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México resiste ante Monsanto

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Valentina Pérez Botero / @vpbotero3_0

 

(24 de mayo, 2013) El movimiento es constante: una banda negra, lisa, que transporta productos. El ritmo con que la plataforma de plástico recorre la fábrica es rítmico, la constancia le permite que los procedimientos se homologuen y los tiempos se acorten para producir muchas veces lo mismo.

En la repetición se encuentra la ganancia y en la diversidad, por el contrario,  se pierde tiempo y el tiempo es dinero. La variabilidad de los objetos que se producen está contenida en los errores de máquinas, mientras la riqueza de la diversidad se encuentra en la naturaleza misma: el hombre que la produce y el medio ambiente que la condiciona; ninguna se puede controlar. Fuera de la supervisión no hay ganancia.

Imagine esa banda, rítmica y negra, produciendo ni coches ni muñecos sino comida; el maíz que alimentará las vacas que usted comerá en forma de carne, tomará en la leche y consumirá directamente del cereal.

La agricultura industrial oculta esa banda bajo su producción. Muchas de las semillas que planta son variantes transgénicas, patentadas por Monsanto, mantenidas por herbicidas, plaguicidas y abonos también fabricados por él. Una cadena de producción bajo el control ya no de millones de campesinos sino de una empresa monopólica.

Monsanto tiene más de un siglo en el mercado –químico, agroindustrial y de materiales- y en ese transcurso digirió la famosa frase “quien controla la comida controlará el mundo”: él ya tiene la propiedad intelectual de las semillas –principio y fin de la producción alimenticia-.

Cultivos en Estados Unidos, Argentina, Brasil le pertenecen. Monsanto ya está en México pero aún no ha podido sembrar comercialmente las variables MON de maíz transgénico que ha solicitado, ya dos veces, en territorio nacional ¿Quién ha evitado que se apropie del maíz?

 

Historia de la resistencia

Un grano: “No queremos a Monsanto en el país”; se le suma otro: “Protegeremos la diversidad que desarrollaron nuestros ancestros”; se agrega un tercero: “México es centro de origen y diversificación del Maíz”. La unión de cada semilla, de cada propósito que encierra la intensión de salvaguardar el territorio mexicano para las más de 50 razas criollas, le ha dado la fuerza a la resistencia mexicana contra el maíz transgénico.

Pat Mooney, director y fundador del grupo ETC, dijo en su paso por el país, hace menos de un mes, que “la defensa del maíz en México es un ejemplo emblemático de resistencia”. El también Premio Nobel alternativo se refería a un cálculo básico: 300 organizaciones mexicanas –entre campesinos, estudiantes y sociedad civil organizada- han logrado detener, ya de manera sistemática desde 2007, el avance de una trasnacional como Monsanto que logró doblegar, incluso, al gobierno estadounidense.

Barack Obama, presidente de Estados Unidos, firmó la ley que se conoció como Monsanto Protection Act, y ese centenar de organizaciones mexicanas han podido, sin el apoyo del gobierno –incluso a pesar de los candados jurídicos que ha desmantelado éste- evitar la siembra comercial de maíz transgénico.

La campaña que articularon  Sin Maíz No Hay País y la Red en Defensa del Maíz partió de una premisa clave: México es el pueblo del maíz –culturalmente se debe a él, se alimenta de él y su campo tradicional, el sistema milpa, se preserva gracias a él- y el país es territorio de origen y diversificación del grano.

La defensa del maíz ha sido como su riqueza autóctona: diversa; activistas que penden de un hilo para mostrar un manta con la leyenda “maíz transgénico, traición a la patria”, porque el maíz también, de acuerdo con ellos, se sostiene sólo por un hilo. Estos activistas de la filial mexicana de la organización ambientalista Greenpeace se descolgaron en medio de Senado y días más tarde lo hicieron desde la Estela de Luz.

Por otro frente, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad ha publicado de forma periódica estudios no sólo sobre los falsos mitos de Monsanto -aumento de productividad, por ejemplo-, sino contra las propias creencias del Estado que difunde que la tierra mexicana no es capaz de autoabastecer su demanda de alimentos.

En la misma linea y en contacto directo con el campo, la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo(ANEC) ha lanzado un plan de desarrollo del campo que rescata los saberes tradicionales y desplaza a los transgénicos. Las asociaciones civiles, como Semillas de Vida, buscan difundir el valor del maíz mexicano, y los actores más recientes, los jóvenes, en grupos como #YoSoy132ambiental, Comida No Bombas, han tomado un papel protagónico para que la lucha, tal como lo dijo Vandana Shiva, líder contra Monsanto en India, sea transversal e internacional.

La red en resistencia que ha creado México ha logrado encapsular las intenciones de Monsanto. Su fuerza se debe tanto a la cantidad, como a los diferentes sectores que abarca. La diversidad del maíz mexicano, que es un bien mundial, lo salvaguarda un frente de defensa igual de diverso.

 

REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO
REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO

 

 

En México, nadie defiende el maíz
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