(30 de enero, 2014).- “Siguen siendo las seis con once minutos de la mañana, en éste, el primer día del resto de nuestras vidas”. La voz sale nítida desde las bocinas, mientras la audiencia espera junto al radio la continuación de la radionovela ‘Río Ánimas’ –la historia de amor más grande del mundo.
Desde la oscuridad de las butacas, el otro público observa ocho personas en lo que aparenta ser las instalaciones de Radio Norteña, detrás de micrófonos, cubos de madera, baldes, juguetes y demás elementos necesarios para echar a andar la imaginación de los radioescuchas.
Es fácil perderse en los niveles de ficción de Río Ánimas, un texto de Edeberto “Pilo” Galindo presentado por los actores de Atabal Creación Artística A.C., de Querétaro. La dirección de Boris Schoemann logra ese efecto de casa de espejos y construcción laberíntica que, en lugar de engañar, nos internan por completo, de manera muy limpia, en las distintas metaficciones de esta puesta.
La voz de Álvaro, narrador y autor de la radionovela, es interrumpida de vez en cuando por los tiempos de la radio: pausas musicales, cortes comerciales, felicitaciones y mensajes que suelen transmitirse comúnmente en este medio. Sin embargo, ‘Río Ánimas’ se apodera del espacio escénico hasta alejarnos por completo de la cabina donde todo comenzó y trasladarnos a los paisajes áridos de Batopilas, en Chihuahua.
Élida y David son los protagonistas de la “historia de amor más grande del mundo”. Sus destinos se cruzaron en “el último pueblo del mundo”, donde una sequía amenaza las vidas de sus pobladores. El amor intenta sobrevivir a la distancia y a las muertes que nadie puede detener, mientras surgen -entre la polvareda- los problemas que enfrentan los lugareños en manos de un destino que parece maldito.
Los temas en Río Ánimas son muchos, todos rescatables: detrás de la historia de amor yacen cuestiones de igual importancia para “Pilo” Galindo, como la violencia en el norte de México, el desinterés de los políticos en las problemáticas de las comunidades alejadas de la capital, el rencor hacia un dios que no se hace presente ni para recoger a los muertos que se van acumulando en las calles.
Conforme avanza la historia, son más recurrentes los versos de La llorona, en guitarra y voz de Mariana Vega. Es a través de la canción que comprendemos la mancuerna entre amor y dolor que avivarán la tragedia. ¿Por qué tardaron tanto en encontrarse Élida y David? ¿Por qué en medio de un pueblo que se convierte en cementerio? “El amor no se equivoca, simplemente no pide permiso”, dirá Élida, resignada.
Río Ánimas es un trabajo redondo y excelentemente logrado en todos los sentidos. Aunado a la dirección y las actuaciones impecables de todo el elenco, resalta el diseño y el uso de la escenografía, que se aprovecha en su totalidad. A pesar de la tristeza que de pronto invade la sala y el escenario, la obra reitera los privilegios de la ficción: además de la denuncia social, en ella encontramos la belleza de una labor artística muy bien realizada en sus distintos aspectos.
Las soluciones inteligentes son numerosas a lo largo de la obra, como el trazo que le permite a los actores que su presencia en el escenario siempre esté justificada dentro de la acción. Así, no tienen problemas para brincar de un personaje a otro dependiendo de lo que exija la historia, ni navegar entre la cabina de radio, los efectos especiales de la radionovela, y el dolor en carne propia de los habitantes del pueblo.
Vale mucho la pena hacer tiempo en la agenda para asistir a cualquiera de las dos últimas funciones de Río Ánimas en el Teatro La Capilla, el jueves 30 y el viernes 31 de enero, a las 20:30 horas.