Por: Valentina Pérez Botero
@vpbotero3_0
Parece el listado de personajes de un cuento de hadas. Osos, cazadores, nutrias, lobos; todos hombres que les gustan los hombres, pero comparten características físicas y gustos distintos que los alejan un poco del estereotipo de hombre gay que explota el mercado rosa –atlético, a la moda, delgado-.
Osos, sólo su nombre apela a una imagen: grandes, peludos, fornidos, hasta gordos… Características que enfatizan una apariencia masculina clásica. Incluso en palabras de Mr.Bear 2011, un oso “Va en contra de los prototipos homosexuales” e impone una belleza varonil acentuada por el vello y los kilos demás.
Pero ser un oso no se queda sólo en el cómo se ven, también es indispensable, según miembros de la comunidad, una actitud que promueva la fraternidad y hermandad sin importar las características físicas.
La comunidad ursina en el mundo gay es una de las más organizadas y mejor consolidadas. La red se teje a través de clubes y grupos que se encargan de hacer acciones coordinadas de convivencia y activismo, por ejemplo, el director de osos de Buenos Aires estima que hay alrededor de 500 asociaciones en más de 100 países.
En México existen clubes a lo largo del territorio nacional (Osos Monterrey, Osovaquero, Baja bears, entre otros) y Bearmex.com desde 2005, por ejemplo, se encarga de difundir información sobre los osos y sus admiradores.
Su bandera abandona la estridencia del arcoíris y, aunque conserva sus siete colores, los sustituye por tonos más sobrios que van desde el beige y naranja hasta el negro. En el extremo superior izquierdo la huella del mamífero que los caracteriza adorna el símbolo de su comunidad.
El administrador de Nichos Bear Bar, Enrique Mata, explica que los osos fueron en un principio discriminados dentro de la propia comunidad gay, por lo que se alejaron del simbolismo de la bandera convencional y la particularizaron a su comunidad. “Cada color equivale a un color de pelo” afirma Mata y al regresarnos a los cuerpos velludos de los osos, ese elemento físico se convierte en un determinante de la comunidad.
Los osos o “jotos rudos” como se refieren a ellos coloquialmente en la zona gay de la capital mexicana, rompen el estereotipo homosexual masculino porque lucen un atuendo masculino heterosexual cotidiano. También dentro de las lesbianas, las que se conocen como “Fem”, se alejan de la imagen masculinizada de la mujer que le gustan otras mujeres y quebrantan el canon social de cómo debe lucir una mujer homosexual.