(22 de agosto, 2020. Revolución TRESPUNTOCERO).- Liliana Alberto Ruiz, hija de un zapoteco y una mixe, conjuga las artes escénicas con la docencia y la terapia en Oaxaca desde hace más de 20 años, en busca de compartir experiencias y herramientas para el autoconocimiento y el bienestar emocional.
Cuando estudiaba el sexto semestre de sociología en la UNAM, sintió “el llamado del teatro”, por lo que comenzó a tomar diversos cursos, talleres y diplomados, relata en entrevista telefónica para Revolución TRESPUNTOCERO.
“Me encanta ser actriz, creo que es lo que más disfruto en la vida, actuar, aunque la vida me ha llevado por otros caminos”, los cuales ha sabido integrar y volverlos complementarios, como son dar clases de teatro a nivel secundaria, preparatoria y universidad, además de brindar talleres y arte terapia.
Parte de su formación se llevó a cabo en un espacio independiente llamado “La casa de los teatros”, de la mano del bailarín, coreógrafo y teatrista: Rolando Beattie.
“Después me dediqué a buscar otros caminos y fundé un grupo de teatro que se llama ‘Los Faranduleros’, junto con Lucina Rojas, Ricardo Ramírez y otros amigos”, explica.
No obstante, uno de los momentos clave en su carrera fue cuando, hace nueve años, entró a un diplomado de producción y dirección que la encaminaría hacia “un proyecto muy generoso” de Saúl López Velarde, el cual consistía en llevar el teatro a espacios no convencionales.
“Iniciamos este proyecto en el mercado de abastos, en la ciudad de Oaxaca, en donde la idea era hacer una obra de teatro dentro del mercado y se convirtió en un proyecto que se ha desplegado en muchas actividades artísticas”, cuenta.
Liliana también se ha formado en el ámbito de la pedagogía sistémica, “por una búsqueda personal; creo que el teatro tiene una virtud: trabajar con el alma, con el espíritu (…) Y también por mi necesidad de compartir de una manera mucho mas gozosa el regalo tan maravilloso que me ha dado el teatro”.
Ha brindado talleres para niños y adultos, implementando mecanismos de arte terapia pues considera que ambas disciplinas abogan por el bienestar del ser humano.
Sobre su arribo al mercado de abastos, describe que, junto a López Velarde, detectó que había muchas personas que no podían acceder al arte y mucho menos pagar un boleto para ver una obra, “entonces esa necesidad nos llevó a buscar las estrategias que pudieran hacer que estas personas se acercaran al teatro.”
“Llegar a los espacios en donde para la gente no es la prioridad ver una obra de teatro, sino la supervivencia”, fue uno de los objetivos. “Hay muchos espacios en donde lo importante es sobrevivir y ganarse la comida del día a día”, subraya.
El proyecto comenzó con intervenciones teatrales o performance en dicho espacio, aunque al inicio fue muy complicado entrar o “picar piedra”, pues había una resistencia y desconfianza de algunos locatarios e incluso estructuras políticas.
“Era muy chistoso”, describe Liliana, pues “todo mundo preguntaba que si éramos de un partido político, que quién nos financiaba, que de dónde veníamos… teníamos que explicar muchas cosas. Fue muy duro entrar al mercado”.
Una de las primeras obras que presentaron ahí fue ‘El balcón’, de Jean Genet, “que justo hace el cuestionamiento del poder; en ese momento nosotros cuestionábamos el poder de los espacios convencionales de teatro, el poder dentro de un espacio tan estridente como es el mercado de abastos, el poder que podía tener la cultura y el teatro dentro de un espacio como este… y empezamos a hacer pequeñas piezas en donde se cuestionaba este fenómeno”, recuerda.
La claves para poder incorporar el arte en dicho lugar, a decir de la actriz, fue la iniciativa de ofrecer talleres para niños y, posteriormente, incluso asesorías para sus tareas de la escuela, entre otras actividades.
Finalmente, Liliana plantea que el arte es como una “explosión de energía donde te das la oportunidad de entender por qué te pasa lo que te pasa” como individuo.
