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México sería la “Arabia Saudita de la plata” si crea una Ley de Refinación Nacional antes de 2030

Para replicar el éxito indonesio, México debe actuar en cuatro frentes.

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Tres minas mexicanas —Fresnillo (en operación desde 1554), Peñasquito y Saucito— producen el 18% de la plata mundial, equivalente a una quinta parte del metal que circula en el planeta. Con este volumen, México debería erigirse como una potencia económica comparable a Arabia Saudita en el sector energético. Sin embargo, más de 1,500 millones de onzas de plata han sido entregadas históricamente a intereses extranjeros, desde la Corona española hasta fondos de inversión como BlackRock y Vanguard, bancos como el Royal Bank of Canada y conglomerados asiáticos como Jiangxi Copper. Durante 470 años, el país ha funcionado como el granero global de plata, un saqueo que trasciende lo económico para convertirse en una cuestión existencial: ¿Seguirá México regalando su riqueza mineral otros cinco siglos?

Los gobiernos —de Salinas de Gortari a Claudia Sheinbaum— han sido testigos pasivos de un despojo que perpetúa el modelo extractivista. Un dato revelador: la mina de Fresnillo, activa desde la Colonia, ha extraído más plata que las reservas actuales de Estados Unidos, China e India juntas. No obstante, Zacatecas —su sede— registra un 54% de pobreza, un contraste que expone la brutalidad del sistema. México domina la producción global con 6,300 toneladas anuales, casi el doble que China (3,400 toneladas), pero carece de una Secretaría de Minas que gestione estratégicamente este recurso.

¿Cómo solucionar este problema histórico?

Lecciones de Indonesia y la protección de su níquel

En 2020, Indonesia dio un golpe maestro al sistema extractivista extranjero al prohibir la exportación de níquel sin refinar. En solo cinco años, multiplicó sus ganancias por diez: pasó de 4,000 a 40,000 millones de dólares anuales. Este modelo, replicable con la plata mexicana, demuestra que el valor no está en la extracción, sino en pensar cómo puede ser impulsado por una inminente industrialización del país. Si las mareas geopolíticas convierten a México en una nación profundamente productiva, conviene pensar en cómo trabajar la plata en casa. Ahí va un ejemplo de todo lo que se pierde al vender plata en bruto.

Una tonelada de plata mexicana en bruto se vende en unos 900 mil dólares. Si esta tonelada se refina en el país de origen, éste puede vender cada tonelada de plata entre 2.5 y 3 millones de dólares. La ganancia entre vender en bruto y refinar plata es de casi 2 millones de dólares por tonelada. Se pone peor cuando comparamos cuánto pierde México por no transformar su plata pura en productos tecnológicos (paneles solares, IA, en una segunda fase): con ganancias que podrían generar hasta 5 millones de dólares por tonelada. Esto, al año, generaría ganancias hasta por 40 mil millones de dólares para México con los que no cuenta y que podría contar en el mediano plazo (cifras del Londres Metal Exchange, 2024). Suena más feo si leemos que México deja ir ganancias de hasta 40 mil millones de dólares cada año. Tan solo con su plata.

Una Ley de Refinación Nacional de Plata

Para replicar el éxito indonesio, México debe actuar en cuatro frentes. Primero, una Ley de Refinación Nacional que de aquí al 2030 obligue a procesar el 50% de la plata nacional en territorio mexicano. Segundo, impuestos progresivos del 30% a las exportaciones en bruto, que se solicite a las empresas extranjeras a invertir en plantas procesadoras en México. Tercero, crear una Mexican Silver Corporation: una entidad estatal con participación accionaria en refinerías, con tremendas y bien puestas facultades para multar hasta por $10 millones de dólares a quien no participe, e incluso revocar concesiones a quienes incumplan.

Aunque Indonesia logró crear 20 fundidoras y 350,000 empleos en una década, México enfrenta retos monumentales. Primero, la falta de voluntad política: el tema brilla por su ausencia en la agenda pública, ahogado por coyunturas electorales y lobbies mineros de gran calado en las cámaras de Diputados y Senadores. Además, los fondos como BlackRock y Vanguard, accionistas clave en mineras, operan como un poder paralelo con influencia en Washington y Bruselas, además de buenos contactos en Ciudad de México. Por último, la infraestructura y educación serían un problema. No existen ahora mismo técnicos especializados suficientes para echar a andar una maquinaria minera soberana. La industrialización mexicana suena deliciosa en papel, pero complicada de ejecutar en un país que tiembla para enjuiciar a un expresidente narcotraficante. Para paliar la desventaja técnica y profesional, México podría aliarse con titanes de la industria (aunque Estados Unidos no vería con buenos ojos las manos de China en México en temas mineros).

Y sobre el tema de respaldar al peso mexicana con reservas propias en plata hablamos luego.

 

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