Es incuestionable la urgencia de contar con eficaces contrapesos que frenen el peso de la oligarquía sobre la sociedad en su conjunto. No hacerlo nos llevará en muy poco tiempo a la represión formal como modelo de gobierno, situación que a su vez generará una violencia generalizada, con los costos económicos, políticos y sociales subsecuentes, hasta que la insurrección sea la última salida que se le deje al pueblo. Han sido demasiados los abusos de una élite que se colocó por encima de las clases mayoritarias, y que se considera con derechos inexpugnables y legítimos para proceder como lo hace, por encima de las leyes.
Un buen ejemplo de ello lo tenemos en las recientes declaraciones a los medios del señor Arturo Peña del Mazo, quien llama la atención por ser tío de Enrique Peña Nieto. Sus palabras son un compendio de la enorme distancia que existe entre la cúpula en el poder y la población mayoritaria. Para él, los estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa, “son un mero pretexto” para que un reducido grupo de ciudadanos, que según él no pasa de 30 mil, lleven a cabo las protestas que, según información que corre por las redes sociales y algunos pocos diarios y revistas, han crecido como ondas concéntricas por todo el territorio nacional.
Sin embargo, para Peña del Mazo “son insignificantes” y además no se justifican, porque según él, “más de 19 millones de mexicanos votaron por Peña Nieto y en las protestas participan a lo mucho 30 mil, por lo que los inconformes son una minoría”. He aquí una muestra concreta de la obnubilación que producen los privilegios y el miedo a perderlos.
Como muchos ciudadanos saben, la mayoría de esos votos fueron comprados por diversos medios, como las tarjetas Monexy las prácticas ilegales del PRI histórico, avaladas por los órganos electorales al servicio del grupo en el poder.
Así que se engaña solo Peña del Mazo al sostener semejante patraña. Peña Nieto está en Los Pinos de manera fraudulenta, al igual que seis años antes lo hizo Felipe Calderón, con el apoyo de la oligarquía e intereses trasnacionales decididos a imponer un sistema fascista en el país. Según el tío del inquilino de Los Pinos, “se ha querido hacer un escándalo de un pretexto, pero un pretexto mínimo”. No se vale que por sólo 43 desaparecidos se produzca tal escándalo, cuando “la Revolución Mexicana dejó un millón de muertos y nadie dice nada”. Según él, hay que esperar que nos acerquemos a esa cifra para entonces sí tener pretextos suficientes para protestar.
Mientras tanto, Peña Nieto sigue pagando las facturas que debe a Televisa por haber contribuido a llevarlo a Los Pinos, otro de los invaluables mecanismos utilizados para sumar votos de una población que no tiene voz pero cuyo voto es útil en los procesos electorales. Al inaugurar el tercer Encuentro de la Comunicación, que organiza el poderoso monopolio televisivo, afirmó que “es motivo de orgullo” tener una empresa como Televisa, “un medio que proyecta a México en el mundo y esto a los mexicanos nos enorgullece”.
Más que motivo de orgullo es de vergüenza, pues se trata de la empresa productora de televisión más retrógrada del mundo, cuya finalidad primordial es embrutecer a los mexicanos con una programación ajena a mínimos valores éticos, humanos y educativos. A Goebbels le hubiera fascinado contar con una empresa de las características de Televisa, ni que decir tiene que lo hubiera logrado de haber ganado la guerra los nazis con la que pretendían imponer su modelo de muerte al mundo.
Con esa visión de la política y del Estado, podemos explicarnos por qué México se encuentra en la situación actual, y con perspectivas sumamente desalentadoras porque para donde se mire hay sólo injusticias, inequidad y problemas sociales inherentes a tal estado de cosas.
Es una verdad innegable que los grandes problemas nacionales, en un 90 por ciento son producto de lavoracidad, corrupción y ceguera de una oligarquía que no ve más allá de sus narices. Lo más grave de tan dramática situación es que no quieren darse cuenta de ello. La élite del poder sigue muy campante, creyendo que los otros son los culpables, nomás por el simple afán de protestar.
Peña Nieto sigue pagando las facturas que debe a Televisa
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