“Alemania será tanto más grande cuanto más fieles le sean sus ciudadanos más pobres” – Adolf Hitler.
(21 de febrero, 2014).- ¿Cómo fue posible para el PRI, a pesar de la corrupción e ineficiencia de los gobernantes salidos de sus filas, mantenerse en el poder durante tantas décadas? ¿Cómo y por qué toleramos ese régimen que nos masacró, sometió, saqueó tan repetida y descaradamente? ¿Por qué sobrevivió ese partido a su debacle en 2000 y peor todavía cómo es posible que ahora no solo nos gobierne, sino que haya podido sentar las bases, con sus reformas, para perpetuarse en el poder?
¿Somos imbéciles, ciegos, desmemoriados? ¿Nos merecemos a estos gobernantes ineptos y criminales? ¿Son parte de nuestro destino manifiesto? ¿Ha sido y es tan eficaz el aparato represivo del régimen? ¿Nos ha domesticado por completo la propaganda gubernamental que paga nuestros impuestos? ¿Hemos perdido frente a la tv la dignidad, el sentido común y la capacidad de identificar a los delincuentes pese a conocer al dedillo su historial criminal?
No nos equivoquemos, no se trata solo de la capacidad de coerción o de embrutecimiento de la población del régimen. Se ha derramado mucha sangre, es cierto, pero también se han alzado y se alzan muchas voces. Muchos luchadores por la democracia han sido asesinados, encarcelados, sometidos a campañas de desprestigio mediático, pero muchos otros, a pesar de todo, persisten en su lucha y llaman al pueblo a defenderse. Ni represión ni propaganda explican suficientemente el “éxito” del PRI. Algo, me temo, está podrido en esta patria herida.
Está claro que el PAN, desde la traición de Vicente Fox, jugó solo un papel funcional en la “legitimación” del PRI. La “transición democrática” fue solo un periodo de recomposición de fuerzas del régimen, un tropezón del que salió fortalecido. También está claro que faltó a la izquierda inteligencia y organización para hacerse del triunfo con un margen suficientemente amplio como para evitar que éste le fuera robado y que ahora, cooptada en parte por el régimen, no logra articular con éxito un discurso movilizador efectivo.
¿Por qué el PRI, ayuno en resultados, en un país con 60 millones de pobres, asediado por la violencia, sin servicios, educación, salud y vivienda digna para la inmensa mayoría, está hoy más fuerte que nunca? ¿Qué lo sostiene? Obligado me veo a hurgar en la historia de otros regímenes nefastos para sus pueblos y para la humanidad entera tratando de responder estas preguntas.
Dice el historiador alemán Götz Aly, en su libro La utopía nazi, que Hitler y su partido el Nasdp establecieron “sobre la base del toma y daca una dictadura consensuada y con respaldo mayoritario cada vez más amplio”. Contrariamente a lo que se cree, este respaldo, del pueblo de Goethe, Beethoven y Kant, a un régimen criminal, no fue tampoco resultado solo de la coerción o la propaganda.
La temible Gestapo era, de hecho, un aparato represivo de tamaño limitado que operaba, sobre todo, en función de denuncias ciudadanas. Eran los propios alemanes los que se encargaban de “autovigilarse”. Por otro lado la omnipresente propaganda de Joseph Goebbels dependía, en palabras del propio ministro de Propaganda, de que “el buen ánimo” de la población la volviera receptiva a sus mensajes.
Lo cierto es que Hitler y los nazis, para garantizar su permanencia en el poder, “compraron” a los alemanes. Nunca en su historia habían gozado los alemanes étnicos de tantos beneficios fiscales y prestaciones sociales como en esos doce años de nacional socialismo. Jamás habían tenido tanto dinero en el bolsillo ni ahorrado tanto. Con los frutos del expolio a los judíos, la URSS y la Europa ocupada, el régimen los sobornó y los hizo así partícipes, en tanto beneficiarios, del genocidio, cómplices de sus crímenes.
Aquí no hay el tal “toma y daca” del que habla Aly. No ha comprado el PRI con beneficios de ningún tipo a la población. Un apoyo del que, sin embargo, goza y que si no reconocemos, estamos condenados a perpetuar. Roba el régimen pero no reparte el botín. Lo único que hace, y de eso se nutre, es crear la sensación de que cualquiera puede robar, de que aquí el que transa avanza. De la corrupción se nutre, a ella se debe. Gracias a ella controla al país; paga, nos paga “mordida” para impunemente someternos.