Por Diego Arguedas Ortiz.
Feliz, pensé que había muerto el tema. Pero ahí quedó la desgraciada espinita y cuando pasaba por esa calle bajaba la cara como con un sentimiento de culpa.
¿Será que tengo un virus viviendo de precarista y no lo sé?
Bueno, la semana pasada entré. Aunque lo pensé mucho mientras caminaba enfrente como quien no quiere la cosa, finalmente abrí la puerta y una mujer alegre me señaló las escaleras que conducían a un pequeño consultorio. Nada que hacer, ponga cara de serio, intente disimular los nervios y dígale a su corazón que deje-de-latir-tan-rápido.
Es solo un examencito, ¿no?
La prueba
Pongámonos en la misma página: no creo haber hecho nada que realmente me ponga en peligro grave de haber contraído VIH. Siempre he insistido en condón, nunca he hechos drogas intravenosas y cumplo todas las precauciones del caso. Mi profesora de Ciencias de la escuela estaría orgullosa de mí. Pero la espinita…
Volvamos a lo nuestro. Una vez adentro del consultorio todo fue más fácil. La muestra oral la tomé yo mismo de mis encías y me dijeron vaya y espere veinte minutos mientras tenemos los resultados. Ahí, sentado mientras comía una empanada, empezó la duda.
¿Cuántas vacunas he recibido en mi vida? ¿Realmente puedo estar seguro de que todas y cada una de ellas estaban esterilizadas? ¿Qué tal si un condón tenía un pequeño problema? ¿O si por arte de Mefistófeles me contagié?
Respire, muchacho
Finalmente salí negativo y respiré casi aliviado. Por unos veinte minutos me puse en los potenciales zapatos de una persona con VIH que, si bien ahora tienen la ventaja de los retrovirales y otros tratamientos, tienen una vida complicadísima por delante (eso y siguen siendo sistemáticamente discriminados en muchos círculos)
Yo salí orgullosamente victorioso en mi batalla contra el VIH (que por suerte no se presentó, de otro modo me noquea) pero no a todos les va igual.
Recomiendo hacerse la prueba. Primero, porque uno nunca sabe. En las últimas cruzadas mundiales de chequeo de VIH que hizo la Fundación AHS, un 2.3% de los analizados resultó ser seropositivo. ¿Cuántos se creían igual de invencibles que yo? Segundo, para ponerse aunque sea por un rato en la posición de un paciente de VIH.
Hágalo, nada pierde. Después de todo, un poco de saliva a cambio de arrancarse de cuajo la espina es buen negocio ¿verdad?