La constante campaña de la oposición para denostar y subestimar toda acción del gobierno ha generado una alteración extraña en la percepción global del sexenio. De ahí que frente a los resultados positivos en la evolución económica del país se presenten como “milagrosos”, como si por alguna razón exterior los astros se alinearon para permitirnos equilibrios macroeconómicos.
No quiero decir con esto que no sean resultados extraordinarios, especialmente cuando estos son alcanzados en el contexto de una pandemia y una guerra a escala internacional. Las cadenas de suministro fueron cortadas simultáneamente en el mundo y la reestructuración mundial ha agitado los movimientos especulativos, pero aún así, nuestro país se mantiene fuerte.
El hecho histórico es que la 4T significó el freno de emergencia de una sangría sin límites que tenía a nuestro país al borde del colapso. Bastó enderezar el rumbo y atacar sistemáticamente los procesos de corrupción para demostrar que la economía social, esa que se construye colectivamente, es fuerte y tiene un alto potencial. El presupuesto se mantiene con deuda controlada y se liberan recursos para obras de infraestructura. La Ley de Austeridad permite disminuir la inflamación de una élite burocrática que se hacía rica en detrimento de la mayoría más pobre.
Antes, las obras quedaban eternamente inconclusas y nunca había responsables, hoy hay un seguimiento y supervisión puntual, por parte del presidente, para alcanzar en tiempo y forma lo planeado. Luego de un periodo de violencia neoliberal en la que el salario bajo era la moneda de cambio para atraer inversiones, hoy se construye un entorno de bienestar en la que los ingresos para el trabajo aumentan y permiten que las familias desahoguen al menos lo más indispensable. La próxima medición de pobreza que habrá de salir en julio de este año dejará ver con precisión cómo este indicador expresa un cambio de rumbo importante.
Todo este proyecto económico de recuperación ha venido acompañado también de una política exterior valiente y de recomposición del tipo de relación con las potencias del mundo, al mismo tiempo que se fraterniza con nuestros hermanos latinoamericanos. Pero merece un comentario especial el hecho de comprender el momento de cambio geopolítico y proponerle a los Estados Unidos de América un cambio en la forma de relacionarse con nuestro país. Una de las grandes victorias es la gran nacionalización del litio, asegurando el control de la cadena productiva de valor aún con participación de inversiones extranjeras.
El proceso de la cuarta transformación es transexenal porque no busca la estrellita cortoplacista, sino que trabaja para las siguientes generaciones. Este es el espíritu de la planificación económica.