Encima de nuestras cabezas, a miles de kilómetros, reliquias cósmicas orbitan a nuestro alrededor: los asteroides. Estas rocas espaciales quedaron atrapadas en el pasado en el momento de la formación del Sistema Solar y, aparte de revelarnos información sobre nuestros primeros días más remotos, suponen también un potencial peligro. Si no que se lo digan a los dinosarios, que desaparecieron por el impacto de Chicxulub hace 66 millones de años, causando una hecatombe de proporciones dantescas que marcó un antes y un después de la vida en la Tierra. Y la estadística nos dice que esto podría volver a suceder.
A pesar de que el hipotético impacto de un asteroide ha sido tomado hasta hace poco solo como tema central de películas de ciencia ficción, en los últimos años las principales agencias espaciales han tomado conciencia del peligro de estas rocas, poniendo en marcha una serie de programas de vigilancia y observación que nos permiten conocer el alcance de la amenaza real a la que nos enfrentamos. Y no solo eso, sino que la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) quisieron dar un paso más con la misión espacial AIDA, el primer proyecto de defensa planetaria que demostrará que la Humanidad está preparada para desviar un asteroide.
El plan sufre problemas
El plan era el siguiente: la NASA mandaría la nave DART para chocarse contra uno de los asteroides del sistema Didymos, formado por dos rocas: una más grande llamada Didymos y otra más pequeña que la orbita -su «luna»- llamada Didymoon. La sonda, que se enviará en el verano de 2021, tiene previsto impactar contra el satélite de Didymos en septiembre de 2023. La intención en un principio era enviar otra misión paralela -de la que la ESA era responsable- para grabar en tiempo real el impacto de DART en Didymoon. Sin embargo, retrasos en la aprobación de la financiación de la misión por parte de Europa han provocado que Hera parta más tarde de lo estipulado inicialmente, en 2023 o 2024, con la intención de llegar al sistema binario en 2025 o 2026.
«En realidad es un buen momento para observar si realmente la misión Dart ha tenido éxito, ya que habrá pasado un tiempo prudencial y los cambios en la órbita serán medibles», explicaba en rueda de prensa Michael Kueppers, científico de la Agencia Espacial Europea (ESA) y uno de los responsables del proyecto HERA. Finalmente, la reunión del Consejo Ministerial de la ESA por fin aprobaba hace una semana la misión y su financiación, dando luz verde a uno de los proyectos más ambiciosos de la Humanidad.
Qué va a hacer Hera a Didymos
El objetivo de Hera es rodear a Didymoon, mapeando su superficie, midiendo su masa y determinando el efecto de DART en su órbita. Además, dos CubeSats del tamaño de un maletín aterrizarán sobre el asteroide para recopilar datos sobre la composición y el origen de la roca.
«Las simulaciones de desviación de asteroides por impacto son tan buenas como el conocimiento que les brindamos. Con Hera y DART, tenemos la oportunidad única de probar nuestras simulaciones y alimentarlas con nuevos conocimientos sobre la respuesta del asteroide al impacto», explica Kai Wunnemann, quien estudia los impactos de meteoritos y la física planetaria en la Freie Universitat Berlin, informa Space Daily.
Por su parte, Ian Carnelli, gerente de Hera para la ESA, afirmaba: «El hecho de realizar las dos misiones juntas aumentará enormemente su retorno general de conocimiento. De hecho, Hera recopilará datos esenciales para convertir este experimento único en una técnica de desviación de asteroides aplicable a otras rocas espaciales. Hera también será la primera misión en encontrarse con un sistema de asteroides binarios, una clase misteriosa de objetos que se cree que representan alrededor del 15% de todos los asteroides conocidos».
Los asteroides desconocidos
Aunque los impactos de asteroides como el que acabó con los dinosaurios son muy raros, lo cierto es que las rocas pequeñas y medianas son muy comunes en el Sistema Solar. Y más difíciles de detectar, de hecho. De ahí que las agencias espaciales escudriñen constantemente el cielo en busca de NEOs (siglas en inglés de «objeto cercanos a la Tierra»). En marzo de 2019 se concían alrededor de 600.000 NEOs cercanos a la Tierra, de los que 800 se encuentran en la lista de rocas peligrosas de la ESA. Pero eso no quiere decir que vayan a impactar directamente contra la Tierra: en realidad, de momento no existe ningún asteroide controlado que pueda provocar un suceso parecido al de hace 65 millones de años.
Pero aunque la mayoría se desintegran en la atmósfera sin causar daños, incluso en su explosión aérea pueden ocasionar sucesos como el ocurrido en Chelyabinsk (Rusia) en 2013, en el que la onda expansiva provocó múltiples destrozos en mobiliario y causó 1.000 heridos. «Por eso es necesario observarlos de cerca», explican desde la Agencia Espacial Europea. Sin embargo, la Humanidad no está de brazos cruzados y ya existen planes en marcha (además de las misiones DART y Hera) para hacer frente a una situación de este tipo.