces la tasa de inflación será menor, por el contrario, mientras más dependiente del exterior, sin capacidad productiva, se convertirá en presa de la tormenta de la elevación de precios.

Aquí vale mencionar que la producción en el mercado está mediada por la pulsión de ganar por encima del promedio de la tasa de ganancia, lo que significa que las empresas están compelidas a buscar por todos los medios posibles una elevación de sus ingresos, aún cuando esto implique la reducción de su producción y, por tanto, afectaciones en el ingreso de los trabajadores. Además, como se sabe, el mercado no se parece en lo absoluto a la imagen idílica de la competencia perfecta (situación en la que todos los participantes del mercado no pueden influir o determinar en el precio final) sino que vivimos en un tiempo histórico de los mercados oligárquicos en los que son un puñado de empresas enormes que se coluden para poder mover los precios o la cantidad de producción que más les convenga de acuerdo con el criterio mercantil.

En lo general, podemos decir que la inflación es una reubicación de valores desde el poder adquisitivo del trabajador hacia el flujo de ganancias de las empresas. Por ello es por lo que a este fenómeno se le ha llamado el “impuesto a los pobres”. Esta es la razón por la que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha puesto su empeño en generar las condiciones económicas para reducir el impacto de la inflación salvaguardando el poder adquisitivo de las familias.

Pero además de esto, existe la necesidad de mejorar las condiciones de la distribución, es decir, permitir y eficientar la importación complementaria de productos baratos del exterior y evitar la especulación monopólica de las grandes comercializadoras (Walmart, Chedraui, Soriana) que, al controlar el 80% del tráfico de alimentos, se convierten en jugadores esenciales, un cuello de botella si se quiere, que pueden encarecer los precios por su condición de intermediarios oligopólicos.

En suma, el programa contra la inflación es antineoliberal pues interviene en el mercado de forma consciente sobre los mercados oligopólicos, por ello el pacto se centra en el mutuo entendimiento empresas-Estado para alcanzar objetivos de política económica social y no solamente el ejercicio ciego del poder de mercado.

Para disminuir los precios se necesita, pues de cuatro elementos: a) elevar la producción de alimentos, b) evitar la especulación productiva mediante el precio de monopolio, c) disminuir costos de transporte y trabas para la importación complementaria de alimentos baratos y d) reducir el costo de los intermediarios comerciales.

Quizá la inflación sea uno de los fenómenos de mayor dificultad para comprender su origen debido a que es síntesis de múltiples determinaciones, pero la información constante y abierta en la que estos programas han ido evolucionando nos dejan avanzar en su claridad. No hay fórmulas preestablecidas y estrictamente monetarias para resolver el problema (tasa de interés) sino que exige una transformación estructural del mercado interno y su relación con el exterior, todo esto, insistamos, para salvaguardar el poder adquisitivo del trabajo en lugar de asegurar las ganancias empresariales, criterio que cae fuera del modelo neoliberal.

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