La segunda marcha convocada por la autodenominada “Generación Z” el 20 de noviembre dejó un saldo más cercano a un ensayo que a una protesta masiva: menos de 200 manifestantes partieron del Ángel de la Independencia, mientras que en la UNAM, punto clave de convocatoria, no se reunió ni un solo estudiante para sumarse a la movilización.
Los pocos que asistieron fueron superados ampliamente por medios de comunicación, vendedores ambulantes y curiosos. De hecho, varios reportaron que la presencia de cámaras y periodistas sobrepasó el número real de manifestantes, dando la impresión de un evento cuidadosamente exagerado en su difusión, más que de una manifestación genuina de descontento.
Algunos de los vendedores presentes incluso ofrecían banderas del manga One Piece, sombreros con moño negro y accesorios con la imagen de figuras como Carlos Manzo, lo que sugiere que la convocatoria atrajo más a quienes buscaban aprovechar la visibilidad para comerciar, que a jóvenes activistas motivados por una causa real.
Mientras tanto, los puntos de reunión esperados, como el mural de la Biblioteca Central de la UNAM, permanecieron prácticamente desiertos. Usuarios en redes sociales señalaron que la marcha no pasó de ser una convocatoria simbólica, sin respaldo tangible en la comunidad estudiantil universitaria.
La ausencia marcada de manifestantes y la presencia predominante de medios plantea interrogantes sobre el verdadero origen y alcance del movimiento.
