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Las “malas noticias” son consecuencias de un mandato criminal y sangriento

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Curtido en la sanguinaria masacre de Atenco, a la sombra de Carlos Salinas de Gortari y ya en la silla presidencial con tres masacres condenadas internacionalmente, Enrique Peña Nieto pasó de la burla disimulada a vomitar en el dolor de los mexicanos, con la cínica declaración: “a veces nos inundan o nos quieren inundar con malas noticias”.

Burdamente ejemplifica que hoy “con la reforma energética, el precio de un cilindro de gas LP que costaba 290 pesos, ahora tendrá un precio del orden de los 260 pesos”, hecho que hasta ahora no es una realidad generalizada -según constató Revolución TRESPUNTOCERO-. Y aunque lo fuera, ¿qué clase de humano se atreve a comparar ese dato con la realidad de una madre cuyo hijo fue desollado?

Qué familia con una hija abusada sexualmente por un militar (protegido por una PGR cómplice) o una persona que fue torturada por un marino, considera que su tragedia es una “mala noticia” que inunda la cómoda vida de un gobernante cuyo mandato ha navegado entre la demagogia –mal pronunciada-, las masacres, las desapariciones forzadas del Estado y la inminente crisis –social, económica y política- que desató con reformas estructurales dictadas por el gran capital.

Peña Nieto, el gobernante ignorante, canalla y sin escrúpulos, no solamente minimiza a los muertos, a los desaparecidos, a quienes padecieron tortura, las fosas clandestinas, sino que soterra el dolor y la desesperación, llamando “malas noticias” a las consecuencias de un mandato criminal y sangriento, donde la violencia ha sido practicada por el Estado de manera abierta y en despoblado.

Palabras hirientes, las de un ejecutivo por demás cobarde, con fuerzas armadas asesinas dispuestas a callar a quien reclama, a quien exige justicia, a quien denuncia, a quien se indigna con la impunidad de uno de los títeres mercenarios, con mayores crímenes en la historia reciente de nuestro país.

Periodistas, estudiantes, luchadores sociales, activistas, sociedad civil en general, todos víctimas, no son “malas noticias”, son vidas, cadáveres, consecuencias gravísimas del regreso del PRI personificado en el hazmerreír internacional y uno de los más grandes herederos de la ignominia de la derecha mexicana, que a construido las más grandes fortunas tazadas en millones y billones, a costa de la sangre y el hambre de todo un pueblo.

Si bien es cierto a diario los mexicanos conocen más de una “mala noticia”, en efecto, México debería ser conocido como el país con una de las más grandes fábricas de “malas noticias”, las cuales se planean y se desarrollan bajo la protección de la Presidencia de la República, Gobernación, Hacienda, y ejecutadas –violentamente- por Sedena y Semar.

Ya no somos mexicanos crédulos señor Peña Nieto. Somos mexicanos que aspiran y respiran muerte, pobreza, hambre, esas no son malas noticias, es una execrable y vomitiva realidad construida por quienes dominan y controlan el país a través de un títere, cuyo discurso pasó de lo grotesco a lo burlón.

De acuerdo con el reciente reporte del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), en abril se registraron mil 683 víctimas de homicidio doloso en el país. Esta cifra significa que en el país existe un promedio de 56.1 víctimas de asesinato al día.

Amnistía ha informado que miles de personas han perdido la vida en el contexto de la llamada “guerra contra el crimen organizado”, pero nadie sabe con exactitud cuántas.

Y reitera que la trágica desaparición de 43 estudiantes rurales en septiembre de 2014 puso al descubierto una crisis de desapariciones de proporciones epidémicas. Según cifras oficiales, más de 27.000 personas continúan desaparecidas, casi la mitad de ellas desde que Peña Nieto accedió al poder en 2012.

Sentenciando que México es uno de los lugares más peligrosos para quienes ejercen el periodismo. En cuanto a tortura entre 2013 y 2014, el número de denuncias de tortura y otros malos tratos en el ámbito federal se duplicó, pasando de mil 165 a 2 mil 403, según la Procuraduría General de la República. Muy pocos casos se investigan.
Para el país entero los anteriores datos no son malas noticias, es una catástrofe que caracteriza este sexenio y a un gobernante corrupto y criminal.

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