Ivonne Acuña Murillo / @ivonneam
(25 de noviembre, 2013).- El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. El objetivo de esta conmemoración es traer a primer plano, cada año desde el 2000, los avances y retrocesos en relación con un fenómeno social que vulnera a poco más de la mitad de la humanidad, la violencia en todas sus formas.
La fecha se eligió para recordar a las hermanas Mirabal -Patria, Minerva y María Teresa-, brutalmente asesinadas después de una emboscada el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961).
Minerva y María Teresa, quienes eran conocidas como “Las mariposas” dentro de su grupo político denominado “Agrupación Política 14 de Junio”, fueron encarceladas, violadas y torturadas en varias ocasiones en un intento de intimidación para frenar su lucha en contra del dictador; éste último no sólo obraba por fines políticos sino como respuesta al desaire que años atrás, en 1949, le hiciera la misma Minerva, quien se negó a sostener con él un amorío.
Pero la estrategia del dictador fue en vano, ni el encarcelamiento de ellas y sus esposos, ni la tortura ni las violaciones sexuales -que hoy son reconocidas como otra forma de tortura-, ni su propia muerte fueron suficientes para mantener en el poder a este nefasto personaje de la historia dominicana. Trujillo fue asesinado el 30 de mayo de 1961, seis meses después que bajo sus órdenes agentes del Servicio de Inteligencia Militar mataran a palos, después de someterlos, a las 3 hermanas y a su chofer.
Fue su rebeldía y valor para luchar contra un régimen al que consideraban injusto lo que hizo que, en diciembre de 1999, la ONU decidiera dedicar la fecha de su muerte a revisar la violencia de que son objeto millones de mujeres en el mundo. Por esa razón, en la mayoría de los países se hace un balance de la situación que en este rubro enfrentan las mujeres.
De acuerdo con la UNESCO, a lo largo de su vida siete de cada diez mujeres en el mundo sufrirá algún tipo de violencia física o sexual. La violencia contra las mujeres, se afirma desde este organismo internacional, es un mal endémico en todos los países y no conoce fronteras geográficas o diferencias culturales, sociales, étnicas o de otro tipo, y está profundamente arraigada en las estructuras sociales y las prácticas de desigualdad de género.
De acuerdo con los reportes, 3 mujeres mueren diariamente por razones de violencia doméstica; entre 100 y 140 millones de mujeres y niñas han sufrido ablación (mutilación) genital; cada tres segundos una niña es obligada a casarse (más de 64 millones han vivido esta situación); en los países en desarrollo el 90 por ciento de los niños nace de adolescentes entre 15 y 19 años de edad, y las complicaciones relacionadas con el parto son la principal causa de muerte en mujeres de este grupo de edad; 75 millones no van al colegio y 64 por ciento de los casos de VIH-Sida en el mundo se da en jóvenes mujeres entre 15 y 24 años.
En México, las cifras no son nada alentadoras. Martha Lucía Micher, presidenta de la Comisión de Igualdad de Género de la Cámara de Diputados, en entrevista con Carmen Aristegui afirmó que “hay que denunciar las cifras que se han incrementado […] la violencia contra las mujeres es una muestra palpable del altísimo nivel de discriminación y de la falta de oportunidades y del abuso de poder que hay en esta sociedad donde se privilegian los derechos de los hombres, donde se contrata a los hombres, donde se educa mejor a los hombres, donde tienen muchas más oportunidades y mejores tratos los hombres y los niños todavía en muchos ámbitos de la sociedad”.
Esas cifras que hay que denunciar reportan, entre otras cosas, que 47 por ciento de mujeres de 15 años y más ha sufrido violencia de algún tipo en su relación de pareja; que el 43.1 por ciento ha sido víctima de violencia emocional; que el 37.1 por ciento ha sufrido violencia comunitaria; que la violencia sufrida por el 24.5 por ciento ha sido de tipo económico; que 14 por ciento reportó haber vivido violencia física a manos de su pareja, quien la ha golpeado, amarrado, pateado, tratado de ahorcar, asfixiar o amenazado con un arma.
Pero no es la violencia doméstica el único fenómeno que afecta a las mujeres en México; existen otros problemas como los llamados “feminicidios”. De acuerdo con el Inmujeres, 6 mujeres mueren diariamente por su condición de género, cifra por demás escandalosa si se atiende a que en todo el mundo el promedio diario es de 3, lo cual de suyo debería ser visto ya como algo aberrante. Otro problema es la “trata de personas”, se calcula que cada año son secuestradas más de 20 mil mujeres y niñas con fines de explotación sexual y laboral. Uno más, el abuso sexual, se calcula que 112 mil mujeres en el país son violadas cada año, aproximadamente una cada 4.6 minutos.
Por otro lado, la violencia contra las mujeres empieza temprano, como puede constatarse en la violación que 4 niños de 11 años cometieron en contra de una niña de 6, apenas hace dos semanas en una escuela primaria de Culiacán, Sinaloa. Es aterrador pensar que, a tan corta edad, 4 menores hayan construido ya en su mente la imagen de la mujer-objeto lista para ser usada para lo que la imaginación imponga. No puede ser de otra manera en una sociedad que desvaloriza a la mitad de la población bajo esquemas que presentan a las mujeres como seres de segunda, como subhumanas cuyos derechos, bienestar y dignidad pueden ser trastocados una y otra vez sin que haya una autoridad moral, religiosa, civil o gubernamental que lo impida.
Es la violencia de género una construcción social donde las mujeres se enfrentan a condiciones que de manera cotidiana las colocan en situación de vulnerabilidad y las exponen como el “objeto” de un sinnúmero de violencias.
Desafortunadamente los datos aquí presentados son sólo una pequeña muestra de las muy diversas formas de violencia a que son sometidas millones de mujeres en México y el mundo. Ser mujer entonces supone estar expuesta a ser discriminada, acosada, golpeada, violada, secuestrada, torturada, asesinada, descuartizada y desechada como cualquier cosa que pierde su valor de uso, por el sólo hecho de “ser mujer”.