Cada año, se rompen récords de emisiones y de temperatura, y nos azotan eventos meteorológicos cada vez más extremos. Sabemos, con absoluta certeza, que hay una crisis climática, sin embargo transitar desde mi entendimiento científico a la acción colectiva ha sido una tarea que me ha llevado por un proceso emocional de siete etapas que les comparto a continuación.
- Terror y pánico
Veo los videos, los que llegan, porque las peores tragedias ni siquiera se cubren, de las sequías, los huracanes, las tormentas, las inundaciones, las hambrunas. Considero una obligación verlos. Si no soy yo la víctima, al menos debo conocer y empatizar con el sufrimiento de las otras personas, como les he pedido a los hombres que hagan y que intenten entender el patriarcado. “Aunque no lo cambies, intenta sentir lo que sentimos nosotras, entiende nuestra rabia”. Ahora me toca a mí, desde el privilegio de la seguridad que todavía tengo, sentir lo que sienten las víctimas de los impactos climáticos y económicos que detona el sistema capitalista. No puedo dejar de sentir pánico por lo que probablemente me toque vivir a mí, a mis seres queridos. Abrir la llave del agua, jalarle al baño, y saber que estoy en el lado del privilegio, y que ese privilegio se va a acabar si la trayectoria sigue con el rumbo que tenemos ahora, acelerando al abismo. Tener tanta certeza de la trayectoria catastrófica en la que estamos embarcados, tener las soluciones, y no lograr cambiar el rumbo. Nunca tuve ataques de pánico hasta que entendí la trayectoria en la que estamos atravesando.
- Soledad
Toda la vida he tenido mentores a quienes puedo recurrir para pedir consejo, apoyo, opinión. He tenido la fortuna de trabajar bajo la guía de personas humanas e inteligentes, a las que respeto y admiro. Y siempre he buscado opiniones. Sin embargo, en esta situación sin precedentes, con un futuro incierto, pero ciertamente catastrófico si no se cambia la trayectoria, no tengo a quién recurrir para saber qué hacer, cómo actuar, porque nadie en la historia de la humanidad ha estado aquí antes. La palabra soledad no comienza a describir lo que siento. No obstante, si algo aprecio, es el acompañamiento de las personas que admiro hoy en día, las que sienten lo que yo, y que son abiertas al respecto. Sobre todo, mi modelo a seguir, Julia Steinberger, activista empedernida, científica, y escritora del IPCC[1].
- Enojo, rabia, ruptura, destrozo
Entender –permitirme sentir- que la crisis climática, las desigualdades sociales, la pobreza y el hambre, son todos problemas que pudieron haberse cambiado hace décadas; también que tenemos todo lo necesario para que 10,000 millones de personas alcancen niveles de vida dignos, usando 60 % menos energía, y que ha habido, y siguen habiendo, personas con poderes e intereses económicos que activamente impiden los cambios necesarios. Que estas personas, probablemente víctimas de sentirse peones del ajedrez del capitalismo, con la ilusión de no tener opción, o tal vez simplemente malvadas, prefieren, como dice Chomsky, sacrificar la vida humana organizada para meter más dinero en sus ya repletos bolsillos. Simplemente destroza el alma.
- Alienación
A pesar del consenso científico y de la impresionante contundencia con la que la comunidad científica transmite la emergencia planetaria que sufrimos[2], el mundo está lleno de publicidad absurda. Viajes, vuelos, cruceros, coches, ropa desechable. La vida social son pláticas de cualquier cosa menos de la emergencia planetaria, de las desigualdades sociales y económicas que nos han impuesto. Vivo en un estado de limbo, entre el conocimiento que mi formación científica me obliga a ver y a aceptar, y seguir interactuando en un mundo profesional y social que parece ciego a ese consenso.
- Ambivalencia, duda
Gracias al privilegio de la educación, entendí la ciencia climática suficientemente bien como para decidir no tener descendencia, porque sé que es improbable cambiar el rumbo. Veo una responsabilidad de informar a toda persona posible, por todos los medios posibles, con la esperanza de que con suficiente gente informada, algo cambie. Y si no cambia, al menos, que más personas tengan el privilegio de decidir cómo vivir su vida conociendo ese consenso científico, como yo lo tuve. A la vez, si nada cambia, ¿es preferible un daño mejor informando? Mientras informo, arriesgo mi trabajo, reduzco mi productividad profesional, y daño mi bienestar mental. ¿Es absurdo actuar e informar? ¿Debería vivir en esquizofrenia del conocimiento? ¿Podría éticamente justificar mi inacción? Un día pienso que sí, y al día siguiente pienso que no. Para una persona que toma decisiones de manera rápida y certera, sin volver la vista atrás, esta ambivalencia y sensación de péndulo, es ajena, extraña y muy desagradable.
- Resentimiento
A pesar de haber tenido el grado más alto de estudio en universidades ‘élite’, no entendía las causas reales de la crisis climática, ni sus impactos sociales, hasta bien entrados los veintitantos años. Y los entendí, leyendo por mi cuenta. ¿Por qué nadie me lo explicó? ¿Por qué perdí mi tiempo estudiando ciencia básica por pasión, cuando el mundo estaba ya en una trayectoria terrorífica con un consenso tan contundente? ¿Por qué no me dieron el conocimiento necesario sobre cómo funciona el mundo? ¿Por qué nadie me dijo que era el CIADI y lo leí hasta los 35 años? ¿Por qué, dado este consenso, no hay más gente enojada que reaccione ante tanta injusticia? Hay quienes me felicitan por el activismo; no lo hagan, mejor actúen. Les invito a la lucha.
- Responsabilidad
“… el simple hecho de que los seres humanos llevamos por aquí unos doscientos mil años y es la generación actual la que va a decidir si va a seguir siendo así.”
Cooperación o extinción – Noam Chomsky, 2020
La ciencia es clara: esta es la década definitiva. Estamos al borde de cruzar los umbrales de inflexión climática, esos puntos de no retorno que transformarán al planeta en un lugar inhabitable. No hay tecnologías maravillosas que frenen el derretimiento de las capas de hielo una vez cruzados los puntos de inflexión. Hay 8 mil millones de seres humanos vivos que sufren o sufrirán las consecuencias. Menos del 2 % de esas personas tienen un título de doctorado. El 25 % de la humanidad tiene menos de 15 años. Somos pocas las personas con el nivel educativo necesario para entender la pandemia climática, y que, por ende, tenemos la obligación ética de informar y denunciar las injustas consecuencias que se derivan de ella.
Pesan mucho los hombros.
[1] Things that no longer comfort me
[2] Conclusión de “Climate Tipping points, 2023” con 200 miembros de la comunidad científica de 90 centros de investigación: Los puntos de inflexión en el mundo natural son las amenazas más graves a las que se enfrenta la humanidad. Su desencadenamiento dañará gravemente los sistemas de soporte vital de nuestro planeta y amenazará la estabilidad de nuestras sociedades.