Corazón 3.0 / @Corazon3_0
(2 de julio, 2014).- Al caminar por Buenos Aires es común escuchar el destilar de un bandoneón desde el fondo de un cabaret vacío, donde una pareja deambula sobre la pista, como la sombra de dos llamas de tristes velas que titilan eróticamente entrelazadas.
Las historias que cuentan los tangos, son el alma desgarrada de la vida dura y sentida de la gente de un mundo donde no había lugar para Cenicienta ni mucho menos para Blancanieves. Otras letras hablaban de sensaciones, lugares, sentimientos, contraluces y sonidos. Pero cada letra, cada música, llevaba detrás otra historia oculta que corría de boca en boca o que podía intuirse entre líneas.
Pero, al fin, los entresijos más profundos de su alma están tejidos con las rimas y la música del tango y, por eso, no lo puede evitar, lo que más le sale del alma es cantar tango con historias.
Esa forma tan argentina de arrastrar su tristeza y su sufrimiento, donde el alma saca su puñal para retar a la propia muerte, es endémica de los cuentos de Borges, quien dedicó un poema homónimo al himno popular de los argentinos: el tango.
El poema, que es un ídem de la canción triste del alma argentina, retrata el pasar sufriente de su seleccionado nacional por las canchas de Brasil 2014. Los argentinos no han podido demostrar ahora su calidad de favoritos, de gigantes de América, junto a los cariocas, para levantar la Copa del Mundo y levantarle unos metros más al dique que las selecciones americanas le han puesto a las europeas para impedir que la copa se la lleven al viejo continente.
Todo ha sido un penar y un sufrir para los argentinos en este Mundial de Futbol, que apuestan siempre a una genialidad de Lionel Messi para que saque a flote un alma que se pierde en su propio infierno.
Pero ya lo había predicho Borges, en si poema El Tango:
¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.
¿Dónde estarán? (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?
¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?
Y es que el alma argentina, casi como la mexicana, se cuece a fuerza de agonía y sufrimiento, de un penar constante, de un morirse en la raya y de entregar la última gota de aliento para robarle un agónico gol al destino.
Este martirologio se repitió con Irán, con Bosnia y con Nigeria, y al final fue Messi, siempre Messi, el que tuvo que rescatar el alma del infierno, como en los cuentos de Borges.
Sin embargo, el messias argentino no siempre podrá cargar con la cruz de un equipo arraigado en la agonía, y a pesar de arrancarle a una interesante, rabanera y mu sagaz seleeción suiza el partido en octavos, hasta en tiempo ya muerto, donde sólo la pelota le da vida a un país, Argentina tiene que tener listas las maletas para regresar al río de la Plata en cualquier momento, pero no hoy.
Hoy, como lo vivieron esos amantes en el mítico tanto Los Mareados, los argentinos pueden amancebar su sufrimiento, y cantar el estribillo:
Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha embriagado…
¡Qué me importa que se rían
y nos llamen los mareados!…
Cada cual tiene sus penas
y nosotros las tenemos…
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos
a vernos más…