Dr. Norberto Emmerich / Colaborador
Poco a poco, entre la Casa Blanca, el fútbol, las fiestas y el atardecer del año, las movilizaciones por nuestros 43 compañeros van menguando, dejando de ser la pesadilla interminable del priísmo peñista para convertirse lentamente en un fenómeno político-cultural de alcance mundial, una especie de nuevo paradigma ideológico.
Como un huracán que arrasa todo a su paso y luego se convierte en una tormenta de verano, toca contar los árboles caídos y prever lo que está por venir.
El gobierno no ha caído, pero ha perdido toda capacidad de iniciativa. El sólo hecho de que la renuncia de Enrique Peña Nieto haya sido una consigna gritada en marchas, concentraciones y manifestaciones en todo el país implica un giro abismal en la política mexicana de los últimos 30 años. Ningún monarca sexenal se considerará seguro y los debates sobre la ley de acefalía y la modificación del régimen presidencialista se volverán más urgentes y necesarios.
El Ejército, la más prestigiosa institución mexicana, ha perdido toda respetabilidad. La penetración en el primer filtro del 27° Batallón de Infantería en Iguala hubiera significado una masacre en cualquier otro momento. Sin embargo, la nueva normalidad democrática de facto existente ahora en México tiende al vacío de toda institucionalidad y logró avanzar hacia parámetros más equilibrados de poder.
Una elite educada en cinco siglos de represión no conoce otro mecanismo de resolución de conflictos y asiste impotente a la parálisis del gobierno. Por supuesto las desapariciones y levantones siguen recorriendo la geografía del país. Pero queremos destacar lo nuevo, no lo que siempre ha sido.
En Veracruz, los vecinos impidieron el secuestro de una alumna que se dirigía a clases. Murillo Karam dice “ya me cansé” y Osorio Chong anuncia la liberación de los 11 detenidos el 20 de noviembre en el Zócalo apenas una semana después.
Al mismo tiempo Estados Unidos comienza a inundar el mundo con una nueva política exterior de soft power que presiona exitosamente sobre el rublo ruso y estratégicamente sobre la economía y el régimen político cubano.
Con el petróleo a menos de 50 dólares el barril en un presupuesto 2014 que lo cotizó a 85 dólares, la economía mexicana está transcurriendo por claros senderos de ajuste. Esta mezcla explosiva de ajuste urgente, baja gobernabilidad y alta movilización pronostica con facilidad incendios sociales en todo el año 2015.
Los empresarios que aplaudieron entusiastas el paquete de reformas del priísmo peñista se volvieron cautelosos respecto a sus resultados. Y ahora se muestran manifiestamente preocupados por la inseguridad del país, que licúa inversiones e impide el control territorial.
En síntesis, el gobierno mexicano marcha a contramano de todos los actores sociales, tanto nacionales como globales.
Un Estado criminal no convive con una política exterior americana de soft power, una estrategia de ajuste no dialoga con la democracia fáctica existente, los acuerdos de sicariato del gobierno no favorecen el ingreso de inversiones, la reforma energética es inútil con estos precios del crudo.
El desgraciado momento en que Peña Nieto ordenó la masacre de los estudiantes de Ayotzinapa seguirá marcando cada instante de los largos cuatro años de gobierno que le restan, si no cae antes. Y si el priísmo peñista cae, con él se irá no sólo el gobierno, sino también las instituciones, la democracia mexicana, el NAFTA y el sistema de partidos.
Navidad quiere decir nacimiento. Algo nuevo está naciendo, nadie lo podrá evitar.