Por Fabián Cuéllar
@FCuellar3_0
Su gran obra, la Escalera de Santa Teresa, fue el lugar de su muerte.
Los curiosos se arremolinaron en torno a la casa del artista para dejar flores, veladoras y hasta cartas. La escalera que había recibido atención por más de dos décadas lucía más llena que de costumbre. Había muerto el autor de una de las obras de arte vivas más representativas de los últimos tiempos en Brasil.
Jorge Selarón era un pintor y ceramista chileno que, en 2005, se convirtió en un carioca honorario por su labor artística en los barrios de Lapa y Santa Teresa, en Rio de Janeiro. Conocido mundialmente por su Escalera de Santa Teresa, Selarón cambió la imagen del barrio que habitaba, convirtiendo un lugar sucio y descuidado en un barrio en el que floreció el comercio, atrajo a turistas y dejó de sentirse marginalizado.
La escalera cubierta por mosaicos de distintos colores llamó la atención de locales y visitantes del barrio de Lapa. Todo comenzó en 1990, cuando el artista chileno comenzó a restaurar los escalones que se encontraban frente a su casa. Poco a poco logró convertir los 215 escalones en un caleidoscopio de mosaicos que, en su mayoría, llegaban de conocidos y extraños, y tapizaron la subida al convento de Santa Teresa.
Las investigaciones periciales apuntan a un posible suicidio por parte del artista, quien a últimas fechas había recibido amenazas de muerte por parte de un antiguo amigo por diferencias sobre los derechos de la obra del chileno. Su cuerpo fue encontrado con quemaduras junto a un bote de thinner.
La escalera, ahora lugar de homenaje, contiene mosaicos de distintas ciudades del mundo, lo que la convierte en una obra de arte viva, en movimiento constante, con aportaciones que hacen sus visitantes. La belleza de la Escadaria contrasta con la forma brutal en la que murió Jorge Seralón. En uno de los mosaicos puede leerse: Sólo terminaré este loco y singular sueño el último día de mi vida. Los que lo conocieron saben que lo cumplió.