El columnista de El Financiero, Javier Risco, recordó las notas periodísticas realizadas en otros sexenios, cuando las comitivas formadas en la puerta del lugar regañaban a los medios y a la gente que se atrevía a ir al baño mientras el gobernador estaba a punto de cruzar la puerta.
“Bajaban los secretarios, sonrientes, cumpliendo el protocolo, sabiendo que venían dos horas de aplausos y caminaban presurosos a la primera fila del auditorio. Treinta y cinco minutos después de la hora citada, llegaba la suburban blanca con dos patrullas al frente y tres Tahoe atrás: había llegado el gobernador.”
Tras los aplausos, el Ejecutivo caminaba sonriente, pasaba 50 minutos en selfies y a las primeras filas las tenía que saludar completas, escuchando una serie de halagos ” hasta que los dejaban ciegos”, para posteriormente comenzar su discusro y al final haber cumplido otro Informe de Gobierno de acuerdo con el libreto.
“Así eran sus burbujas, máquinas de ego bien aceitadas. Eran todopoderosos sin oposición ni contrapesos, sin preocupaciones ni límites, sin regaños ni abucheos” señala la publicación.
En este sentido, señala que hoy se muestran extrañados porque todo cambio y la polémica de los días recientes sobre el maltrato a los gobenadores durante los eventos del Presidente “es un añoranza al culto al ego”
“¿Cómo es que en mi estado, en mi evento, en mi inauguración me abucheen? ¿Cómo? A los gobernadores les resulta más lógico explicarse esta “anomalía” como una estrategia presidencial contra ellos, que varios sexenios de impunidad y cinismo en el poder.”
De esta manera, el columnista se cuestiona si será imposible una época de autocrítica en la que los gobernadores entiendan esos reclamos como la gran deuda que tienen con ciudadanos, pues no sólo se acabó la época de culto al ego sino la del eutoengaño de pensar que su virreinato de décadas era real.
ccca.