Es obvia la intención del grupo en el poder de cerrarle el paso a Andrés Manuel López Obrador, con la propuesta del dirigente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, de hacer un “ajuste” a la ley electoral, según él para “reabrir con límites” la compra de espacios en radio y televisión. Afirmó que “los tiempos oficiales deben ser aprovechados por los partidos, no por sus candidatos”. Seguramente, si el dirigente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), no estuviera creciendo con la velocidad que lo está haciendo, el priísta no se tomaría la molestia de solicitar una medida que restringe la libertad de expresión de los partidos políticos.
Tal propuesta es equivalente al juicio de desafuero que promovió Vicente Fox con un pretexto que se cayó por su falta de consistencia legal. La derecha en el poder quiere seguir haciendo de las suyas aunque el país se derrumbe como si fuera víctima de los yihadistas islámicos. Está claro para sus dirigentes que la sociedad mayoritaria está harta de la ineficiencia y corrupción de la burocracia dorada, nominalmente encabezada por Enrique Peña Nieto, aunque en realidad lo esté por la élite oligárquica que es la que manda realmente en el país.
Hay temor en las altas esferas del poder, de que las clases mayoritarias estén convencidas de que seguir por la ruta marcada por el PRI nos llevará a la ruina, aunque la propaganda en sentido contrario sea más intensa, lo que a final de cuentas, como tenía que suceder, ya no tiene el impacto que esperaban los expertos comunicólogos de la presidencia de la República. Es así porque la realidad choca frontalmente con la bazofia que destilan las 24 horas del día los medios electrónicos. La gente, no obstante su desinformación y muy bajo nivel político, captó ya el engaño y no está dispuesta a que le sigan viendo la cara.
Sería un paso en falso que se aprobara la propuesta de Beltrones, porque también afectaría a sus candidatos. Tal vez esto no le importe tanto como sacar de los medios a López Obrador. Sin embargo, es posible apostar a que aunque así fuera la imagen del líder de la izquierda verdadera seguiría en el ánimo de la población mayoritaria, porque sería muy burda la sucia maniobra y quedaría como víctima del sistema, como así sucedió cuando Fox intentó desaforarlo, siguiendo instrucciones de la cúpula empresarial.
El fondo del problema para el grupo en el poder no es la presencia en los medios de López Obrador, sino el convencimiento de la ciudadanía de que es la única opción que le queda al país para encontrar una salida viable a los extraordinarios problemas en que nos metió la derecha. Tal parece que sus expertos no les han dicho esta verdad incuestionable, o que porque la conocen es por lo que decidieron jugar la carta del juego sucio. Sin embargo, es tan nefasta la maniobra que el presidente del Comité de Radio y Televisión del Instituto Nacional Electoral (INE), Benito Nacif, puntualizó que puede ser contraproducente “introducir restricciones adicionales” a las que marca la ley.
Afirmó que al actuar en esa dirección, “llevaríamos a los partidos políticos a tener un montón de restricciones para comunicar lo que realmente quiere dar a conocer a través de las personas con quienes pretendan hacerlo”. Y sentenció: “La libertad de expresión acarrea mayores beneficios a la sociedad”. Sin embargo, para la burocracia dorada esto es un gran problema que quisieran anular de la manera más contundente: despojándose de su máscara “democrática” de una vez por todas y afrontar el futuro bajo las reglas de un régimen policial.
Beltrones se jugó esta carta, quizá pensando que así la élite empresarial les va a seguir dando un firme apoyo, incluso más fuerte en la medida que les está demostrando sus inclinaciones autoritarias. De hecho lo hicieron desde el momento mismo en que Peña Nieto se colocó la banda presidencial, como lo patentiza la realidad. ¿Acaso las políticas públicas del inquilino de Los Pinos no están dirigidas a favorecer a dicha cúpula oligárquica? ¿No se manifestó esta determinación con la entrega de la presea “Belisario Domínguez” al magnate Alberto Bailleres? Es obvio que la burocracia dorada no pensó en las consecuencias de tal desacato, equivalente a darle tan preciada medalla a Victoriano Huerta. Absurdo pero cierto.