Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(24 de julio, 2013).- Los resultados de las pasadas elecciones intermedias del 7 de julio de 2013 llevan a reflexionar en torno a diversos temas de relevancia local-nacional. Obviamente no todos pueden ser abordados en un solo artículo, por lo que aquí se plantean sólo aquellos elementos considerados como más importantes y que permiten dibujar líneas muy gruesas, antes de lo cual es conveniente mencionar los resultados electorales más relevantes en función de la información disponible hasta este momento.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) logró dominar de manera contundente en Durango, Hidalgo, Tamaulipas y Quintana Roo, cuatro de los 10 estados que gobierna en los que hubo elecciones el 7 de julio, donde arrebató importantes alcaldías al Partido Acción Nacional (PAN) y al Partido de la Revolución Democrática (PRD). En los tres primeros ha gobernado por más de 80 años y en el cuarto desde su constitución como entidad federativa en 1974. En otros estados, a pesar de que el PRI ha gobernado por más de 80 años, no obtuvo los mismos resultados, tal es el caso de Aguascalientes, donde perdió su hegemonía, a pesar de tener la mayoría en el Congreso local; Coahuila, donde pasó de gobernar 31 alcandías a 25; Veracruz, donde a pesar de haber ganado el 50 por ciento de curules en el Congreso estatal, perdió frente al PAN 11 de los 81 municipios que ya gobernaba, no obstante se mantiene con 79 de 212 ayuntamientos.
No puede dejar de mencionarse el caso de Chihuahua, estado gobernado por el PRI y donde este partido puso en práctica, con éxito, la formación de coaliciones “anti-natura”, con el PRD, presentando candidatos comunes para 7 alcaldías; y con el PT, el PVEM y PANAL, en 6 municipios y 8 distritos. Por su parte, el PAN decidió ir solo, obteniendo resultados negativos.
La coalición PAN-PRD, triunfó en Baja California, donde el PAN logró retener la gubernatura, misma que ha mantenido desde 1989. De la misma manera, la coalición ganó 10 distritos de 25, mientras que la unión PRI-PVEM sólo 7, aunque ésta aventaja en votos para munícipes en Ensenada, Tecate y Tijuana. Igualmente, el triunfo de la coalición PAN-PRD en Puebla fue más que contundente, en este estado el PRI perdió a manos del PAN, en coalición con otros partidos, 9 de 27 alcaldías en las que no había perdido nunca; en total, el PAN ganó 23 de 26 alcaldías. Otras alcaldías, en estados diferentes, en los que el PRI no había perdido nunca y que le fueron arrebatas por el PAN son 4 en Tamaulipas, 3 en Veracruz, 2 en Coahuila, 2 en Chihuahua, 1 en Tlaxcala, 1 en Oaxaca y 1 en Sinaloa. El PT le arrebató 3 y 1 el PRD. Otros estados donde el PAN en coalición con el PRD aventajó al PRI son Aguascalientes, Coahuila, Tlaxcala, Veracruz y Oaxaca, a pesar de que el PRI le ganó al PAN la capital de este estado.
Resalta el papel desempeñado por el PRD y su dirigencia, en función de que en estas elecciones operó como tercera fuerza unida al PAN, con excepción del funicipio Benito Juárez (Cancún), en Quintana Roo, donde fue solo y perdió sin que Jesús Zambrano pudiera contener la división de la izquierda partidista con la salida de Greg Sánchez del PRD y su traslado al PT, a la que el ex candidato llama “la verdadera izquierda”.
Por otro lado, es oportuno resaltar que la influencia e injerencia de los distintos gobernadores para inclinar los votos hacia sus respectivos partidos no fue, en todos los estados, tan contundente como se esperaba, según muestran los casos de Sinaloa y Oaxaca, donde la coalición gobernante PAN-PRD perdió terreno; y de Aguascalientes, Coahuila, Tlaxcala y Veracruz, gobernados por el PRI y donde éste sufrió serios reveses. Igualmente, es de llamar la atención que en la mayoría de los estados la gente optara por la formación de gobiernos divididos, al no darle a un solo partido o coalición la mayoría de votos en todos los rubros: ayuntamientos, diputaciones y gubernatura, ésta última en el caso de Baja California.
Pero más allá de los números es preciso hacer reflexiones de tipo cualitativo. El triunfo de la coalición PAN/PRD/PANAL/PEBC y su candidato Francisco Vega de Lamadrid, “Kiko” en la gubernatura de Baja California sobre la coalición PRI/PVEM/PT/PES, representada por Fernando Castro Trenti, permite a Gustavo Madero, líder nacional del PAN, tomar un respiro y replantear su posición en dos frentes. Uno, para reposicionarse ante sus correligionarios panistas y negociar posiciones al interior de su partido, en especial de cara al grupo de calderonistas encabezado en el Senado de la República por Ernesto Cordero, quien le disputa el control del partido. Dos, para mantenerse dentro del Pacto por México sin tener que hacerlo de manera evidentemente sometida, sino bajo la fachada de la supuesta presión que tanto él como Jesús Zambrano “ejercen en contra del PRI” para continuar en el pacto.
Independientemente de la lógica interna del PAN, Baja California reviste una importancia histórica toda vez que fue el primer estado que el PRI estuvo dispuesto a ceder a la oposición después de 60 años de hegemonía y que a partir de las llamadas “concertacesiones” dio lugar a una especie de acuerdo entre la facción pragmática del PAN y la parte “modernizadora” de carácter neoliberal del PRI. Esta “cesión” puede ser considerada como el preludio de la alternancia que en el año 2000 colocó al PAN en Los Pinos. Éstos son los datos que llevan a preguntarse por una nueva negociación entre el PRI y el PAN, para que este último mantenga la gubernatura a cambio de permanecer en el Pacto por México y apoyar las reformas estructurales que el primero necesita para llevar a cabo su proyecto de gobierno. Por supuesto, las dirigencias de ambos partidos no podrían aceptar esta hipótesis bajo ningún concepto.
En cuanto al PRD, éste se muestra, a decir de Zambrano, orgulloso de “haber triunfado” en Baja California, Coahuila y Puebla y en todos aquellos lugares donde fue en coalición con el PAN. En este caso, habría que preguntarle al electorado, por cuál de los partidos en coalición decidió su voto para medir el impacto real del PRD en dichas elecciones. Por otra parte, la actuación de Zambrano, antes, durante y después de las elecciones deja mucho que desear. Su tibieza para denunciar los intentos de compra y coacción del voto, así como otros delitos electorales por parte del PRI, y su papel de comparsa del PAN en unas elecciones en las que el PRD no tenía prácticamente nada que hacer al no representar una competencia real por los cargos puestos a consideración de los votantes, parecieran sólo dirigidas a mantenerse dentro del Pacto por México como un mero refrendador de los acuerdos ahí tomados, a pesar de haber anunciado en mayo su posible retiro de éste si el PRI no cumplía con el adendum y de su permanencia en el pacto con todo y sus reclamos una vez pasadas las elecciones.
Diferente fue la postura de Gustavo Madero, quien, al menos de manera pública, mantuvo una posición crítica, sostenida con pruebas y denuncias, en contra del PRI y las intenciones de sus gobernadores por incidir en los resultados electorales del 7 de julio. “Estridente”, podría ser el calificativo usado para definir la actuación de Madero en contra del PRI y su “méndigo poder” para ganar. Pero, cabe preguntarse aquí, ¿qué hay debajo de tanta estridencia? ¿Es acaso que Madero no conocía las ancestrales “mañas” del PRI?, ¿es acaso que la dirigencia del PRI comenzó a faltar a lo que le prometió?, ¿es acaso que el PRI y el PAN se encuentran relacionados en un esquema de fuerzas cuyos elementos escapan a la mirada pública? De ser así, ¿qué papel le toca jugar en este esquema al PRD? ¿La participación del PRD en el Pacto por México lo hace candidato a ganar alguna vez la Presidencia de la República, gracias a una suerte de nueva “concertacesión”?, o ¿el PRD se ha vuelto partido satélite de la alianza “gobernante” PRI-PAN?
Como respuesta a estas interrogantes se podría afirmar que el PAN tenía mucho más que ganar o perder que el PRD y de ahí los reclamos airados de Madero y su indignación ante los hechos de corrupción denunciados. Que al PRD, por su parte, no le convenía ir solo en estas elecciones dada su escasa influencia en términos de voto duro o simpatías electorales. Lo anterior podría explicar la pasividad de Zambrano, pero no alcanza para comprender por qué este dirigente de izquierda parece estar empeñado en dilapidar el papel de segunda fuerza que su partido obtuvo en las elecciones presidenciales del 2012, y se ha conformado en tomar el lugar que tanto el PRI y el PAN le asignaron a la izquierda ¿desde 1989?
El PRI, por su cuenta, aunque no las ganó de todas, todas, y se calcula que dejará de gobernar a unos 5 millones de personas, controlará la mayoría de los Congresos locales por los que pasarán sus reformas, siendo la Presidencia de la República y los 21 estados que ya gobierna sus principales bastiones para desde ahí someter, “con su cooperación”, al PAN y al PRD en un nuevo esquema de poder-negociación-subordinación.