Es verdad que las nuevas generaciones de mexicanos no tuvieron la oportunidad de conocer el país de antes del arribo de los tecnócratas neoliberales al poder, como señaló Enrique Peña Nieto en una reunión con empresarios de las telecomunicaciones, quienes en este lapso han sido de los principales beneficiarios del proceso privatizador que empobreció a los mexicanos de manera notable.
Según el inquilino de Los Pinos, México es hoy “mas fuerte en lo económico, con mayor nivel educativo en su población y más plural en el plano democrático”. Tal afirmación deja ver cuán alejado está de la realidad, y por qué en sólo dos años su sexenio empezó a naufragar, como lo patentizan los graves problemas que se agudizan mes tras mes, y que sólo él no quiere ver.
Es una mentira monumental afirmar que hoy México es más fuerte en materia económica, cuando tenemos tres décadas sin crecimiento real, pues los raquíticos 2.3 puntos porcentuales que promedia el PIB a partir de 1983, son aniquilados por la tasa inflacionaria que rebasa los 4 puntos. De ahí que la tasa de desocupación real de México sea la más alta de la OCDE, en lo cual coinciden el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
De acuerdo con el Inegi, la mayor parte de la población económicamente activa (12 millones 844 mil personas), se encuentra en el grupo de quienes perciben más de uno y dos salarios mínimos. Según la Encuesta Nacional de Ocupación, en este año los trabajadores que ganan más de cinco salarios mínimos registraron una caída de 3.2 por ciento. Esto significa menor calidad de vida. La OCDE confirmó al inicio del año pasado que México mantiene un comportamiento económico a la baja. Enrique Dussel Peters, investigador de la UNAM precisó que en la década de los noventa, con un salario mínimo se podía comprar 30 kilos de tortillas y hoy apenas alcanza para 5 kilos.
Nuestro país es ahora una colonia de los grandes intereses globales, así lo demuestra la pérdida total de soberanía, no sólo por la dependencia económica, sino porque somos un país netamente maquilador de manufacturas que el gobierno federal nos quiere vender como un gran logro, cuando en realidad sólo aportamos mano de obra barata. Importamos hasta petróleo y un enorme porcentaje de los alimentos que consumimos. La pobreza abarca al 52.3 por ciento de la población, mientras que la pobreza extrema alcanzó 19.7 por ciento, 23.1 millones de mexicanos, de acuerdo con el BM.
En materia educativa somos también el país más atrasado de la OCDE, según evaluaciones del propio organismo que coinciden con los de la Unesco y de especialistas nacionales. Investigadores de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM), coincidieron en señalar que “las políticas públicas en materia educativa no han dado resultados”. Se podrá decir que se invierte más en educación que años atrás, pero “aumentar el gasto no mejora automáticamente la educación”.
Sobre todo cuando se arrastran deficiencias graves en infraestructura, equipamiento y funcionamiento de las escuelas. Sigue siendo una asignatura pendiente invertir el 8 por ciento del PIB en educación, pues a lo más que se ha llegado es casi 5 por ciento.
Aun así, Peña Nieto no tiene empacho en lamentarse porque no se valora, según él, “cómo ha evolucionado nuestro país”. Tampoco lo tuvo para felicitar a los empresarios de las telecomunicaciones, por “contribuir a formar una conciencia social”. Efectivamente, lo han hecho pero en un sentido contrario al interés general de informar y educar a la ciudadanía. Los hechos demuestran que la sociedad nacional es de las más desinformadas entre los países de la OCDE, la más enajenada por una televisión netamente comercial y antidemocrática.
Tal visión de México, por parte del inquilino de Los Pinos, es demostrativa del nulo interés que tiene en gobernar. Si lo tuviera, aceptaría la existencia de problemas que demandan una urgente solución o al menos un mínimo interés por enfrentar sus causas. Todo lo contrario, no quiere ver más que el entorno color de rosa que le muestran sus colaboradores. Por eso, el regreso a la realidad será muy decepcionante para él, aunque quiera aparentar un triunfalismo absurdo, como así lo han hecho Vicente Fox y Felipe Calderón.